Una de las grandes divulgadoras del arte, Emma Sanguinetti acaba de reeditar su colección Pintores Uruguayos que estrenó hace 20 años con Rafael Barradas. Ahora, en versiones actualizadas, vuelven a estar en librerías los cinco volúmenes (Barradas, Joaquín Torres García, Petrona Viera, Pedro Figari y Juan Manuel Blanes) que introdujeron el arte nacional a ya un par de generaciones.
Esa es la excusa para charlar con Sanguinetti, que está superresfriada en el estar de su casa, donde entre tantos libros y tantos cuadros, uno no puede dejar de mirar un afiche original de Roma, ciudad abierta que está raro y es buenísimo.
El regreso de la Colección Pintores uruguayos se celebra el jueves 17 a las 18.30 en el Museo de Artes Visuales. Allí, acompañarán a a la autora, Claudia Amengual y Kairo Herrera. Entrada libre.
Este es un resumen de esa charla de Sanguinetti con El País.
-Estos libros han sido puerta de entrada al arte para muchos. ¿Es consciente de eso?
-Fueron los libros pioneros acá en arte para niños y afortunadamente hicieron mucho camino. ¡No había nada! Y ya pasaron 21 años de la salida del libro sobre Barradas. Por suerte hoy hay un montón de material de pintores para niños. Me enorgullece ese paso del tiempo y la vigencia.
-Y por eso vuelven...
-Estaban todos agotados así que decidimos hacer toda la colección de nuevo pero con un refresh: tapa y diseño interior nuevos, y agregué cositas...
-¿Por ejemplo?
-Cosas típicas del paso del tiempo, como poner palabras y cosas que en aquella época no existían, como tablets, teléfonos inteligentes, esas cosas. Me di cuenta de la vigencia que tenía el contenido y sobre todo los recursos pedagógicos que es lo más importante que tienen los libros. Lo que llamo “aprender a ver”.
-Cuénteme de eso...
-No la inventé yo sino que es una teoría dentro de la pedagogía de la Historia del arte, que da herramientas para la comprensión del lenguaje visual artístico. Entender que cuando estamos hablando de arte hablamos de un lenguaje y como todos los lenguajes tiene sus reglas, sus estructuras, sus verbos y sus predicados. Usted lo sabe por el cine: en nuestro sistema no nos enseñan a ver y así somos analfabetos visuales. Miramos, pero no vemos. Ver es un acto intelectual, un proceso que pone en funcionamiento todo el sistema de la percepción y el bagaje acumulado de conocimiento, y ahí es en donde se hacen las conexiones. Ver es un escalón de interpretación intelectual, justo es lo que no nos enseñan y es vital en tanto vivimos en un mundo de imagen en el que todo es rápido, todo es efímero y no tenemos ni las básicas para decodificarlo. ¡Así te comes cada buzón!, diciéndolo de frente y claro.
-En ese nivel de “analfabetismo visual”, ¿la colección también sirve para adultos?
-Los libros están creados en realidad como una herramienta para niños porque los pensé originalmente para mis hijos. Les compraba los libros tipo Picasso para niños, Velázquez para niños y cuando llegábamos a Figari o Barradas, me tenía que sentar a explicarles todo. Así es que surgió esto pero ya con el primer volumen, el de Barradas, me di cuenta que servía para adolescentes, para padres, para abuelos. Y vi la necesidad que tenían las maestras de tener un buen material que les permitiera cosas dentro del aula. Funcionan para todos.
-La colección tiene una perspectiva histórica, pero ¿cuál es el mejor artista uruguayo vivo?
-Elegir mejores o peores nunca es simpático, pero si me obligan: Miguel Angel Battegazzore y Octavio Podestáestán por encima de todos. Son tipos de verdad. Battegazzore te hace un “Sólido platónico” de Leonardo en una décima de segundo, con 90 años, sin que le tiemble el pulso. Don Octavio agarra un pedacito de chatarra y en dos segundos convierte esa materia arruinada, en algo sublime. En el caso de Battegazzore, tenés todo el influjo teórico: es un hombre de una cultura como la que supieron tener, antes, otros artistas.
-¿Cómo fue crecer en un mundo lleno de arte?
-Mi contacto con el arte es muy temprano. Era inevitable: crecí en una casa con libros y cuadros y con muchos artistas amigos de mis padres. En la dictadura cuando era chica, mi casa era como una especie de centro de reunión y venían Nelson Ramos, Ángel Kalenberg, Podestá, todo el mundo. Los domingos iba la casa de Cúneo y me sentaba ahí en una esquinita mientras mi padre hablaba con el viejo. Era como la cosa más natural del mundo. Y después, por el otro lado, la propia iniciativa que todo eso me despertaba.
-¿Cuál fue el primer cuadro que la impactó?
-En el living había una estancia de Jorge Damiani, aquellas primeras muy metafísicas, y al lado un abstracto total de blanco sobre blanco con corte de Nelson Ramos. Esos cuadros me intrigaban mucho. Desde chica tuve como una fascinación por lo visual. Estaban aquellos fascículos que sacaba El País sobre mitología y me fascinaba leer esas historias ilustradas con las grandes obras de la historia del arte. De ahí salí del mundo del arte nacional, pero mi primer impacto fue Miguel Ángel. Me deslumbró tanto que empecé a leer todo lo que había sobre él. Y ante eso, mi padre y Kalenberg me empezaron a sugerir otras lecturas.
-¿Nunca le interesó pintar?
-Ni pintar, ni esculpir: lo mío no es el hacer, sino la disciplina académica de la Historia del Arte. Pero en Uruguay no había -ni hubo, ni hay- una carrera para eso. Me reconozco autodidacta y eso me gusta. El autodidacta tiene una disciplina que quizás aquel que está dentro de una estructura no tiene. Estar siempre tratando de responder la pregunta que aún no me hicieron.
-Al autodidacta solo lo mueve la pasión y su curiosidad...
-No podés parar porque siempre sentís que hay algo que tenés que saber, algo de lo que querés saber más.
-Y se dedica a la divulgación de eso que aprende...
-Divulgación es una palabra que no gusta mucho en el arte...
-¿En serio? ¿Por?
-Los mundos que tienen que ver con las artes visuales son círculos muy cerrados y este es un país chico, somos muy poco y todos nos conocemos. Y sabemos que es un mundo en donde hay un desarrollo intelectual al que le gusta hablarse en difícil, descollar. Todo aquello que implica hacer subir a la calesita a alguien que no tiene todo ese bagaje no gusta. Así la divulgación está vista como algo superficial. Y es al revés: lo que quiero es, en lugar de cerrar el círculo, abrirlo. Cuanto más personas puedan acercarse y enriquecerse con el arte, mejor. Mucho mejor.