Su primera obra en Uruguay fue una de terror, y desde entonces no ha parado de crecer. Candelaria de la Cruz, nieta de Cacho e hija de Maxi nació y se crió entre estudios y salas, y si bien cuando era muy chica no dimensionaba la importancia de su apellido, hoy se destacaca en las tablas y la pantalla de Canal 12 gracias a su frescura y simpatía.
Actualmente es parte de la obra Jardines salvajes que tiene funciones viernes y sábados y Undermovie y donde comparte elenco con tres grandes del teatro local. Además, la dirige Flor Infante, quien fue su profesora cuando era niña. De la obra, su crecimiento y su presente es esta charla con Sábado Show.
—¿Cómo llegaste a esta obra?, y ¿es verdad que Flor Infante fue tu profesora cuando eras chica?
—Sí, Flor fue profesora mía cuando yo tenía seis o siete años, en el colegio. Era profe de teatro. Fue muy loco reencontrarnos. Ella me conoce desde que soy chiquita, pero nunca nos habíamos cruzado en el medio. Fue muy lindo. Ella me propuso la obra, me pasó el texto para que lo leyera, y cuando lo leí le di el visto bueno porque me gustó mucho.
—Jardines salvajes es de esas comedias que uno no sabe si reírse o no, porque las relaciones se vuelven tensas hasta dejar de ser divertidas.
—Totalmente. De hecho hoy, ensayando, nos pasó eso. Decíamos: “no sé hasta qué punto esto es gracioso porque se vuelve muy real”.
—¿Y cómo ha sido la química con “Pato” Pazos?
—Bárbaro. Pato es un actorazo. Se formó de una manera muy similar a la mía: él hizo la de Emad, yo me fui a estudiar y tuve un entrenamiento parecido. Siempre nuestras charlas y ensayos han sido muy lindos. Incluso nos juntamos a ensayar por nuestra cuenta para afianzar el texto y los personajes. Terminamos hablando del teatro, de la vida, de lo que queremos hacer. Es muy lindo.
—Alfonso Tort y Leonor Svarcas, son los vecinos un tanto indeseables.
—Sí, aunque no sé si hay buenos y malos, o quién termina siendo más malo que otro. Ellos claramente tienen mucho más recorrido que yo y son bárbaros. Aprendo un montón. A Leonor ya la había visto actuar bastante y siempre quedé maravillada con ella, con su verdad. Alfonso lo había visto mucho en cine, y es un privilegio estar trabajando con él. Nunca me lo imaginé.
—En este último tiempo has hacho de todo en Canal 12.
—Sí, es muy lindo. Estoy agradecida porque el medio acá es muy ameno. Hay que aprovechar que se nos abren puertas y que la gente te recibe con amor. De a poco trato de marcar mi nombre, mi trayectoria. Una cosa es que se abran las puertas y otra sostenerlo. Vengo estudiando mucho para esto, y uno aprende en cada proyecto. A mí me encanta la televisión.
—Desde la panza casi que estás vinculada a la tele.
—Tal cual. Y podría haberla despreciado, ¿no? Porque cuando te crían a la fuerza en un lugar, podés terminar odiándolo. Pero yo le tengo mucho respeto, me parece una forma de entretenimiento bárbara. Como los jugadores de fútbol: no les queda otra que seguir jugando.
—Te has mostrado aguerrida en Fuego Sagrado, fuiste host digital en ¿Quién es la máscara?, condujiste 100 uruguayos dicen Junior, y has estado en la producción de A todo o nada.
—Sí, seguimos grabando Todo o nada por suerte. Y en televisión pasa que grabás algo y después se emite semanas más tarde, entonces la información nunca termina de caer, porque ya estás en el próximo proyecto. Por ejemplo, cuando se emitió 100 Uruguayos este verano, yo estaba trabajando en un restaurante. Hay que buscar espacios para bajar la información, ver cómo mejorar, qué cambiar, por dónde seguir. Todo nutre, para bien o para mal.
