BALANCE 2020

Se cierra el año y entramos, siempre, en tiempos de balances. Desde El País repasamos los lanzamientos de música nacional del año y elegimos, sin orden de preferencia —esto no es un ranking— los 10 discos uruguayos que más nos gustaron en 2020.

“¿Por qué querés hacer lo que ya hiciste ayer? Si eso ya lo sabés”, canta Martín Buscaglia en “Para vencer”. YBasta de música, su primer disco solista en 10 años, se centra justamente en la búsqueda de nuevos sonidos. Las guitarras pierden protagonismo y el piano define la mayoría de las canciones. Hay espacio para la experimentación electrónica en “Chuza” y un rescate del calypso en “Leroy”. Lo mejor llega con “Los instrumentos”, una celebración de la música que nos rodea y habita.

En su tercer disco, Florencia Núñez vuelve a sus raíces para rescatar y revitalizar seis clásicos del cancionero rochense. “En tu imagen” se vuelve todavía más cautivadora con una guitarra distorsionada; “Contigo y en el palmar” y "Mar Atlántica" se renuevan bajo un abordaje pop; y “Poema a las tres” se carga de un clima nocturno con la voz de Fede Lima. El álbum se completa con la música incidental que grabó para el documental que acompaña el proyecto.

Ruben Rada, un artista que siempre se definió por mirar hacia adelante, se tomó un tiempo para retomar las canciones de El Kinto, Totem y Opa, y lanzó Parte de la historia, un disco en vivo con todos esos clásicos que marcaron los inicios y la evolución del candombe-beat. Es una masterclass de una hora y cuarto sobre la historia de la música uruguaya.

Luego de Obsesa, Romina Peluffo volvió a sorprender con Piel fina, un disco introspectivo, reflexivo y especialmente climático. El sonido se acerca a lo rockero, y la repetición de riffs genera un ambiente ameno para que Peluffo presente algunas de sus letras más personales. Hay dolor, soledad, nostalgia y una constante búsqueda de superación.

Salió ayer, pero lo nuevo de Patricia Turnes ya se ganó un lugar en esta lista. La crudeza y un fraseo que roza la incomodidad se entrelazan para derribar todas las idealizaciones que rodean a una relación. Por ahí van “El incogible” —con un estribillo punk para cantar a todo volumen—, “Mis faltas”, “Creo que te idealicé” y la canción que da título al álbum. El disco incluye “Mucho olor a huevo”, que cuestiona con mucha ironía el dominio de los hombres en la escena local.

La revelación del año es el primer disco de Mariano Gallardo Pahlen, que compuso y grabó prácticamente todo lo que suena en las 10 canciones. Este es un disco de imágenes y sensaciones, un álbum conceptual que explora mundos oníricos y los reelabora a partir de arreglos refinados y amplia variedad de instrumentos y búsquedas vocales. El equilibrio perfecto entre el éxtasis y la melancolía

La expresiva voz de Fran Trujillo conduce Entre luces, disco de Cielos de Plomo y uno de los puntos altos del indie local en este año. Los climas envolventes generan una experiencia de inmersión en unas canciones delicadas que flotan entre tantas teclas, ahí, “entre las cosas olvidadas”.

Todo lo que la cancionista Inés Errandonea había adelantado con los cortes “Isla grande”, “Anti Radar”, “Decidí cantar”, “La moneda” y “Círculo”, se consolidó y completócuando finalmente llegóLa vida real. Su disco debut pone en palabras y sonidos un maremoto de sensaciones cotidianas, con sensibilidad y buen gusto. Hay un trabajo bien interesante de percusiones, de estructuras rotas, de rarezas que quedan disfrazadas bajo la preciosa voz de Errandonea.

Diego Presa ya había advertido del cambio, y en su cuarto álbum solista rompió sus lugares comunes y de la mano de un productor de otra generación y otra movida, encontró aire, luz y una nueva estética. El piano, los teclados y los coros ganan terreno y aportan texturas a unas canciones profundas, políticas, amorosas, de entrega en las que también la voz de Presa encuentra otras formas. Canciones como “Ya es tiempo” son verdaderas joyas.

El noveno disco de Buenos Muchachos es casi una película sonora. Con una búsqueda muy específica, estos nueve temas se mueven en bloque y expanden todavía más las intenciones sobre las que la banda ya venía trabajando. La emoción de los contrastes y el sonido del silencio son dos pilares donde se asienta esta, una obra de arte.