Adriana Aizemberg, una de las actrices más queridas y respetadas de la escena argentina, murió este lunes a los 86 años. Con una carrera que abarcó teatro, cine y televisión, trabajó en títulos inolvidables y compartió escenario con figuras como Antonio Gasalla, Norma Aleandro y Graciela Borges. La noticia fue confirmada por la Asociación Argentina de Actores.
“Con profunda tristeza despedimos a Adriana Aizenberg, actriz y exdirigente de nuestro sindicato, quien desarrolló una prestigiosa y amplia trayectoria artística. Enviamos nuestras sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos”, expresó la entidad en X.
A pesar de haber mantenido siempre un muy bajo perfil, Aizemberg supo construir una sólida carrera y ser reconocida por el público, que pudo disfrutar de sus exquisitas interpretaciones tanto en programas populares de televisión como en películas que son consideradas entre las mejores de nuestro cine.
Aizemberg nació el 1 de diciembre de 1938 en Santa Fe y a pesar de que gran parte de su vida transcurrió en Buenos Aires, se consideraba una “santafecina de ley”. Aunque su familia no estaba ligada directamente al mundo del espectáculo, desde pequeña le inculcaron el amor por el arte y la cultura. Y según ella contó a La Nación, siempre quiso actuar.
Una visita que cambió su vida
En una entrevista concedida al sitio Espacio Cine, explicó: “Mi papá, además de ser odontólogo, estaba muy ligado a la cultura. Su hermano era médico también. Gente trabajadora y estudiosa, como judíos que eran. Muy cultos. Él ingresó a la carrera de Artes una materia nueva para enseñarle a los estudiantes cómo era la musculatura de la cabeza. Así fue que conocí a muchos poetas y actores, porque venían a mi casa”.
Una de esas visitas marcó su destino: la del grupo teatral Fray Mocho, que dirigía Oscar Ferrigno. Su padre los alojó en una casita que la familia tenía a una cuadra de la playa. “Era la época de auge del teatro independiente. Cuando presencié varias de sus puestas en escena ya no tuve dudas. Yo quería subirme a un escenario y componer los más heterogéneos personajes", rememoró.
"Por aquellos tiempos estudiaba arquitectura, además de declamación, que era casi la materia obligada que las madres imponían a sus hijas, pero decidí jugarme una carta brava y me vine a Buenos Aires a tentar suerte”.
“Comencé a estudiar en la escuela del Fray Mocho y un buen día debí reemplazar a una integrante del elenco que representaba Historias para ser contadas, de Osvaldo Dragún. De aquellos tiempos, en la década del sesenta, hasta hoy, no paré de trabajar".
Estudió teatro con Augusto Fernandes, y con él compartió la experiencia fundacional del grupo ETEBA. También integró el elenco estable del Teatro San Martín y el grupo Gente de Teatro, de David Stivel.
Carrera en teatro y televisión
A lo largo de su exitosa y extensa carrera, trabajó en los escenarios más importantes de Argentina. Entre las numerosas obras teatrales en las que participó se destacan La leyenda de Pedro, Seis personajes en busca de un autor; El violinista en el tejado, entre muchas otras.
Su debut en cine fue con un pequeño personaje en Todo sol es amargo, aunque tuvieron que pasar varios años para su regreso a la pantalla, en 1975, con la película La Raulito, de Lautaro Murúa.
"Luego actué en Plata dulce, de Fernando Ayala, y más acá en el tiempo, trabajé en dos películas que me brindaron premios, halagos del público, de la crítica y de los espectadores: El abrazo partido, de Daniel Burman, y Mundo grúa, de Pablo Trapero", repasaba.
De hecho, en los años noventa se convirtió en una de las actrices más convocadas por los entonces nuevos realizadores. “Yo no hacía mucho cine hasta que me empezó a llamar Burman. Esa gente eran compañeros de la facultad de mi hijo y yo iba de vez en cuando para hacer escenas, les decía, ´Chicos, cualquier cosa que necesiten, estudio lo que me digan y voy’. A mí me servía también trabajar con esa gente joven“, explicaba.
Aizemberg trabajó en tiras y con Gasalla
En televisión y en producciones para plataformas, se destacó en decenas de ficciones y programas humorísticos. Uno de ellos fue El mundo de Antonio Gasalla, donde se lució junto a Juana Molina, Norma Pons, Carlos Parrilla, Verónica Llinás, Atilio Veronelli, Daniel Aráoz, Roberto Carnaghi,y otros.
“Eso fue divino porque a mí él me encantaba. Nos divertíamos muchísimo. Antonio me había visto en una obra en la que yo hablaba como española y aparecía colgada de una soga. Cuando me vio dijo: ‘A esta la quiero, si puede hacer esto puede hacer cualquier cosa’. Él era exigente con sus cosas porque no ensayábamos, pero conmigo nunca tuvo un sí ni un no. Me decía: ‘Andá al vestuario a elegirte la ropa’. Y yo me ponía cada cosa que no te puedo explicar. Cada sombrero… Torcía la boca y le decía '¿Qué te parece si hablo así?’, rememoró.
Otros programas televisivos y ficciones para plataformas de los que participó fueron El encargado, Planners, Poliladron, Mujeres asesinas, Loco por vos, Los exitosos Pells, Vulnerables, Signos, Amas de casa desesperadas y La bonita página.
También fue convocada en varias oportunidades para trabajar junto al clan comandado por Stivel en el emblemático ciclo Cosa Juzgada y en distintas obras de teatro: “Trabajé mucho con ellos. Me llamaban siempre para hacer papeles chicos, en cualquiera de las obras. Tenía un vínculo con Norma Aleandro y Alfredo Alcón, que estaban medio en pareja. Con Norma después hice televisión y teatro. Era un grupo muy exquisito, gente muy culta que trabajaba mucho".
Despedida en redes y vida privada
Aleandro se convirtió con el tiempo en una de sus grandes amigas. Otra de ellas, Ana María Picchio recurrió este lunes por la noche a sus redes para despedirla. “Adri, todavía estás cerquita y nos escuchás. No tengas miedo... Todos tus compañeras y compañeros estamos con vos. Te amamos”, escribió junto a una foto.
“Te vamos a extrañar, y siempre te voy a llevar entre mis recuerdos de admiración y cariño”, comentó Graciela Borges en el posteo.
Aizemberg mantuvo siempre su vida personal alejada de las miradas indiscretas. Se casó con su colega, Carlos Moreno, su gran compañero de vida, y en 1972 dio a luz a su único hijo, Rodrigo, hoy director de cine.
“Pensé que Rodrigo iba a ser actor, ya que le resultaba muy fácil imitar y decir cosas (...) Todas sus películas me gustan”, contaba, orgullosa.
También le gustaba recalcar que, a pesar de ser una de las actrices más reconocidas y queridas del ambiente, y de que el teatro era “su gran y verdadera pasión”, también amaba cantar. “Fue en Houdini; en Nenucha, la envenenadora de Monserrat y en Eva, donde pude darme el lujo y el placer de cantar, esa condición que me había nacido en el coro de mi Santa Fe natal", recordaba.
(Mariano D'Andrea, La Nación/GDA)
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