Por Joaquín Morales Solá, columnista del diario argentino La Nación
Los aniversarios sirven para mirar las cosas con la objetividad que solo proporciona el tiempo transcurrido. Mirado así el acontecimiento, debemos concluir que fue una buena novedad histórica para la Argentina que Uruguay comenzara hace 200 años el proceso que terminaría con su independencia definitiva. Independiente desde entonces de España, de Portugal, de Brasil y, luego, de la propia Argentina. La existencia de Uruguay como país independiente y libre le fue útil a la Argentina de muchas maneras. La más recordada es la de Uruguay como destino de los varios exilios argentinos, desde los que provocaron las guerras civiles del siglo XIX hasta los que produjeron las dictaduras o los autoritarismos del siglo XX. Destacados políticos e intelectuales argentinos, como Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi o Esteban Echeverría, vivieron en Montevideo parte de su vida en el exilio porque eran perseguidos en su país.
Ya en el siglo XXI, hubo un silencioso éxodo de argentinos a Uruguay, sobre todo después del año 2019, cuando se reinstaló en el poder en Buenos Aires el peronismo liderado por la familia Kirchner. Se conoce el nombre de empresarios importantes (vive en Uruguay el empresario argentino con mayor fortuna personal, Marcos Galperin), pero también fijaron residencia en Montevideo o en Punta del Este, aunque no solo en esas ciudades, otros argentinos menos conocidos y también menos poderosos.
¿Qué buscaban —o buscan— todos ellos en Uruguay? En primer lugar, un país previsible y seguro, aun cuando cambie el signo político de sus gobiernos. Lograron alejarse también de las disimuladas persecuciones políticas argentinas, como son las insistentes investigaciones impositivas o las denuncias del poder político por cuestiones banales en los tribunales. Los atributos de Uruguay para cualquier argentino es que ese país tan cercano se parece mucho a la Argentina, pero es también diferente en cuestiones esenciales, como la seguridad pública o el ritmo mucho más sereno con el que se vive. “Igual y un poco distinto”, como describió Borges a Uruguay en su célebre milonga. El afecto de los argentinos por el país de los uruguayos se puede medir en el turismo (representan un poco más del 50 por ciento de los turistas que van cada año a la bella costa del Uruguay). La confianza en el respeto de los uruguayos a las reglas del juego está en el porcentaje de capital argentino en los activos financieros del país vecino: es de cerca del 50 por ciento.
En los últimos 40 años de la nueva democracia en ambos países, solo hubo cinco años de tensión cuando el gobierno de Montevideo autorizó la instalación de dos fábricas de celulosa de papel frente al río Uruguay. Fue un trato injusto por parte del gobierno argentino de entonces a la soberanía uruguaya. Los Kirchner crearon la certeza nacional argentina de que Uruguay estaba contaminando los ríos argentinos. Arbitrariedad, pura y dura. La Argentina tiene nueve fábricas de papel o de celulosa de papel y, salvo excepciones, nunca nadie investigó nada sobre sus eventuales contaminaciones. El conflicto se resolvió recién cuando la Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminó que no había encontrado ninguna prueba de contaminación, aunque también le reclamó a Uruguay porque no había hecho la notificación respectiva a su vecino. Conclusiones a las que habrían llegado fácilmente argentinos y uruguayos practicando el mejor ejercicio de la diplomacia, que es el diálogo.
El diálogo reservado existió (gracias, sobre todo, a la eficacia profesional del entonces embajador uruguayo en Buenos Aires, Francisco Bustillo), pero sirvió solo para que el conflicto no escalara. Nada es mejor para el populismo que exacerbar el inservible nacionalismo. Luego, ese nacionalismo fracasó porque no se pueden romper lazos humanos muy viejos y profundos. Poco después, en efecto, comenzó la migración de argentinos a Montevideo, sobre todo. Deben coincidir otra vez con Borges en su poema sobre Montevideo: “Eres el Buenos Aires que teníamos, el que en los años se alejó quietamente”.