Juan Amato se ríe cuando piensa en todo lo que ha ido conquistando en estos años. Siempre le gustó cantar y estudiar, pero en los últimos años decidió dar el paso para dejar de imaginarlo y empezar a vivirlo. Así se fueron abriendo las puertas, para ser profesor de canto, probar suerte en el Carnaval, ser cantante en la nueva etapa de la banda Monterrojo y también participante de La Voz Uruguay, donde llegó a la final por el equipo de Ruben Rada.
A un año de su participación en el reality de canto de Canal 10, Juan Amato habla de su carrera, de cómo la pandemia fue determinante para dedicarse por completo a la música y encontrarse a sí mismo, también cómo son los fines de semana con Monterrojo que define como “banda de amigos”.
“Ahora estoy en casa, en el estudio. Porque aunque esté en casa, no paro. La música me acompaña todo el tiempo, así que estoy siempre creando, ensayando, pensando cosas nuevas”, comenta Juan Amato, cantante, compositor, profesor de canto y también integrante de Monterrojo. Además, carnavalero y finalista del reality La Voz Uruguay.
—Tenés muchas facetas: fuiste finalista de La Voz Uruguay, sos cantante de Monterrojo y también profesor de canto. ¿Cómo se fue dando ese camino?
—Hace años que estudio música, y hace años que estoy metido en orquestas, en carnaval... Siempre vinculado, porque es mi pasión. Con el tiempo, además de ocupar un lugar importante en mi corazón, la música se volvió parte de mis tareas diarias. Estudié tanto que después, naturalmente, sentí la necesidad de compartir ese conocimiento. Por eso también me dedico a enseñar, a acompañar a otros artistas desde ese lugar, el de alguien que ya transitó ese camino. Y me encanta.
—Sos de La Teja, un barrio muy musical. ¿Ahí empezó todo?
—Mirá, yo nací en el Cordón, viví ahí hasta los 10 años. No tenía idea de música, más allá de lo que se escuchaba en casa. Pero cuando llegamos a La Teja, todo cambió. Ahí se respira música. Siempre hay alguien con una guitarra, siempre pasa algo. Y eso me conquistó. Me dije: “quiero hacer esto un poco más que como hobby”, y empecé a buscar cómo. Con esfuerzo llegué a Colorama, pero antes estuve en otras orquestas, y también en carnaval.
—Estuviste dos años en Momosapiens que es toda una escuela dentro del Carnaval. ¿Qué te dejó esa experiencia?
—Totalmente. Aunque en mi adolescencia no me animé a cantar en Carnaval de las promesas -recién empezaba y los gurises ya cantaban desde siempre-, siempre andaba con ellos, con los gurises del barrio. Carnaval fue una cuenta pendiente que me permití saldar ya siendo grande. Y la verdad, fue una experiencia increíble. Me dio herramientas, me dio confianza. Lo disfruté mucho y es algo a lo que seguramente vuelva. No sé si este año, pero las ganas están.
—¿Qué tiene el carnaval que lo hace tan especial para vos?
—Es una escuela brutal. Tenés canto, baile, actuación, vestuario, puesta en escena... es un espectáculo muy completo. Y si estás atento, aprendés de todo. No solo de lo tuyo, sino del entorno, de cómo se construye un espectáculo de esas dimensiones. Es hermoso ver cómo se arma todo, y ser parte de eso es un privilegio.
—Además de carnaval, tuviste otras experiencias importantes como La Voz Uruguay, donde llegaste a la final. ¿Cómo fue ese proceso?
—Fue una experiencia única, de esas que no te olvidás más. Desde lo artístico, te cuidan mucho. Hay un montón de gente que te acompaña, que te potencia. Te dicen cómo moverte, cómo sacar lo mejor de vos. Y la verdad te hacen sentir como una estrella internacional. Después, claro, volvés a tu casa y tenés que bajar (risas). Pero el nivel de producción es impresionante, y el ambiente es divino. Igual te digo que lo disfruté más cuando lo vi por televisión, porque en el momento estaba tan nervioso que no entendía nada. Fue como estar en automático. Pero haber llegado a la final fue un regalo.
