Menos de la mitad de niños y niñas están vacunados contra el HPV: gobierno inicia campaña para llegar al 90%

Desde 2018, cuando empezó a ser gratuita, se vacunaron unas 295.160 personas. El porcentaje de vacunación, de 11 a 15 años, es inferior al 50% pero el MSP busca llegar al 90% e iniciará una campaña nacional.

Mujer recibe una vacuna.
Mujer recibe una vacuna.
Foto: Archivo El País.

Hace unos días Julio llevó a vacunar a Emilio a una mutualista montevideana. Llegó al vacunatorio con su hijo de 11 años cargado de miedo porque, a medida que crecen, muchas veces los niños le tienen más temor al pinchazo de la vacuna que cuando son chicos. Y además ya tienen las herramientas para manifestarlo con claridad a sus padres.

A Emilio le tocaba la vacuna que refuerza la protección contra el tétanos, la difteria y la tos convulsa. La tradicional de los 11 años.

—Esta es la última por mucho tiempo —le dijo el padre a Emilio.

Pero su promesa se desvaneció en segundos.

—¿Le vas a dar también la del HPV? -preguntó la enfermera.

Silencio.

—No sabía que se tenía que vacunar contra el HPV.

El niño miró con terror.

—Bueno, lo puede hacer o no ahora.

—¿Hasta cuánto tiempo hay? -preguntó Julio, algo desorientado.

—Tenés tiempo hasta los 13 o 14 años, padre.

—Ah, no tiene por qué ser ahora

—No, le podés consultar a la pediatra para que te recomiende qué hacer.

El padre pensó unos segundos y le miró la cara al niño: entonces decidió no darle la vacuna; prefirió esperar un poco. Emilio le agradeció y se preparó para el inevitable pinchazo. Uno solo.

Persona prepara una vacuna. Foto: Archivo El País.
Persona prepara vacuna.
Leonardo Maine/Archivo El Pais

Esta escena es común en los vacunatorios. Para el doctor Marcos Delfino, pediatra e infectólogo, integrante del Comité de Infectología y Vacunas de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, “el pediatra se tiene que tomar el tiempo en la consulta para explicarle a los padres y al propio niño por qué es necesario que se dé la vacuna” contra el virus del papiloma humano (HPV por su sigla en inglés) con el objetivo de reforzar la inmunización y prevenir el cáncer de cuello uterino. Pero, además, Delfino dice que la vacuna está incluida desde 2020 en el carné de vacunaciones y que los vacunadores deberían dar las dos vacunas sin más trámite. Pero sabe que esto no pasa linealmente porque además se trata de una vacuna recomendada por el Ministerio de Salud Pública (MSP) en ambos sexos entre los 11 y los 26 años, aunque no obligatoria. Lo ideal es que la persona reciba las dos dosis antes de la primera relación sexual.

Como todavía existe desinformación y temores sobre todo en los padres, el gobierno lanzará una nueva campaña de vacunación. La decisión responde a los bajos niveles de cobertura actuales, que están todavía lejos de lo esperado.

El MSP no maneja un porcentaje de promedio nacional pero es un hecho que es inferior al 50% de la población objetivo. Se sabe que en Montevideo cerca del 45% de las niñas y los varones de 11 a 15 años cuentan con las dos dosis necesarias. En el interior las cifras varían entre un máximo en Durazno (57% en niñas y 50% en varones) a un mínimo en Artigas de 31% en niñas y 19% en varones.

Mapas de vacunación.
Mapas de vacunación, fuente MSP.

Entre 2018 (cuando empezó a ser gratuita) y 2024 se vacunaron 295.160 personas y se administraron 513.451 dosis en tota. Esas son las cifras disponibles a nivel oficial, aunque en rigor la vacuna se aplica desde 2012, al principio solo en niñas y desde 2018 en los dos sexos. Pero como el esquema requiere dos dosis, muchos aún no completaron la protección.

La información también debe estar clara en las consultas pediátricas, porque el HPV es un virus de transmisión sexual y todavía hay muchas dudas en torno a su prevención. A nivel mundial se estima que el 80% de las personas sexualmente activas estuvieron o estarán expuestas al virus en algún momento de su vida.

