Publicada originalmente en 1959 y en episodios, El eternauta es, en su conjunto, una de las grandes obra de la historieta universal.
Una reciente reedición del cómic, a cargo de Planeta Cómic, y el anuncio a comienzos de la semana de que, finalmente, Netflix la adaptará en formato miniserie, la volvieron a poner en el centro de la charla. Lo de Netflix ya se sabía: la novedad es que Juan Salvo, el personaje central de la aventura, será Ricardo Darín.
También se supo que la adaptación que dirigirá Bruno Stagnaro será contemporánea a nosotros y no al tiempo histórico en la que fue escrita por Héctor G. Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López. Aquel Eternauta original de fines de los años 50 partía de un retrato social y económico de la Argentina de entonces (más concretamente de una Buenos Aires que se suma al relato como actor clave). Salvo y sus amigos (Favalli, Lucas, Polsky) tenían en la historieta perfiles que forzosamente tendrán que rehacerse si la adaptación se ubica, tal como fue anunciado, en la actualidad.
Llevar a la pantalla una historia como la de El eternauta tiene elementos de extraordinario potencial y constituye todo un desafío para sus responsables. Pensemos en la concepción visual de la invasión y el diseño de los extraterrestres, y la maquinaria que se pone en movimiento para ocupar la ciudad (en especial por el lado de los ya míticos cascarudos gigantes). También en la puesta en escena de situaciones decisivas como la batalla de la cancha de River Plate y el enfrentamiento del Puente Pacífico.
Juan Salvo es el sobreviviente de una invasión alienígena que fue condenado a viajar en el tiempo. Su testimonio, al comienzo de la historia, es recogido por un guionista que escucha con atención aquello que podría pasar en pocos años. Se trata de una guerra sin cuartel en Buenos Aires contra un poderoso ejército extraterrestre.

El relato comienza con Salvo, su familia y sus amigos, todos reunidos en su casa jugando al truco. De golpe aparece una nevada que mata todo lo que toca y que le exige al protagonista improvisar un traje aislante que le permita salir a la calle. Desde ese momento, Salvo protagoniza pequeñas y grandes batallas contra el ejército invasor, los cascarudos, los gurbos y los Manos, caras reconocibles del ejército rival y quienes a su vez responden ante un entidad superior. El protagonista junto a sus amigos, su esposa e hija y nuevos aliados, se convierte en un hombre clave en esa lucha que como se intuye desde un primer momento, no parece destinada a un final feliz.
El Eternauta se editó entre 1957 y 1959 en la revista Hora cero semanal. Esa publicación era propiedad de Oesterheld y allí el guionista escribía distintas historietas para las que formaba equipo con verdaderos monstruos del medio, como Hugo Pratt o Alberto Breccia. Poco después de su lanzamiento, El Eternauta se convirtió en uno de los mayores atractivos de la revista. Los sólidos dibujos de Solano López y la atrapante aventura de Osterheld fascinó a los lectores, queredescubrían Buenos Aires como el epicentro de una fantástica batalla.

En sus años de mayor producción, Oesterheld fue clave en el mercado de las historietas en Argentina, no solo por Frontera y desde allí lanzar distintas revistas, sino también por escribir cómics imprescindibles.
Debido a su militancia en Montoneros, Oesterheld pasó a la clandestinidad. Sus cuatro hijas habían sido desaparecidas y solo su mujer Elsa quedaba en la casa familiar. Escondido en viejas redacciones, fue en esa instancia en la que escribió El eternauta II. Tanto esa secuela como la remake del cómic original, dibujada por Breccia, contenían una lectura política evidente. El autor fue capturado el 27 de abril de 1977 en La Plata y fue asesinado en 1978.
La intención de llevar a Juan Salvo a la pantalla grande fue un proyecto que pasó por varias manos, pero fueron dos las personas que más cerca estuvieron de concretar el film.
Adolfo Aristarain en varias ocasiones mostró su entusiasmo por dirigir una versión del cómic. En 2008, Lucrecia Martel fue convocada para dirigir una adaptación en la que tentativamente iba a participar la productora de Pedro Almodóvar. Sin perder tiempo, la responsable de La ciénaga comenzó a trabajar en el título: “Hice el esfuerzo de adaptar la historia, junto con otra gente, con mucho fervor. Comparadas con ese entusiasmo, la decisión de los productores de no hacerla fue miserable”.
Y ahora, amparado por Netflix, Juan Salvo y los suyos saldrán a combatir una invasión que ameritará renovación.
En base a La Nación/GDA
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