Su nombre es sinónimo de teatro uruguayo. Y lo es cada vez más porque este año Graciela Rodríguez se puso al hombro cuatro espectáculos de forma simultánea. Protagoniza la comedia Mi madre, mi novia y yo en el Teatro del Notariado, el unipersonal Mis Peores Citas en la Alianza, prepara Matita en el Metro y Un Poco de Suerte también en la Alianza.
La emblemática actriz indica que ama el teatro y la conquistaron en particular estos cuatro proyectos, aunque reconoce que la sobrecarga de trabajo responde a una etapa particular de su vida. Sus 67 años la encontraron separada y recién recuperada de un cáncer por el que perdió el útero. “Ahora empecé a valorar más todo”, reflexiona. En diálogo con El País, la artista también hace gala de su sentido del humor y repasa algunas experiencias tragicómicas, como una reciente cita fallida en España o su técnica para descubrir si un hombre está en pareja.
-Estás al frente de cuatro obras de forma simultánea, ¿cómo administrás la energía?
-Me lo deberías preguntar después de que bajen las obras (risas). Ahora estoy terminando de aprender los libretos, que es lo más agotador. Yo amo lo que hago y estoy con proyectos muy lindos. Es cierto que hace muchos años no hacía tantas obras a la vez. La gente piensa que cuántos más años tiene una es más fácil, pero es al revés porque hay una responsabilidad cada vez mayor frente al público. Yo además agradezco mucho porque si sigo en esto es solamente por el público. Hace tres semanas estrené el unipersonal Mis Peores Citas (Teatro Alianza) y venimos agotando todas las funciones. Por eso me da temor cada vez que acepto un proyecto: yo tengo que estar igual o mejor que en el anterior. Y no me puedo repetir, lo cual es muy difícil. En este caso me voy a desdoblar porque todos los personajes de estas obras son bien distintos.
-Decís que le agradecés especialmente al público, ¿lo valorás más por haber mantenido el éxito sin estar al aire en televisión?
-Sí, mucho. Otros artistas han tenido el apoyo de la televisión y radio. Yo no. Nunca tuve un programa propio. Entonces entiendo que tiene más mérito. Hace unos años me acerqué a las direcciones de los canales. Me puse a la orden para ponerle humor a algún programa. En uno me dijeron “viste que te atendimos”. Y hubo otro que ni me respondió.
-¿Por qué creés que no has dado con un espacio fijo en televisión que se mantenga en el tiempo?, ¿responde a una lógica generacional?
-Puede ser, pero ellos no se dan cuenta de que tienen cerca de 50 y les está por pasar lo mismo. Yo creo que hay que unir la experiencia con lo nuevo porque se retroalimenta. Además a la televisión la mira gente grande. ¿Y qué mujer de mi edad está en televisión? Quiero mostrar que las mujeres de más de 60 podemos hacer cosas.
-¿Cómo te llevás con la nueva generación de actores?
-Muy bien. Tienen diferentes costumbres y me he aggiornado. Los nuevos actores hacen una función por semana y yo hacía tres. En Mi Madre, mi novia y yo (Teatro del Notariado) comparto elenco con actores jóvenes y es una fiesta. El público aplaude y aplaude y no se va. Está muy bien escrita y muy bien defendida.
-Decís que intentás no repetirte, pero también has mantenido una línea de unipersonales que hablan sobre hombres.
-Por eso siempre mezclo. Nunca estoy haciendo solamente un unipersonal. Me encanta estar en obras con elenco. Lo cierto es que el unipersonal es lo que me rinde más económicamente y es como mi caballito de batalla.

-¿Haberte cargado con tanta cantidad espectáculos esta vez responde también a una etapa particular de tu vida, después de haber superado un serio quebranto de salud, por ejemplo?
-Sí. Tengo casi 68 años y estoy sola. Tuve que enfrentar la muerte de mi mamá, el proceso de la jubilación, me separé después de estar 10 años en pareja, luego vino la pandemia y cuando terminaba recibí la noticia de que tenía cáncer. Esas enfermedades a veces vienen por todo un proceso interior. Por suerte algo me iluminó y todo era propenso a tratamiento. La doctora dijo “inexplicable, pero dejalo así”. Me sacaron los ovarios, el útero, el apéndice y grasa intestinal. Ahora tengo que hacerme controles cada seis meses. Todo eso me cambió mucho. Me fui a vivir sola por primera vez y empecé de cero. Por más que siempre estoy en el vértigo del trabajo, siento que empecé a valorar más todo.
