El timing no podía ser más certero. El show que Ca7riel & Paco Amoroso darán esta noche en el Antel Arena llega en medio de una racha inédita para la música argentina: el dúo acaba de cosechar 10 nominaciones al Latin Grammy, con Papota como álbum del año y con “#Tetas” y “Día del amigo” peleando por mejor canción y grabación. Por si fuera poco, el martes abrieron en México su gira junto a Kendrick Lamar —el rapero estadounidense que ganó un Pulitzer por DAMN.—, a quien acompañarán en estadios de Bogotá, Buenos Aires, San Pablo y Santiago de Chile.
Lo de Ca7riel & Paco Amoroso ya no es solo música: es relato de época. Catriel Guerreiro y Ulises Guerriero —con apellidos casi calcados y una historia compartida desde la infancia— pasaron por distintas mutaciones antes de cristalizar en el dúo más incendiario y magnético de su generación. Su presente los encuentra convertidos en fenómeno global, y tocan en festivales como Glastonbury, Coachella, Roskilde y hasta el Fuji Rock japonés.
La clave está en su arrollador paso por el Tiny Desk, el ciclo de shows que la radio estadounidense NPR aloja en YouTube y cuyo alcance hoy es comparable al de los MTV Unplugged de los noventa. Son 17 minutos de alto vuelo musical que condensan la esencia de su propuesta. Arrinconados en la esquina de una oficina recargada de afiches, libros y vinilos, los argentinos se rodean de una banda de diez músicos —con sección de vientos y coristas incluidas— para desplegar el costado funk al que ya le rendían culto en la época de Astor y Las Flores de Marte, su banda de la adolescencia.
Con vestimentas extravagantes y un estilo tan marcado como su fraseo —Ca7riel, por ejemplo, luce un tapado hecho con corazones de peluche—, disparan lo mejor de su repertorio. Hay sensualidad, rapeos ingeniosos con swing y ecos de funk sudoroso, R&B, jazz y afrobeat.
El clímax llega con “El único”, uno de los himnos de su disco Baño María, que en el Tiny Desk alcanza su versión definitiva. Entre guiños cómplices, cada uno describe el encuentro con una mujer hasta descubrir que se trata de la misma: “¿Tatuaje en el cuello?”, “¡Sí!”, “¿El pelo negro?”, “¡Sí!”, “¿De silicona?”, “¡Sí!”. La revelación estalla en una línea brutal —“Fuck!, we’ve been fucking the same girl”— y en una descarga de vientos que convierte el desengaño en fiesta.
El video se estrenó en octubre del año pasado y fue un hit instantáneo. Hoy suma 42 millones de reproducciones y es el décimo Tiny Desk más visto de la historia, justo delante de Adele. Esos 17 minutos invocaron la lógica viral: llegaron al programa de Jimmy Fallon, se codearon con Robert Pattinson y Hunter Schafer en la Semana de la Moda de París, y llevaron a los festivales más prestigiosos.
Para el mundo son una revelación. Para esta parte del mapa, representan la conquista definitiva de un dúo hecho a base de trabajo y reinvenciones, con la celebración de la originalidad como bandera.
El kilómetro cero de esta travesía musical remite a 2011, con Astor y Las Flores de Marte, un grupo de influencias funk y spinetteanas donde la historia era distinta: Ca7riel tocaba el bajo y cantaba, Paco estaba en la batería. De aquella etapa sobreviven videos como el rock progresivo “Mazitaguz”, grabado en 2012 en el estudio de Lito Vitale, y el EP Vacaciones todo el año, de 2017.
En paralelo, Ca7riel descubrió el rap y en 2015 lanzó el EP ×CVE7E×, donde empezó a trazar un camino nuevo. Fue, le dijo a El País en 2021, una necesidad vital: “Tenía 19 años y estaba empezando a malflashear con casi ataques de pánico. Me tuve que poner la camiseta y sentía ansiedad, así que empecé a improvisar con lo que tenía en el momento. Y en ese momento solo tenía palabras y flow. Así que empecé con el freestyle para desahogar las penas”.
