Uruguay tiene ese “no sé qué” que enamora a muchos extranjeros, sobre todo a los argentinos. Coti Sorokin lo confirma: sus primeros shows del año siempre los hace en Medio y Medio, el íntimo escenario a metros de la playa de Portezuelo. Se convirtió en su cábala y no lo negocia. Tampoco falla. El 3 de enero hizo que los asistentes olvidáramos el frío y el viento —algo inusual para la fecha— coreando y bailando éxitos como "Nada fue un error", "Otra vez", "Te quise tanto" y "Antes que ver el sol".
La lista sigue. Este rosarino es una usina de hits. Aunque a él esa palabra le haga ruido, porque sus melodías no son efímeras; son obras populares creadas para perdurar y acompañar a la gente en las buenas y en las malas.
“Todos los músicos queremos trascender generaciones, sino es solo una moda”, explica Coti a El País. El compositor de himnos que primero interpretaron otros —"Color esperanza" (Diego Torres), "Luz de día" (Enanitos Verdes), "Dónde están corazón" (Enrique Iglesias)— está convencido de que su arte cobra sentido en la vida de las personas.
“Las canciones son siempre más importantes que los egos. Las experiencias, ilusiones y penas de la gente las hacen importantes, no los artistas”, agrega.
En sus recitales se lo ve gozar como un niño, y quizá esa sea la clave de la comunión con el público. “Si uno no disfruta, no disfruta nadie”, afirma. Esa magia y la sensación de “energía conjunta” son las que intentará replicar el próximo 25 de octubre en Montevideo Music Box. “Toqué una vez en ese mini teatrito y suena muy bien”, comenta.
No viene solo. Cantará junto a su banda, Los Brillantes, que lo acompaña en el 20 TOUR 2025, la gira con la que celebra los 20 años del álbum Esta mañana y otros cuentos, y que ya lo llevó por Argentina, México, España, Holanda e Irlanda. Las entradas se consiguen en Redtickets.
Coti quiso regresar a Uruguay porque este país le regala algo especial desde siempre. Pasó su infancia en Concordia y cruzaba seguido a Salto y Paysandú, donde tenía amigos. Hoy, se instala un par de meses al año en su casa de Maldonado, un lugar que le da paz y energía. Allí compuso casi todo su próximo disco, incluido "Uruguay", una canción a la que le tiene un cariño especial.
“Es un lugar que siento muy mío y van a tener ese homenaje”, dice. Parte de la letra refleja su conexión: “Tiempo que pasa lento o lento pasar del tiempo”. “Está al costado de la vorágine del planeta y lo disfruto mucho. Tienen todo lo bueno: la música, el arte, el paisaje, la naturaleza”, elogia.
De sus ganas de hacer un dúo con Jaime Roos, sus primeros pasos como solista, su vínculo con el público y otras anécdotas, va esta charla con Coti.
—Este enero en Medio y Medio imitaste a Jaime Roos y has grabado con muchos artistas, incluido Rada, ¿te gustaría hacer dupla con otro uruguayo?
—Con Jaime me encantaría. Lo amo con locura. Si vamos a apuntar que sea alto. Tuve el honor de hacer un dueto con el Negro Rada. No podía creer cuando me llamó para cantar una canción en su disco (“Nada fue un error”). Es uno de los grandes premios que he recibido. Si me dan otra ficha, me la jugaría con Jaime.
—También en Medio y Medio te cruzaste una madrugada con Cristian Castro y no te acordabas la canción que habías compuesto para él, ¿cómo fue eso?
—Se suspendió el show por la lluvia. Él tenía pensado ir, se enteró que seguíamos ahí de after y cayó. Estábamos guitarreando y me dice: “Cantemos esta que me compusiste”. Muy de madrugada le digo: “No, esa no la hice yo”. La cantaba, yo no la reconocía y le discutía. Finalmente buscamos en Spotify y la había escrito yo. No habla bien de mí. Se llama Sin tu amor.
—¿Tiene algo de murga la canción “Uruguay”?
—No, pero tiene un flow que le entraría perfectamente una cuerda de candombe. No se la puse porque quise evitar la obviedad. Nos lo podemos imaginar. Quedó muy hermosa y es una de las canciones más importantes del disco.