—¿Y eso también lo trabajás en terapia?
—Sí, para mí es re importante. Tener alguien objetivo en tu vida, que no sea tu familia, y que te baje a tierra. Porque esta profesión te pone siempre en personaje, y uno tiene que reencontrarse con quién es, qué le gusta hacer de verdad, por dónde quiere seguir.
—Me decías que trabajar de moza fue otro aprendizaje.
—Sí, fue muy sacrificado, porque nunca lo había hecho. Después de estudiar y trabajar profesionalmente, volver a ser amateur en algo es un golpe a la cabeza. Pero estuvo buenísimo: conocí la gastronomía, que hoy es un nuevo amor. Y el servicio es muy similar a lo que hacemos los actores con el público. Lo sumé a mi caja de herramientas.
—En Fuego Sagrado llegaste a las últimas instancias. Se te veía con mucha garra.
—Fue un desafío enorme. Grabamos cuando yo tenía 22 años y competía con gente mucho más grande, con otra madurez gastronómica y emocional. Mi objetivo no era cocinar el mejor plato, sino grabar un día más. Eso me daba más trayectoria audiovisual.
—¿Por eso también te metiste en La máscara como host digital?
—Sí, eso fue antes y estuvo buenísimo porque me permitió ver lo que pasa en un estudio desde otra perspectiva. Como host, podía mostrarle a la gente lo que sucedía detrás de cámara. Se crearon cosas muy lindas.
—Y en 100 Uruguayos dicen también tuviste un papel importante.
—Sí, fue bárbaro. Aprendí un montón. Pablo (Turturiello) me parece un genio, lo adoro y quiero volver a trabajar con él. Fue tremenda oportunidad, estoy muy agradecida con el canal.
—Cuando eras chica también fuiste Chin Chín en Cacho Bochinche.
—Sí, de los cuatro a los ocho años. Iba a ensayar, aunque mi mamá trabajaba mucho y no siempre podía acompañarme. Mi papá vivía en Buenos Aires. Mi abuelo me cuidaba bastante. Así que siempre estuve cerca del medio. Quizás ahí empezó todo.
—Hoy sos muy disciplinada, con fobia a llegar tarde.
—Sí, le tengo mucho respeto a la profesión. Estudié en la academia de Stella Adler en Estados Unidos, y ella decía: “Cada vez que entrás al teatro, dejás los zapatos afuera”. Esa frase me quedó grabada.
—En el verano trabajaste en La Barra, ¿cómo fue esa experiencia viviendo con tu abuela Titina?
—En realidad me quedé en su casa unos días, pero no vivimos juntas. Ella después tuvo un tema de salud y volvió a Montevideo. Compartimos apenas dos días. Yo trabajaba hasta la una de la mañana en el restaurante, llegaba tarde. Fue duro, pero un gran aprendizaje.
—Sos “de la Cruz”, apellido con peso en Uruguay. ¿Cuándo notaste ese foco sobre vos?
—Creo que cuando hice una obra con mi papá siendo chica. Me dijeron “hoy hay sala llena, tres mil personas”. Ahí me di cuenta de que él era querido y que era la vida que me iba a tocar. Porque en Cacho Bochinche no llegué a dimensionarlo.
—Te criaste entre escenarios y estudios de televisión.
—Sí, totalmente. Acompañaba a mi papá todas las noches al teatro y a mi mamá a rodajes. No me quedó otra que crecer en eso. Hoy veo a mis hermanos más cuidados, con rutinas y horarios. Antes era todo más rústico.
—¿Nunca te imaginaste en otra profesión?
—Bueno, probé arquitectura un semestre. Me gustaba el diseño. Pero siempre estuvo lo artístico. En mi familia nadie se salvó: todos somos artistas.
—Y este presente es fruto de ese esfuerzo.
—Totalmente. Y ahora feliz de estar en Jardines salvajes, una obra muy linda, con un elenco bárbaro y la dirección de Flor Infante, que es la cereza de la torta.