En la mayoría de los casos el cuerpo lo elimina por sí solo y la persona nunca llega a saber que estuvo infectada, porque no presenta síntomas. Pero en otros, el virus genera manifestaciones visibles, como verrugas genitales o lesiones internas en el cuello del útero, que solo se detectan mediante controles ginecológicos. Cuando aparecen lesiones el tratamiento se realiza con intervenciones locales, que permiten controlar la infección antes de que evolucione en cáncer.

Aunque parezca una obviedad, dice el pediatra Delfino, no lo es tanto cuando se trata de explicar por qué los métodos de prevención tradicionales, como el preservativo, no siempre alcanzan para este virus. “A diferencia de otras infecciones de transmisión sexual, el preservativo no logra una prevención del 100%. Por supuesto que es mejor usarlo que no usarlo, pero hay que saber que no elimina del todo el riesgo”, advierte Delfino.

Por eso, insiste que una estrategia integral es el camino: uso del preservativo, concurrencia regular al ginecólogo, vacunación, controles periódicos. “Todo eso en conjunto es lo que permite reducir la incidencia del virus y sus consecuencias. Claro que el impacto más fuerte lo veremos con el tiempo. Es algo que se construye a largo plazo. Recién dentro de muchos años podremos notar un descenso sostenido de los tipos de cáncer asociados al HPV”, señala Delfino.

Este médico dice que muchas veces apela a los propios adolescentes, porque desde los 13 años se pueden vacunar sin la autorización de los padres, para informar y evacuar las dudas. Si bien hay algunas resistencias, este pediatra e infectólogo cree que en general “se están vacunando más, la cobertura viene mejorando año a año”.

¿Por qué aún hay resistencia a la vacuna contra el HPV por parte de algunos padres? Parte de la respuesta está en los inicios de su implementación en Uruguay. Cuando la vacuna llegó al país, no estaba incluida en el esquema oficial y había que pagar por ella. Además, en ese entonces el esquema requería tres dosis, no dos como ahora, y para aplicarla se solicitaba un consentimiento informado.

Además, comenzaron a circular versiones sobre posibles efectos secundarios graves. Se llegó a mencionar que podía afectar el sistema nervioso central y hubo padres que denunciaron problemas de visión en sus hijas tras recibir la vacuna.

La vacuna

Delfina fue de las primeras. En 2013 pagó por la vacuna del HPV, le salió 100 dólares, tenía 23 años y sus padres le dieron el dinero. “Lo consulté con mi ginecólogo y me dijo que si podía me la diera”, dice, y fue lo que hizo. Claro que en su momento había muchas dudas: “No sé si me voy a morir por habérmela dado”, ironiza. No recuerda nada en particular de aquellos pinchazos, salvo una molestia en la zona del brazo por un par de días. “Como el de cualquier vacuna, pero no fue que tuve que estar en cama, o hice fiebre”, afirma.

Sede del Ministerio de Salud Pública (MSP).
Fachada de la sede del Ministerio de Salud Pública.
Foto: Estefanía Leal/Archivo El País.

Por aquel momento ella misma tuvo que firmar un consentimiento informado y este hecho fue uno de los que más ruido le hizo. Pero varias de sus amigas se habían vacunado. El consejo de su ginecólogo, más el de la madre de una amiga que es ginecóloga, la hicieron tomar la decisión “a pesar” de ya haber comenzado su vida sexual. “También me explicaron eso, que no era lo ideal, pero que la vacuna siempre iba a ser beneficiosa”, dice Delfina.

Fernanda Nozar es ginecóloga, obstetra y actualmente directora general de Salud del MSP. Conoce de primera mano la historia de la vacuna contra el HPV en Uruguay, porque la sigue desde su implementación. “Tenemos la vacuna disponible con indicación médica desde 2012”, recuerda. Ese año empezó a aplicarse de manera oficial en el país y dice que desde entonces su uso ha cambiado sustancialmente, tanto en cobertura como en percepción social.