Pero el que escuche ×CVE7E× no debe pensar que se trata de un álbum confesional. Es todo lo contrario: canciones como “La antropología” y “Level Up” revelan el costado humorístico que más tarde se volvería marca registrada. “Si quiero tirar una buena vibra a la gente o al arte, yo le meto humor”, explicaba a este diario. “Yo soy así: medio en serio y medio en chiste, nunca sabés en qué ando. Después se vio reflejado en el resto de mi carrera. Con Paquito nunca paramos de tener humor, pero él me hizo explorar varios estilos. Tiene mucha visión estética y sabe hacia dónde ir”.
Cansados de que su banda quedara anclada en el under porteño, en 2018 emprendieron la metamorfosis definitiva. Refundados como Ca7riel & Paco Amoroso, se subieron a la ola del trap argentino y lanzaron “Piola”, grabada en su estudio casero sobre un beat bailable. “Empezamos a cantar, medio en chiste, medio no, como divirtiéndonos también. No digo sin chiste, sino sin pretensiones de nada”, recordaba Paco en Rolling Stone en Español.
Un año más tarde llegó el primer hit: “OUKE”, con uno de los estribillos más delirantes y pegadizos de la temporada. La canción —que básicamente habla de fumar marihuana con Esteban Lamothe— condensaba su sello: exprimir el ritmo de las palabras, la asociación libre y un fraseo que parecía parodia de un género acostumbrado al fronteo y la ostentación.
Desde allí se convirtieron en los freaks de la escena urbana. Su show, explosivo y enérgico, les ganó elogios de emblemas como Fito Páez y Ruben Rada. Con “Ola Mina XD” y “Cono hielo” confirmaron su lugar a base de hits y, tras ese envión, llegó el hiato. Cada uno apostó por su proyecto solista y en 2021 publicaron dos discos notables: Ca7riel entregó El Disko y Paco, Saeta.
El año pasado sellaron su reencuentro con Baño María, su álbum debut, marcado por un pulso bailable y electrónico. Participan Lali y Tini, e incluye canciones como “Baby Gangsta”, “Dumbai” y “La que puede, puede”, que se potenciaron en el Tiny Desk con el ropaje funk. En vivo, todas se mueven hacia ese abordaje. Y es un verdadero triunfo.
Después de semejante entusiasmo, el siguiente paso definía el futuro del dúo: si serían una moda pasajera o algo que se sostiene. La respuesta llegó con Papota, un imperdible short-film filmado en Uruguay que se burla de todo lo que vivieron estos meses. Abre con “Impostor” (“¿Y ahora qué vamos a hacer? El Tiny Desk me jodió”, admite Paco) y funciona, al igual que “OUKE” en su momento, como una lúcida parodia de los mecanismos de la industria musical. Construido sobre la ambición de ganar un “Latin Chaddy” —un guiño al Latin Grammy—, el dúo entra al juego de tendencias y cambios estéticos, llevando al extremo los músculos exagerados y las cirugías estéticas, siempre con humor y descaro.
El chiste es doble: no solo por el genial video que juega con lo bizarro, en el que Martín Bossi interpreta a Gymbaland, un representante vampiresco; sino porque “#Tetas” lleva la idea al extremo. Es la gracia de hacer una canción con frases diseñadas para volverse tendencia en TikTok (como “Vibe check”), que rápidamente deriva en un estribillo delirante con tintes de los Backstreet Boys y que reza: “#Tetas, pectorales grandes, esa es la receta”. El cierre deja claro el mensaje: “Si quieres ser grande, no tienes que ser tú / Y si quieres ser tú no vas a ser nadie”.
El chiste, en realidad, va más allá: detrás del guiño humorístico, el álbum se apoya en arreglos impecables que esconden incluso tintes jazzeros. El cierre es a lo grande: “Día del amigo”, una canción adictiva con coros a lo Earth, Wind & Fire que celebra la amistad por encima de la fama. El disco se completa con la actuación completa en el Tiny Desk. Es uno de los discos del año.
Y lo más insólito es que esa parodia terminó convertida en realidad: Papota los transformó en una de las grandes sorpresas de las nominaciones al Latin Grammy.
El chiste se volvió consagración.
Esta noche, en el Antel Arena, esa ironía hecha éxito se celebra con su máxima apuesta de público en Uruguay. Y promete ser una fiesta total.
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