Redacción El País
Con una ceremonia cargada de emoción, muchos abrazos, selfies y recuerdos, Fernando “Lobo” Núñez fue declarado Ciudadano Ilustre de Montevideo. Es un reconocimiento al inmenso aporte que como luthier, músico, docente, referente de la cultura afrouruguaya y defensor del candombe ha tenido durante varias décadas.
Más allá del homenaje formal y la placa que recibió del intendente Mauricio Zunino, lo de este jueves se trató de un acto de justicia, como repitieron varios de los asistentes: un reconocimiento en vida a quien lleva más de seis décadas dando forma, sonido y sentido a la cultura y la música popular uruguaya. Además de artistas como Ruben Rada, carnavaleros varios y autoridades de la Intendencia, el evento contó varios vecinos del barrio que llegaron para saludarlo. Núñez se sacó fotos con todos.
Desde su infancia en Barrio Sur, en esa casa ubicada en Isla de Flores 1017 que vio nacer a su abuelo, su madre y a él mismo, Núñez estuvo rodeado de tambores, sonidos e historias. "Llegué al mundo de pie y escuchando los tambores desde la panza de mi madre”, comentó emocionado en el acto realizado en la sala Ernesto de los Campos del Palacio Municipal. A los tres años ya desfilaba en sus primeras Llamadas. Poco después tuvo la oportunidad de salir en la comparsa familiar, donde había que darlo todo. Para los 14 años tocaba con Eduardo Mateo, y más adelante con Opa, Ruben Rada, Charly García, Fito Páez, Jorge Drexler y muchos más.
Se crió entre músicos que paraban en el boliche de la esquina, como Alberto Mastra, y con el tiempo formó parte de comparsas emblemáticas como Morenada, Esclavos de Nyanza y La Calenda, la cual creó en 1992.
En su discurso, la directora de Cultura de la Intendencia, Débora Quiring, destacó la trayectoria de Núñez como emblema internacional del candombe —fue él quien se encargó de leer la proclama en Cuzco cuando el ritmo fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco—, así como creador de tambores que “valen lo que suenan” y constructor de puentes entre la tradición y las nuevas generaciones. Recordó su participación en el concierto por los 300 años de Montevideo, donde compartió escenario con la Orquesta Filarmónica y la Banda Sinfónica, y también la noche en la que, celebrando su cumpleaños en familia, recibió la visita de Mick Jagger. Aquel verano de 2016, además de sus mil aristas, el Lobo se convirtió en el uruguayo que le dio agua de la canilla al líder de los Rolling Stones. La anécdota dio la vuelta al mundo.
Luthier autodidacta desde los años 70, abrió su taller en 1984, al que bautizó "El Power", en honor a su padre y al club de fútbol del barrio. Desde allí ha creado tambores que hoy suenan en los lugares más insospechados del mundo, porque "donde hay un uruguayo, hay candombe", comentó. "La cultura se fue desparramando y fue demandando cada vez más. Por suerte, se me dio tener un oficio y una profesión con la música y la fabricación de tambores”, comentó durante el homenaje.
En el acto y ante la prensa, el Lobo habló de los desafíos de vivir del arte. “Para hacerlo hay que ser valiente. Yo soy autodidacta. Aprendí prestando atención y respetando. De eso se trata: de convivir, respetar y enseñar que esto es de todos”, dijo. También recordó a su maestra de tercer año de la escuela Chile, Liz, quien le enseñó a ser responsable de sus actos después de una travesura infantil. E insistió en la necesidad de institucionalizar el candombe como materia en el sistema educativo. “Es nuestro instrumento autóctono,patrimonio de la humanidad. Sin embargo, en mi escuela, en vez de bailar candombe, bailábamos la cueca”, comentó.
"Esto es de todos", comentó al cierre del homenaje. "Agradezco a quienes han compartido conmigo esta labor de llevar nuestra cultura a donde sea. Porque donde hay un uruguayo, hay tambores. Hoy, el Cuareim del Sur es el mundo”, dijo mientras los asistentes aplaudían de pie. Las palmas rápidamente se transformaron en la característica clave, y su "cha cha cha, chá chá" llenó el aire de una suerte de repicar de tambores.
"Mirá cómo grita la hinchada", dijo Núñez hacia el final, mientras los presentes no paraban de pedirle fotos y Manuel, un vecino suyo, lo llamaba para que fuera a celebrar con ellos, como desde años, porque el barrio es su casa. Sin embargo, el Lobo tenía otros planes: con la distinción en mano, dijo que su festejo iba a ser volver a trabajar, porque "no hay mejor festejo que estar al día con las cuentas".
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