Mariana Lebrija Clavel, El Universal/GDA
El ecólogo microbiano Jake Robinson advirtió sobre los beneficios y daños que la plantación de árboles puede traer a los ecosistemas. Con esto se refirió a las iniciativas de algunas organizaciones y empresas que carecen del conocimiento adecuado para llevar a cabo ciertas plantaciones.
En su obra "Treewilding", Robinson trató de reivindicar la correlación árboles/humanidad a través de un desgarrador análisis que evidencia que, aunque los bosques pudieron sobrevivir a extinciones y períodos glaciares, ahora comienzan a claudicar ante la inconsciencia de los seres humanos y su tala excesiva.
Desde su génesis, los árboles se enfrentaron a una etapa, relativamente tranquila, hasta 334 años después, cuando ocurrió la extinción de los dinosaurios, sin embargo, lograron subsistir, lo mismo que con los periodos glaciares, en los que el hielo cubrió hasta la cuarta parte del territorio terrestre.
No fue sino hasta el Neolítico, alrededor de hace 12 mil años, cuando la agricultura se convirtió en la fuente de existencia más importantes de las civilizaciones, que los árboles comenzaron a cobrar los efectos del antropocentrismo, aunque en esa época no era conocido de tal manera.
La tala se convirtió en la opción para que los agricultores pudieran hacer espacio en la tierra para los cultivos y la colocación de ganados y el impacto de la tala de árboles no comenzó a cuantificarse sino hasta 300 años; a partir de ese momento se dio a conocer que los bosques habían perdido 1.500 millones de hectáreas, equivalente a un 37% de la cubierta forestal total, cifra que va en aumento.
Para el ecólogo es importante puntualizar acerca del impacto que la pérdida de árboles está generando en nuestros hábitats, pues la tala genera efectos muy graves tales como la desertificación, el riesgo de inundaciones y la pérdida de biodiversidad.
Con la deforestación, la humanidad es la única perjudicada, pues genera que el contacto entre las personas y especies silvestres sea más directa y esto aumenta la probabilidad que surjan enfermedades zoonóticas, a través de animales portadores de peligrosos patógenos.
Sin embargo, el especialista precisó que la solución no estriba en iniciativas como la plantación de árboles para compensar la tala, como se ha llegado a creer; tanto así que a partir de la década de los noventa, la superficie de bosques plantados aumentó de 170 millones de hectáreas y, a partir del 2020, creció en un 293 millones de hectáreas.
La explicación está en que las organizaciones, preocupadas por neutralizar la huella de carbono que generan sus construcciones, plantan grandes cantidades de árboles de forma irresponsable, ya que no cuentan con las estrategias precisas para beneficiar a los bosques.
Un caso reiterativo es que se suele plantar solo un tipo de árbol, los cuales son descritos por Robinson como "monocultivos". ¿Cómo es que los monocultivos afectan a la biodiversidad?, estos reducen la variedad de especies animales y faunáticas que pueden sobrevivir en ese tipo de bosque.
De igual manera, un mismo tipo de árbol puede ser víctima de una misma enfermedad, la cual se propaga a tal grado que acaba con todo un bosque y la plantación resulta contraproducente.