"Hoy estoy más lúcido”, dijo James Gunn. “Ayer iba a morir, estaba agotado”. Faltaban dos semanas y en ese momento, él tenía la esperanza de que la película conectara con el público -y sin duda lo hizo: Superman se estrenó el pasado fin de semana con una recaudación de 125 millones de dólares en la taquilla doméstica y obtuvo una calificación de A- en CinemaScore por parte de la audiencia. Es la más vista en Estados Unidos.
Aun así, ese éxito apenas le permite dormir más tranquilo. “Porque esta es nuestra primera película de DC y además soy el jefe del estudio”, dijo, “no he tenido un solo día libre en meses”.
Conocido por dirigir la trilogía de Guardianes de la Galaxia para Marvel, Gunn fue atraído por DC Studios en 2018, cuando Marvel lo despidió temporalmente por unos tuits resurgidos del pasado. Aunque luego fue reincorporado para concluir Guardianes, su trabajo en proyectos de DC como The Suicide Squad y Peacemaker impresionó al director Warner Bros. Discovery, David Zaslav, quien lo eligió para liderar DC Studios junto al productor Peter Safran.
“Siempre he tenido el deseo de crear un universo ficticio”, dijo Gunn, de 58 años. “Tuve destellos de eso con Guardianes y el universo cósmico de Marvel, pero desde que asumí DC supe que iba a tener que volverme loco durante los primeros años”. Ese compromiso implicó manejar múltiples proyectos importantes a la vez: en un momento, Gunn estaba filmando simultáneamente Superman (protagonizada por David Corenswet) y la segunda temporada de Peacemaker (con John Cena y Jennifer Holland, esposa de Gunn), mientras supervisaba otros futuros proyectos de DC como Supergirl: Woman of Tomorrow, prevista para el próximo año.
“También tuve que aceptar que no puedo hacerlo todo”, comentó. “Doy notas sobre todos esos otros proyectos, pero no puedo microgestionarlos”, aunque admitió: “Siempre quiero hacer más. Ha sido difícil establecer ciertos límites”.
Aquí, algunos extractos editados de nuestra conversación:
—Has dicho que Superman es la película más difícil que has hecho.
—Sin duda. La otra más complicada fue la primera de Guardianes, porque estaba creando un tono muy distinto al que estábamos acostumbrados a ver en el cine, y había mucha incertidumbre al respecto.
—¿Cuál fue el equilibrio tonal más difícil de manejar?
—Superman no es el tipo de personaje con el que suelo trabajar. Normalmente mis historias tratan sobre almas atormentadas que poco a poco descubren algo bueno dentro de sí mismas. Eso no ocurre con Superman. Es casi lo contrario: es un alma pura, buena y sin conflictos internos, que de pronto descubre algo perturbador y tiene que enfrentarse a ello. No es cínico, no es irónico; es auténtico y de buen corazón.
—Aun así, aunque Superman es sincero, no carece de personalidad en esta película. No es estoico.
—Creo que ahí es donde la gente se confunde con él: dicen que es un Boy Scout o un ingenuo, pero eso no significa que no tenga defectos. Es un poco terco, es idealista -lo cual es positivo hasta cierto punto-, pero también puede ser problemático cuando tienes una relación con una persona que ve el mundo de forma mucho más utilitaria. Se molesta con algunas cosas. No quiere que lo vean como inferior.
—En todas tus películas de superhéroes has mostrado preferencia por personajes poco conocidos. Superman también tiene algunos, como Mister Terrific (Edi Gathegi) e incluso Krypto, el superperro, que uno no esperaría ver en una película como esta.
—Sí. Me encantaba Mister Terrific en los cómics; fue un placer incluirlo. Me encanta la idea de que ahora todo el mundo conozca a Krypto. A la gente le encanta el perro.
—Fuiste firme en usar CGI y no un perro real. ¿Por qué?
—Soy muy cuidadoso con eso, porque no siempre es justo para los animales -o para los niños- estar en un set. Es especialmente difícil imponer la fama a los niños, que es algo que mucha gente desea, aunque muy pocos que la tienen creen que realmente sirva de algo.
—Te gusta rescatar personajes marginales y darles protagonismo, pero Superman es lo opuesto.
—Me resulta más fácil escribir personajes con más filo, y eso es lo que tuve que descubrir sobre Superman: él también tiene un filo, solo que es diferente del que percibía. Además, con estos héroes clásicos de los cómics, todo el mundo tiene una idea preconcebida de lo que deben ser Batman o Superman. Pero si tomo un personaje como Groot, puedo moldearlo como quiera. Quizás cinco personas se quejan de que lo cambié del cómic. Con Superman no puedes hacer eso. Hay elementos que son parte esencial del personaje y no se pueden quitar. Otros generan división, como los calzoncillos rojos. No hay forma de acertar con eso: el 40% los odia y el 60% cree que son imprescindibles.
—¿Superman adquiere un nuevo significado al estrenarse este año?
—Hay un entusiasmo especial por la película porque la gente se siente muy mal con el mundo. Y eso, en realidad, apesta un poco: saber que la gente está emocionada por tu película porque se siente mal consigo misma. Hay cosas por las que uno se siente agradecido -como que Isabela Merced apareciera en The Last of Us y ayude a vender la película-, pero no es que uno diga “Gracias a Dios que el mundo está tan mal que necesitan a Superman”.
—Una persona que definitivamente no necesita a Superman es Lex Luthor. Me sorprendió que tenga tantos aliados que creen que Superman debe morir.
—Pero imagina que un alienígena llegara a nuestro planeta. ¿No crees que habría personas que pensarían “Hay que matarlo”? En el caso de Lex -y me encanta el personaje-, él es el hombre más inteligente del mundo, y de repente aparece este tipo en traje de payaso, guapísimo y con una sonrisa arrogante. De pronto, ese es el “gran hombre”. Ya no es Lex Luthor, es Superman. Y Lex racionaliza eso creyendo que protege a la humanidad eliminándolo. Su envidia se convierte en una supuesta misión divina. Ha manipulado sus propios sentimientos para justificar su mala conducta. Pero lo entiendo. No quiere quedarse obsoleto.
—Has estado muy expuesto durante esta gira de prensa. ¿Te reconocen mucho?
—Sí, todo el tiempo. Y desde que tengo el pelo blanco, más aún.
—¿Querías ese tipo de fama cuando eras joven?
—Muchísimo. Estoy recibiendo lo que quería pero mi actitud ha cambiado. Vengo de una familia muy disfuncional, y creo que quería ser famoso para encontrar una forma de que la gente me quisiera. Con el tiempo entendí que eso no te hace sentir amado; al contrario, te hace sentir peor. Recibir mucha atención, puede ser estimulante, pero no significa nada.
Kyle Buchanan, The New York Times.
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