El País con Leonardo Padura: "En Cuba hoy hay una vida cotidiana muy complicada"

Leonardo Padura. Foto: EFE.

ENTREVISTA

El escritor cubano estuvo en Montevideo para presentar "Personas decentes", la novena novela de su detective Mario Conde y que transcurre, en parte, en la efervescencia cubana de 2016

Leonardo Padura. Foto: EFE.

Hacía siete años que el cubano Leonardo Padura, uno de los grandes escritores en español) no visitaba Montevideo. Lo esperaban amigos (nombra a Delgado Aparain, Butazzoni, Blanca Rodríguez) y la gira de prensa por Personas decentes (Tusquets, $990), la nueva aventura de su detective Mario Conde. Lo encontramos en 2016 (con visitas de Barack Obama y los Rolling Stones) y en plena efervescencia en Cuba. Se incluyen, claro, algunos muertos y un caso para Conde que está más viejo pero igual. Este es el resumen de una charla con Padura.

—Esta es la novena aventura de Mario Conde. ¿Qué lo lleva a volver a él?

—Es una manera de poder observar y reflejar la realidad cubana a la altura y la perspectiva de los ojos de un hombre común en la esquina de un barrio. Eso me permite acercarme a la realidad. Al principio no tenía plena idea hasta qué punto podía crear con estas novelas, una especie de crónica de la vida cubana contemporánea. Conde es un año más viejo que yo y desde esa experiencia generacional he escrito todas estas novelas y pienso que seguiré con alguna aventura más con él.

—¿Y cómo es esa relación?

—Un poco complicada y casi paranoica. Una vez íbamos a la mezquita de Córdoba y empiezo a contarle a alguien de mi relación con la religión. ¡Y me di cuenta que contaba una historia de Conde! Y para muchos lectores, Conde es un poco una persona. Así que me preguntan cosas como qué está haciendo Conde, cómo está, cómo está el perro de Conde. Es muy bonito tener esa relación a partir de un personaje que más que una lectura da una cercanía a un universo muy específico. Y eso me pasa también fuera de Cuba por lo que tiene una capacidad de transmitir preocupaciones y obsesiones universales.

—En Personas decentes pone en diálogo 2016 con la primera década del siglo pasado. ¿Por qué?

—Aquellos fueron los años posteriores a la independencia cuando se produce con una intervención militar norteamericana de 1898 en plena guerra con España y entre 1989 y 1902 se decreta la República. En 1906 los norteamericanos vuelven a intervenir hasta 1909 y ahí es cuando arranca la novela. Es un momento en que la Habana está creciendo con inversiones en infraestructuras. Se crea, por ejemplo, el Malecón. ¡Es tan loca esa época en La Habana! En 1912 circulaban más automóviles que en Madrid y Barcelona juntas. Además, en esa locura se suma que en 1910, el cometa Halley supuestamente esto iba a tocar la Tierra y se podía acabar el mundo.

—Y 2016 fue otra locura...

—En 2015 se restablecen relaciones con Estados Unidos y año siguiente van el presidente Obama; los Rolling Stones hacen un concierto histórico; Chanel hace una pasarela; Rápido y Furioso filma una parte en Cuba: el mundo pasaba por La Habana. Circulaba el dinero, había intercambios económicos, académicos culturales y deportivos. Había una gran efervescencia y, como en 1910, todo eso se deshizo. Quería ver conceptualmente cómo grandes expectativas terminan en grandes decepciones porque no ocurre nada nuevo en la realidad cubana.

—¿Cómo es esa realidad?

—Vivimos un momento de gran crisis económica que se refleja en lo cotidiano en dificultades para conseguir alimentos y medicamentos y cortes de electricidad. Esto provocó una respuesta muy puntual: unacrisis migratoria silenciosa, pero constante. Se calcula que por la frontera sur de Estados Unidos ingresaron en el último año entre 170.000 y 180.000 cubanos. Muchos hacen esas rutas terribles de los coyotes por todo México y con niños lo que demuestra los niveles de desesperación. En Cuba, hay una vida cotidiana complicada.

—¿Y usted cómo vive esa vida cotidiana?

—Estoy fuera de Cuba unos cinco meses al año y cuando estoy allá fundamentalmente trabajo. Vivo en un barrio normal de La Habana, en la misma casa donde nací y ahí me comunico con la realidad cubana y veo las expectativas, las frustraciones de una manera muy cercana. Veo la cola de los que están a veces cuatro o cinco horas esperando para ver si pueden conseguir una caja de pollo, aceite o cigarrillos. ¡En Cuba escasean los cigarros!

—¿Hay esperanza?

—Estoy muy pesimista. Siento -como muchos- que se deben realizar grandes cambios por lo menos en lo económico si no hay voluntad política de cambios políticos. Se juntaron, como decimos en Cuba, la peste y el mal olor. Veníamos de Obama en el que la relación más cercana con Estados Unidos hizo que la que la sociedad se moviera, pero llegó Trump y reforzó con muchas medidas un bloqueo que a veces se utiliza como pretexto, pero es real y con efectos reales. Y la pandemia paralizó el turismo. Y más recientemente, una medida absolutamente desacertada como la unificación de dos monedas de curso legal. Se quintuplicaron los salarios pero el precio de las cosas aumentó 10 o 15 veces por lo cual hay una inflación tremenda.

—Usted es un escritor exitoso. ¿Tiene un buen pasar?

—Claro. Siempre digo que los derechos de autor fundamentalmente tienen que servir para poder escribir tu próxima novela sin preocupaciones económicas y eso lo he conseguido. Pero eso no me exime de ver esta realidad y a veces sufrirla.

—En Cuba usted no es difundido oficialmente. ¿Se siente un exiliado dentro de su país?

—En todo caso sería un “insilio”, pero no lo asumo dramáticamente. Toda esta revolución digital hace que determinados controles no funcionen más. Personas decentes se publicó en España el 31 de agosto y al otro día me llama un amigo y me dice “oye, ya me mandaron al celular una copia pirata de tu novela, ¿qué hago?” Y le dije: “Mira, tú eres uno en una lista: dásela a la gente y a los amigos para que la lean”. Y así mucha gente me lee en Cuba en un teléfono, en una tablet o en la computadora. A nivel oficial tengo poca visibilidad pero es un precio que pago por mi independencia creativa. Si escribes con un compromiso político, tu literatura termina siendo autocensurada que es mucho más lamentable que exista un aparato de censura. Escribo lo que necesito escribir de la forma en que necesito escribirlo.

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