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Entrevista

El artista uruguayo que se fue hace más de 60 años y con quien ahora se salda una vieja deuda

El jueves 23 se inaugura "Antología", una retrospectiva de José Gamarra en el museo del Parque Rodó y que incluye obra de una carrera elogiada y que ahora llega a Uruguay

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José Gamarra
Foto: Pascal Milhavet<br/>

"No se puede entender la historia del arte producido en el Uruguay sin el aporte del maestro José Gamarra, y esta opinión es unánime”, escribe el director del Museo Nacional de Artes Visuales, Enrique Aguerre, en un texto que acompaña la presentación de Antología, la retrospectiva de Gamarra que se inaugura el jueves.

Y como dice Aguerre, es una manera de saldar una deuda con un creador único que desarrolló casi por completo su obra en Francia y no siempre fue atendido en Uruguay.

La biografía oficial indica que Gamarra nació en Tacuarembó en 1934. Estudió en la Escuela de Bellas Artes y en 1959 obtuvo la beca del Museo de Arte de Río de Janeiro para trabajar en grabado con Johnny Friedlaender e Iberé Camargo. En 1960 se instaló en Brasil como profesor de pintura y frescos en el Instituto de Arte Contemporáneo. En 1963 se radicó en Francia donde vive y trabaja desde entonces.

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Obra de José Gamarra.
Foto: Pascal Milhavet

La muestra es parte de un proceso de recuperación local de Gamarra que incluye la donación de 31 obras al MNAV y la edición de la exhaustiva e ilustrada monografía escrita por Heber Perdigón.

Antología permanecerá abierta hasta el domingo 21 de mayo de 2023 de martes a domingos de 13.00 a 20.00.

—Al fin una muestra abarcativa de su obra en un museo de Uruguay. ¿Cómo lo vive?
—Hace tiempo que pensamos que tenía que realizarse esta exposición, así que es todo fantástico para mí. Se puede ver todo el desarrollo en el tiempo de la expresión como yo la interpreto, y que era una forma diferente a la que se practicaba en Uruguay.

—¿Cómo se reestableció su vínculo con Uruguay?
—Trabajamos para eso. En todos los años que llevo en Francia, era evidente que lo que faltaba era mostrar en Uruguay lo que uno hizo en el extranjero. Esto consolida todo y para mí es extraordinario.

—¿Por qué se demoró tanto?

—No tengo claro por qué no se hizo antes. No es una una crítica, pero es señalar un problema. La gente sabía exactamente cuál era la recepción de mi trabajo aquí en Europa. Ni bien llegué, participé en una serie de exposiciones y con la adquisición del gobierno francés que te premiaba, te daba la beca y te compraba los cuadros. Quiere decir que lo que quedaba por hacer era trabajar.

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Ordem e Progresso de José Gamarra
Foto: Pascal Milhavet

—Su última muestra importante en Uruguay fue en 1972. ¿Cómo recuerda aquella exposición en la galería de Enrique Gómez?

—Diría que con la misma emoción. En esa época yo ya era un creador diferente, lo que me llenaba orgullo. Ya entonces mi obra se separaba de todo lo que se estaba haciendo.

—¿Cómo?
—Lo mío es pintura que puede leerse: algo que entiende todo el mundo. Primero ataqué la cuestión de los signos. Como un juego y un poco apoyándome en lo que hacían los otros. No se avanza si no es con la influencia que pueden tener otros sobre uno. Para lo de los signos fue muy importante, por ejemplo, el contacto con la pintura de Klee. Es un ejemplo de lo importantísimo que es la sensibilidad del movimiento de la mano a través de lo que uno está plasmando en la tela.

—Hay algo muy lúdico siempre en su obra...

—Exactamente, y aún lo sigo reafirmando. La pintura a veces no quiere marchar y entonces uno la deja y al otro día descubre cuál era el problema. Es por eso que digo que el cuadro a veces se hace solo.

—Ya que estamos ante una retrospectiva. ¿Cuándo entiende que, en una carrera que abarca 80 años, encontró su propia voz?

—Con la recepción del público, de las colecciones, de los museos. Es como que si te dieran un inyección de entusiasmo. Ya al poco tiempo de llegar acá empezó a manifestarse el interés por mi trabajo.

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Comenzando como un simple paysaje de José Gamarra
Foto: Pascal Milhavet

—¿Cómo era el París de comienzos de la década del 60, el París que lo recibió, y como ve su aporte?

—Pasaba lo que también pasaba en Montevideo. O sea, se pintaba llevado por lo que se pintaba internacionalmente. Lo que yo aportaba era, digamos,, una manera diferente de hacer el cuadro, aplicando precisamente esa especie de juego. Al mismo tiempo la aproximación con Tapies que cuando estuvo en Montevideo trajo el informalismo. Yo lo interpreté diferente y aproveché la materia que usaba Tapies a hice mis signos ahí. De ahí viene el juego: cómo hacer algo que casi se manifiesta solo.

—Y dentro de ese juego está lo político que es algo que marca su obra.

—Era una especie de raconto de lo que estaba pasando. En ese momento lo vengo a realizar aquí en Europa pero ya lo traía desde mi estadía en Brasil. Todo eso lo viví allá y todo toda esa manera de crear viene de las situaciones que se vivían en ese momento.

—A pesar de que hace 60 años que vive en París, ¿dónde nota lo uruguayo y lo europeo de su obra?

—Es difícil, pero yo adopto la teoría de que nada surge si no es en base de lo que han hecho los otros. Quiere decir que de varias posiciones de la figuración uno va a escoger una que le conviene, la que encuentra que está hermanada con un espíritu personal.

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