-¿Cuánto te afectó esa sucesión de eventos a nivel anímico?
-Nunca me tiró para abajo. Cuando me diagnosticaron pensé “va a ser lo que tenga que ser”. Estuve internada mucho tiempo porque cuando me lo descubrieron no me dejaron ir. Ahora me afecta cada vez que tengo que volver a estudiarme. Me da como una ansiedad.
-Siempre te has mostrado como una mujer muy independiente, ¿qué lugar le das al amor de pareja en tu vida?
-No soy tan independiente. Lo soy cuando estoy sola, pero cuando estoy en pareja soy todo lo contrario. Me encanta estar en pareja y soy de postergar cosas para estar más tiempo con la persona que tengo al lado. Me gusta estar feliz y enamorada.
-¿Tenés ganas de enamorarte?
-No estoy para nada cerrada. Siempre me gustaron las personas más grandes, aunque estuve con un hombre 17 años menor durante 10 años. Siempre funcionó todo bien. Hoy ya no conviviría, pero me gustaría compartir viajes y experiencias lindas. Si aparece alguien tiene que ser para sumar.
-¿Cuál fue tu peor cita?
-No puedo contar mucho, pero fue este año. Venía hablando con un señor con el que había tenido una historia fuerte hace mucho tiempo y se había ido a vivir a España. Yo viajé para allá con una pareja amiga, y venía hablando con él para reencontrarnos. Yo le decía que era mejor mantenerlo platónico, y finalmente tenía razón (risas). Fue una cagada. Él decía que me estaba esperando, pero era mentira porque nada me hacía pensar eso. Yo lo vi y no sentí nada. No me gustó su entorno. Me desilusioné y le pedí que me lleve de nuevo a Barcelona, que era donde estaba.
-¿Cuánto ponés de tu experiencia personal en tus espectáculos?
-En las que escribo yo les pongo algo de eso. Soy muy observadora. Me ha pasado por ejemplo de que me quieran esconder. Antes me fijaba adónde me llevaba o a qué hora me decía de salir y así me daba cuenta si tenía otro compromiso. Pensaba “este no quiere que lo descubran”. También está el que te dice “venite a casa” como si una fuera a hacerle el service y después irse. ¡Ni loca!
-¿En qué aspecto dirías que sos mejor hoy que en tu momento de mayor exposición?
-Estoy más calma. Antes si algún compañero me planteaba algo sobre la producción yo iba y hacía el planteo. Ahora pienso “que cada uno hable por lo suyo”. Siempre fui muy detallista y ordenada y me metía en el guión o la escenografía. Ahora lo hago menos.
-¿Le tuviste cariño a tus compañeros de Decalegrón?
-Sí, los quería a todos. (Eduardo) D’Angelo era muy buen compañero. Decían que era pedante, pero era tímido y por eso hablaba poco. También tenía muy buena relación con (Ricardo) Espalter. Yo siento que jugué en la Selección uruguaya del humor.
-¿Julio Frade era el más bravo?
-A él le decía alguna cosa, pero ahora está todo bien. En el grupo eran todos iguales, pero después él tenía sus cosas. Solo tuve una situación en la que le tuve que contestar en el momento. Él no reaccionó, pero todos los técnicos aplaudían (risas).
-¿Cuál es tu postura frente a la invasión de obras de teatro argentinas que ha habido especialmente en los últimos años?
-Eso joroba la cartelera. A mí me va bien, pero a veces me parece un poco injusto. Además es la gente la que va y paga. Es la misma que después te dice “fui a ver tal cosa y era un desastre”. Pero también es cierto que la gente no conoce a los actores del teatro uruguayo. Todavía no le llegó a todo el mundo. El gobierno tiene que involucrarse más, tiene que ir más al teatro para darle visibilidad como la que tuvo la danza con la gestión de Julio Bocca cuando fue director del Ballet Nacional del Sodre, por ejemplo.
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