Alessandro Podestá
Guitarras acústicas, voz y alguna flauta dulce. Ocho canciones. Y una duración de veintidós minutos. Así se compone el primer disco de Alessandro Podestá, un joven que nació en Perú y que vive en el Uruguay hace más de diez años. El trabajo lo hizo de forma artesanal e independiente y puede escucharse completo en www.myspace.com/pequeoarcaico-, descargarse con su consentimiento vía Internet, u obtenerse de forma material a cincuenta pesos en Pocitos Libros (Av Brasil y Brito del pino) o en el Café La Pausa.
Su música parece inspirarse en ciertos cantores uruguayos de los `70 como Jorge Lazaroff o Luis Trochón, sobre todo, en lo que refiere al provecho de la guitarra como un apuntador de climas antes que como un mero acompañante musical y en esa construcción de armonías poco convencionales. En sus letras, este joven acude a una brevedad extrema y a un tipo de escritura fragmentada que, por un lado, desorienta e intriga pero que también despierta toda una serie de intuiciones secretas en quien lo recibe. Es que Podestá no ofrece mensajes concretos, sino que expresa estados de ánimo de un modo vago y creativo, abriendo múltiples significados posibles. "Tuve que pensar muy atrás/Para encontrar la salvedad/No sé quién no querrá intensidad y altura/¿no?... Y ahora encuentro acá/Un andador penando en el canto/Contempla trasnochado/La ventana y su enrejado", canta en Tristongo y de este modo sintetiza una suerte de encierro individual. O habla de la intensidad liberadora que le provoca el carnaval, al decir: "Ese trueno de febrero/Con cuerda para cantar/El temple de piel y cuero/ Y vibra todo lo demás". Y refleja, también, la naturaleza pasajera de toda fatalidad: "Fuegos artificiales/En blanco y negro/La vista gorda de un ciego/Curtido a macana...Aun cuando a rastras llega/Su voluntad puede más/Me despabila y sigue nomás...Aun cuando piense en lo que cuesta...Sigue expreso", y tras esta última palabra asoma un rasgueo creciente de guitarra que reafirma el dinamismo necesario para continuar pese a todo. Como reparo, hay ciertos pasajes algo rebuscados en su lírica y a veces lo que describe podría exigir una mayor fuerza en la interpretación musical. Pero lo mejor del álbum es el modo en que su autor aprovecha la austeridad instrumental y la síntesis expresiva para trazar una sugestiva impresión de lo que dice. Se lo podrá ver hoy en el Museo del Vino (Maldonado y Héctor Gutierrez Ruiz ) a las 21 hs.