—Las audiciones no eran nuevas para vos. ¿Cómo fue ese camino por castings para este presente de cantante?
—No fue nada fácil. Antes de quedar en Colorama o en Monterrojo, hice muchos castings donde no quedaba. Pero iba igual, una, dos, tres veces. Y empecé a quedar cuando dejé los nervios de lado y entendí que todo es preparación. Si te va bien en varios lugares, no es casualidad. Es trabajo y amor por lo que hacés. Yo le dedico mucho tiempo a esto, y creo que eso se nota.
—¿Cómo viviste la pandemia? ¿Te afectó como artista?
—La pandemia me pegó muy fuerte. Me rompió todos los planes. Pero también me hizo replantearme todo: quién era yo, hacia dónde iba. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo musicalmente no era lo que sentía en el corazón. Era más lo que pensaba que “podía funcionar”, y le estaba errando. La pandemia me hizo doler mucho por todo lo que generó, pero también me permitió volver a ser yo mismo. Cuando volví, lo hice con una idea clara: si iba a seguir en la música, tenía que ser desde un lugar honesto. Porque no podés hacer lo que pensás que va a funcionar, pensando que vas a ser exitoso siguiendo una tendencia. No. Me dije: voy a ser fiel conmigo, con lo que me gusta, con lo que soy. Y desde ahí, todo empezó a salir bien. Siendo yo, no dejándome llevar por la vorágine.
—¿Esa búsqueda también te llevó a presentarte al reality de Canal 10?
—Sí, claro. Quería hacer algo que realmente me representara. Siempre me gustó La Voz, así que me anoté en la primera edición, pero sin pensar mucho. Y fui con esa mentalidad de “vamos a probar, perdido por perdido” pero haciendo algo que me gusta. Empecé esa etapa de ser fiel con lo que quería, empecé a conectar con lo que realmente me movía, y eso se notó en los resultados. Porque dejé de perseguir cosas que no eran yo. Cuando me encontré conmigo, con mi ser, todo fluyó diferente. El encontrarme conmigo mismo fue el clic que se necesitaba.
—¿Y Monterrojo? ¿Cómo llegaste a la banda?
—Entré por casting también. Estoy hace dos años aproximadamente en esta nueva etapa del grupo. Es un proyecto que me encanta.
—¿Cómo es el trabajo con Monterrojo? ¿Cuántos toques hacen por fin de semana?
—Depende mucho. Ahora no hay tantos boliches o bailes como antes, pero seguimos haciendo shows y eventos. En general, hacemos entre tres y cinco toques por fin de semana, a veces alguno más. Si estamos en Montevideo es más fácil hacer más shows porque los lugares están cerca, pero cuando viajamos al interior -como a Salto, por ejemplo- hacemos menos toques porque es más complicado el traslado.
—¿Cómo es la dinámica con el conjunto?
—La verdad que es una fiesta. Nos llevamos súper bien y nos divertimos mucho. Imaginate: te juntás con tu trupo de amigos el fin de semana, salís a trabajar, a hacer música, y encima te pagan. Es un privilegio, además está precioso el grupo. Los viajes largos cansan, claro, pero la pasamos tan bien que no lo padecemos. Es un trabajo hermoso.
—¿Y entre la semana cómo es la rutina?
—Hasta hace poco trabajaba en confección, pero decidí dedicarme de lleno a la música y con las clases. Doy clases de canto en la zona de Tres Cruces y también compongo, produzco y hago otros aspectos técnicos. En ese camino estamos, buscando hacer un camino en la música. Lo que me importa es buscar crecer como artista desde distintos lugares.
—¿Qué tienen esas canciones de Monterrojo que siguen tan vigentes?
—No sé bien qué tienen, pero sí sé que se volvieron atemporales. “Bailadora”, “Lucerito”, “Paola”… suenan en todos lados. Se escuchan en las fiestas, los casamientos, y las fiestas de quinceañeras. Pasa como con otros clásicos: cruzan generaciones. Creo que Monterrojo logró eso, y es hermoso. Es música que se sigue disfrutando, que tiene melodía, variedad, identidad. Y en un contexto donde muchas cosas suenan igual, eso se agradece. Por lo menos hay variedad.
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