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Cómo volver a mirar y pensar "Nueve reinas", la película que cambió el nuevo cine argentino

Se reestrena en cine en versión restaurada en 4k y sonido Dolby de la película que hizo de Ricardo Darín, Gastón Pauls y Leticia Brédice dirigidos por Fabián Bielinsky

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Darín, Pauls y Brédice en "Nueve reinas"

Nueve reinas es un símbolo de su época, el comienzo de un “nuevo nuevo cine argentino” y de la carrera “seria” de Ricardo Darín y el encuentro, a la corta, fugaz, con Fabián Bielinsky, un director y guionista promisorio que sólo pudo confirmar su potencial en una película más (la inquietante El aura) antes de morir, en 2003 a los 50 años. Ya es un montón.

El reestreno de Nueve reinas, este jueves en cines, pantalla ancha y restauración 4K, es una buena excusa para detallar algunos de sus méritos y pensarla desde todo lo que ha pasado en Argentina. Están cambiados, puede pensarse, aunque no tanto.

“La digitalización de la película se hizo a partir de un escaneo cuadro a cuadro del negativo original de imagen de 35mm, conservado por la productora y el Museo del Cine de Buenos Aires”, se explica oficialmente. “Bajo la supervisión de Marcelo Camorino -el director de fotografía de la película- se realizaron trabajos de limpieza y restauración digital y una nueva corrección de color con el objetivo de recuperar los rasgos originales”.

El encargo fue de la productora Patagonik que lo presentó en San Sebastián. Se anuncia, también, que “la restauración del sonido, realizada en los Países Bajos fue a partir de la digitalización del Dolby Digital”.

Escrita por Bielinsky, Nueve reinas sigue (y no sé si no es repetitivo contarlo) a un grupo de estafadores bien porteños que intentan engatusar a un filatelista español con la plancha de estampillas que da título a la película. Al frente parece estar Marcos (Darín), a quien secunda Juan (Gastón Pauls), un aprendiz con agenda propia. Por ahí anda Valeria (Leticia Brédice), que es la hemana de Marcos y que representa, en su tailleur apretado y modales contenidos, una modernidad fría, implacable, sin sentimientos. Lo mismo puede decirse del hotel Sheraton de Puerto Madero, utilizado como locación poco antes de ser inaugurado y que funciona con sus columnas, grises y vidrios, como un símbolo de lo que se viene.

Es, podría estar diciendo, la Argentina que dejan los dos gobiernos de Carlos Saúl Menem, y la que casi simultáneamente con el estreno de Nueve reinas estallaba con la crisis de 2001. Una Argentina moderna que en realidad iba a seguir siendo una cueva de “descuidistas, culateros, abanicadores, gallos ciegos, biromistas, mecheras, garfios, pungas, boqueteros, escruchantes, arrebatadores, mostaceros, lanzas, bagayeros, pequeros, filos”, como se detalla en un montaje de las faunas urbanas.

Nueve reinas es, así, una reflexión sobre una decadencia moral camuflada en la apariencia de una potencia. La ciudad de Buenos Aires, caótica, es retratada con un inclemente cariño. Allí todo es una trampa.

La película impulsó la carrera de Pauls y Brédice, pero definitivamente consagró al otro. Estaba clara la ética de trabajo de Darín: había sido un actor infantil y atravesado la transición de galancito a galán maduro con una dedicación profesional completa y la dignidad intacta.

Era, incluso, parte de la farándula argentina con romance con Susana Giménez y un par de escándalos mediáticos-judiciales en el camino. De eso también había salido ileso.

Las primeras señales de su recorrido a un actor importante las dio —quizás porque aún importaba la certificación del cine— con Juan José Campanella en El mismo amor, la misma lluvia, una comedia también bien porteña.

A partir de su Marcos, ese crédulo de barba candado que es menos vivo de lo que cree, Darín construyó una carrera que incluye participación en las grandes películas del cine argentino: El secreto de sus ojos y Argentina 1985, por ejemplo. Y se podrían mencionar, y se va a hacer, El hijo de la novia, también de Campanella, y Relatos salvajes de Damián Szifrón, donde interpretó al Bombita, el ingeniero que se pone como loco.

Como él, Marcos es un gran personaje que funciona como un símbolo de ese mundo que va empujado por la prepotencia de una generación con cara de nieto bueno. Es el último de los porteños del siglo XX. El peligroso es Juan.

Junto con Darín, el cine argentino encontró allí una forma propia que internacionalizó con una tendencia a lo clásico en las formas narrativas en paisajes del microcentro Nueve reinas es un heredero refinado y renovador del cine de género del otro lado del río. Eso lo vuelve un camino lateral -el más popular- del llamado nuevo cine argentino, cercano al clasicismo americano. No es casual que Hollywood le haya comprado la idea y no es casual que la hayan arruinado.

Más allá de esos apuntes, la experiencia de poder ver, desde este jueves, Nueve reinas en un nuevo esplendor 4K de pantalla grande, es volver a un cine, volver al cine.

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