—Una nota tuya en Rolling Stone de 2003 se titulaba “La fórmula del éxito” y contaba que después de componer el tema más escuchado de 2002 (“Color esperanza”) habías decidido “dar la cara y hacerte solista”…
—No fue así. Venía trabajando en mi proyecto solista hacía mucho, pero no tenía tiempo, energía ni dinero para dedicarme full time porque fui papá de mellizos muy joven. Estaba más preocupado por mantener a mi familia que por mi carrera solista. No podía “hippiarla” de esa manera. Hoy mis hijos son grandes, me acompañan y tengo toda esa libertad que no tuve, y es maravilloso.
—¿Qué hacías? ¿Te dedicabas a componer para otros?
—Todo era sí: tocar en fiestas, sesionista, hacer arreglos, música de película, componer para otros. Necesitaba trabajar y mi país está en eterna crisis. La decisión de salir como solista fue mucho antes, pero no tenía la posibilidad económica.
—Cediste los derechos de “Color Esperanza” a la Asociación Española Contra el Cáncer para usarla en una campaña contra el cáncer de mama, ¿no?
—Me lo pidieron para una campaña muy grande. Mi mamá pasó por un cáncer de mama fuerte, lo diagnosticaron temprano y pudo curarse. Lo viví en carne propia y sentí que era muy importante hacerlo.
—¿Hay un pálpito cuando compones un hit?
—No. Pero con “Nada fue un error” sentí algo: ni tenía terminado el disco y pensé, “acá quiero que grabe Calamaro conmigo”. Luego la elegí para el trío con Paulina Rubio y Julieta Venegas.
—¿La canción tuya que más te gusta es una de las más populares?
—Hay canciones lado B que me gustan mucho, a veces uno les tiene cariño especial porque no se hicieron tan conocidas. Esa sobreprotección que uno tiene con los más débiles.
—¿Con cuál te pasa?
—“Quiero ser mar”, “París de tu mano”. Tengo mis consentidas como “Canción de adiós”, que es muy linda y tuvo su merecido. También amo hitazos como “Antes que ver el sol”, “Otra vez”, “Nada fue un error”.
—¿Te siguen llamando para pedirte que les compongas canciones?
—Sí, aunque muchos ya se resignaron. Hace tiempo dejé de hacerlo porque pongo la vida en cada proyecto y no me gusta hacerlo por hacerlo. Me convocaron para grandes proyectos, pero no tuve capacidad ni ganas de montar un imperio de esto. Necesito estar yo encima y nunca quise un equipo de compositores, como me proponían.
—Quizás tampoco resultaba si no estabas…
—Podría haber resultado porque al fin de cuentas hay una marca, un aura. Muchos lo hacen, pero no me interesó. Lo digo con pena porque podría haber hecho mucho más, pero prefiero así. No me arrepiento.
—Venís reversionando tus clásicos con nuevas voces. Grabaste, por ejemplo, "Dónde están corazón" con Valentino Merlo. ¿Te recuerda a tus inicios con la guitarra este joven de 16 años?
—Sí, en otro estilo. Yo era más nerd, muy metido en el jazz y la música clásica; él tiene un talento más innato. Han sido versiones muy lindas y me comprueban que cualquier estilo les va a estas canciones. Es un halago al repertorio.
—¿En algún momento te pesó la fama y quisiste volver al anonimato?
—No, cuando me pesó, me saltaba la alarma y trabajé para ir siempre por la vereda del sol, para que lo constructivo le ganara a lo que no era funcional.
—En esta gira llegaste a tocar para 100.000 personas en Rosario en el Día de la Bandera. ¿Cómo es esa sensación?
—Llegué a tocar para 100.000 y también para 90 o 150, en Dublín y Ámsterdam. Es hermoso adaptarse a distintos escenarios. Un artista debe lograr que funcione, haya 200 o 200 mil personas. Al final, te lo da la experiencia.
—En "Mis planes" cantabas “parar no está en mis planes". ¿Lo seguís sintiendo así?
—Siempre lo sentí así por impulso, necesidad y disfrute. No hay que parar si te hace bien a vos y a tu entorno. Uno tiene que parar cuando algo no funciona o hay que barajar y dar de nuevo. Sigo siendo absolutamente fiel a esa frase de hace 25 años: fue parte de mi primer disco y sigue vigente.
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