ESTRENO

Es como la contratación del año, se supone, la llegada de Dwayne Johnson, una de las estrellas más rentables del cine mundial, al universo de DC Comics. Es, en realidad, su segunda entrada en ese canon después de ser la voz de Krypto, el perro de Superman, en DC Liga de mascotas.

Black Adam tiene otra presencia.

Es un personaje menor en el universo DC, creado en 1945 y desde la década de 1970, dicen, se ha vuelto un némesis recurrente de Shazam!, otro que hace poco tuvo película. A juzgar por la escena entre créditos (un recurso de este tipo de productos) queda claro que en el cine va tener un rival de altísima gama.

Deja claro, además, la idea de que esto es recién el comienzo y es lo que se llama una historia de origen sobre este nuevo personaje que llega a la flota. Sabemos que viene de una cultura antiquísima y después de ser condenado a 5.000 años de prisión vuelve para liberar a su pueblo de la opresión de una multinacional mercenaria.

No todos tienen muy claro sus buenas intenciones y en un ejemplo de flagrante intervencionismo, es atacado por La Sociedad de la Justicia, una liga menor en la que mandan Hawkman (Aldis Hodge) y Dr. Fate, que es medio un Dr. Strange con la cara de Pierce Brosnan; sus subordinados son Cyclone (Quintessa Swindell) y Atom Crasher (Al Rothstein) que es el alivio juvenil y divertido.

Bueno, pasan cosas: básicamente batallas que el director español Jaume Collet-Serra, la misma definición del artesano, presenta con un montón de efectos de computadora y no mucha originalidad; al puesto lo convocó Johnson después de conocerlo en la olvidable Jungle Cruise.

Lo que Black Adam ofrece para el espectador neófitos en esas cosas, es un espectáculo impersonal, lleno de colores. Los conocedores, sin embargo, la podrán disfrutar encontrando referencias, por ejemplo, con el comic original u otras películas de este universo ya que está llena, aparentemente, de referencias como para llenar una trivia. Pero eso la convierte en otra experiencia.