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¿Por qué Tom Cruise es el mejor actor de Hollywood y cómo hizo para convertirse en un artista del cine?

Esta semana se estrena "Misión imposible: Sentencia mortal parte 1" en la que la estrella vuelve a ser Ethan Hunt y a hacer las más arriesgadas acrobacias

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Tom Cruise en Cannes

Ya habrá tiempo de hablar de Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1, la séptima entrega de la saga del agente internacional Ethan Hunt, que 25 años después de inaugurada es una de las franquicias más exitosas.

Eso se debe en buena parte a la presencia en cargos decisorios de Tom Cruise, la última gran estrella del cine mundial. Y el más grande actor de este tiempo.

A menudo se asocia a los grandes intérpretes con cierta impostación británica o un naturalismo neoyorquino, una visión que ha formado la percepción de lo que es una buena actuación. Se suelen saludar transformaciones corporales (De Niro), concentración extrema (Day-Lewis) o peligrosas posesiones (Carrey) como recursos actorales certificados.

El método de Cruise es también ir por todo, haciendo del héroe de acción un concepto artístico. Se compromete con sus personajes.

Ese es el gran combustible de toda su trayectoria y, claro, de esta primera parte de Sentencia mortal que se estrena el jueves en Uruguay en simultáneo con un lanzamiento global que será de los más grandes del año. Empezó en el Festival de Cannes, donde en 2022 había presentado Top Gun: Maverick, una de las grandes películas de su carrera.

Circula como parte de la promoción de esta nueva Misión Imposible, un “detrás de cámaras” del rodaje de la escena más espectacularde varias: un salto de Cruise en motocicleta al vacío de unos acantilados noruegos, una caída libre que a último segundo se vuelve salto en paracaídas. El no precisa doble de riesgo y uno imagina el deducible de ese seguro.

El clip muestra el grado de preparación, concentración, logística y locura que hay que manejar para intentar algo así. Son meses de pruebas controladas, ensayos y unos 500 saltos en paracaída, incluyendo los seis que él y el director necesitaron para conseguir la toma definitiva que se ve en la película.

Es también un niño chico (como James Cameron) jugando a lo que más le gusta: manejar un caza o quedar colgado de un avión en pleno despegue.

Por eso, Cruise es un artista. Un Buster Keaton en esteroides, acróbata genial comprometido con las rutinas más ingeniosas (o arriesgadas) posibles.

Y está su figura pública que incluye conductas estrafalarias, reclusión que solo rompe para promocionar lo suyo, y una impactante capacidad para disimular el paso del tiempo. Está hecho del material con el que se fabrican las estrellas.

Sus películas, poco más de 40, han recaudado -en Estados Unidos solo- unos 4.000 millones de dólares, unos 100 millones de promedio. El dato es importante porque la obra de Cruise solo está completada si se convierte en un taquillazo.

Perdón por hablar de plata pero el año pasado Top Gun Maverick recaudó 1.400 millones de dólares y fue la gran consagración del método Cruise. Para hacer esos números aporta un compromiso total con la campaña de marketing que lo lleva a deslumbrar Cannes. Lo hace con la misma amabilidad profesional que conjuga método de trabajo y figura pública.

Se suele decir como un premio consuelo (que no se necesita) que “cuando quiere” Cruise es un buen actor. Se tiende a mencionar sus películas prestigiosas: Magnolia de Paul Thomas Anderson, Nacido el 4 de julio de Oliver Stone, Jerry Maguire de Cameron Crowe, los tres papeles por los que estuvo nominado a mejor actor. U Ojos bien cerrados de Stanley Kubrick, un director tan obsesivo como él que consiguió una aparente profundidad trabajando desde el estereotipo.

Está muy bien en cualquiera de ellas y demuestra un abánico al que parece no recurrir en sus películas más visibles. Habrá otra exigencia pero Cruise demuestra que es un gran actor peleando arriba de un tren bala o atravesando una París cerrada solo para él, en una moto y sin casco.

Todo eso, de antemano está en Misión Imposible: Sentencia mortal Parte 1. Habrá que esperar hasta 2024, si la huelga de escritores lo permite, para saber cómo termina la historia.

Lo que cambia esta vez es el villano que esta vez no es un señor algo loco pero de carne y hueso, sino una Inteligencia Artificial que atiende como Entidad, nombre mesiánico que anuncia amenaza. La máquina toma una decisión consciente y generaba un conflicto geopolítico que nos pone al borde la extinción.

Para salvarnos, una vez más, está Tom Cruise en modo Ethan Hunt y la troupe de leales secuaces entre los que vuelven a estar Luther Stickell (Ving Rhames) y Benji Dunn (Simon Pegg) e Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) y la Viuda Blanca (Vanessa Kirby). Esta vez son rehenes del intento de la máquina por acabar con Hunt quien es, pretenciosamente, el único obstáculo para conquistar el mundo.

Dirige Christopher McQuarrie responsable de las últimas y quizás las mejores entregas de una saga que incluye a grandes directores como Brian de Palma (la primera); John Woo (la dos); JJ Abrams (la tres) y Protocolo fantasma (Brad Bird, la de Dubai).

McQuarrie es el compinche de los inventos de Cruise. Se conocieron en 2012 y ya lo dirigió en la saga en Nación secreta y Repercusión, que es de 2018 e incluye esa moto suelta en París.

Hay una anécdota sobre cómo Cruise consiguió filmar la escena en la fachada en el edificio más alto de Dubai: cada vez que contrataba a un especialista que le decía que era imposible, lo echaba y buscaba otro. Se quedó con el que le dijo que se podía hacer.

Y eso es lo que hacen los grandes artistas.

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