“En ese momento había mucha discusión sobre cómo implementarla: si hacerla obligatoria, si exigir consentimiento, si dejarla solo con indicación médica”, recuerda. Finalmente, se optó por un camino intermedio: era necesaria una indicación médica y también la firma de un consentimiento informado. Pero con el tiempo, y a medida que se confirmaba la seguridad y eficacia de la vacuna a nivel mundial, esa exigencia fue quedando atrás. Hoy la vacuna está más difundida y se amplió su recomendación.

Según Nozar, parte de la resistencia inicial se explica por el contexto. “En ese momento aún había reportes de efectos adversos que parecían más frecuentes que con otras vacunas”, señala. Eso generó desconfianza en algunos sectores. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que el nivel de seguridad era comparable al de cualquier otra vacuna. “Lo que pasaba es que era una vacuna nueva, estaba en el ojo de la tormenta, y por eso todo lo que se reportaba se amplificaba”, dice la ginecóloga.

Actualmente, el esquema de vacunación se simplificó: con dos dosis es suficiente para una protección completa. “También hay que entender que no es lo mismo una infección que se transmite por el aire que una que se transmite por contacto sexual. Eso influyó en el debate sobre si debía ser obligatorio o no”, explica la directora de Salud.

Más allá de los sesgos sociales o culturales -que a veces convierten a las relaciones sexuales en un tema tabú-, la lógica detrás de esta vacuna es la misma que la de cualquier otra: prevenir. Y en este caso, se trata de un virus potencialmente cancerígeno. Vacunar es una forma de cortar la circulación del HPV en la población y reducir, a largo plazo, los casos de cáncer vinculados a este virus.

Ahora el MSP busca aumentar el número de personas que se vacunan. “Porque la cobertura no es la que nos gustaría tener”, dice Nozar. La idea es llegar al número que maneja la Organización Mundial del Salud: que un 90% de la población “blanco” .

—¿Cuál es el camino para mejorar la vacunación? ¿Influyen en algo los movimientos antivacunas por el covid?

—Sí, la pandemia marcó -dice la directora-. Quedó instalada una postura de gente antivacunas. Pero hay un punto clave: siempre es más difícil alcanzar una buena cobertura con las vacunas que requieren más de una dosis.

Nozar pone el ejemplo de Argentina, donde la vacuna se lanzó como parte de una campaña política del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. “Ella dijo que ninguna argentina más debía morir de cáncer de cuello uterino, como Eva Perón”, cuenta la ginecóloga. Con ese impulso, se logró una cobertura altísima de la primera dosis. Pero la tercera dosis no alcanzó ni al 10% de la población objetivo.

—¿Y qué se está haciendo ahora en Uruguay?

—Estamos trabajando en un plan para mejorar la cobertura de vacunación contra el HPV, como parte de una estrategia de erradicación de la enfermedad. Hay que revisar los mecanismos, las campañas, la comunicación y cómo llegar mejor a la población.

—¿Cómo están los números de cáncer de cuello uterino en Uruguay?

—Se han mantenido bastante estables. Hay una leve tendencia a la baja, pero no es significativa. Y eso preocupa, porque somos un país que tiene las condiciones para reducir ese indicador. Cada año mueren entre 130 y 140 mujeres por esta causa, y se diagnostican un poco más de 300 casos anuales.

Miedo social

Cuando Nicolás, de 34 años, le contó a su pareja Guadalupe, de 32, que su exnovia le había mandando un mensaje de WhatsApp para decirle que tenía HPV (se había enterado por un test), las alarmas se encendieron. Guadalupe, abogada y escribana, una mujer que siempre fue a los controles ginecológicos, de inmediato “reaccionó” al grito. Y fue de urgencia a su mutualista para pedirle al primer ginecólogo que la vio que le diera la vacuna. El médico le dijo que sí pero se topó con una barrera: por su edad, ya no estaba contemplada en el esquema de vacunación gratuito.

Un hombre usando un celular. Foto: AFP
Hombre usando un celular.
Foto: ARUN SANKAR/AFP

Hace seis años que está en pareja con Nicolás y buscó una segunda opinión médica. El otro ginecólogo no le recomendó vacunarse sino hacerse primero el nuevo test de HPV y esperar los resultados. Guadalupe no quería esperar. Las palabras “cáncer”, “virus”, “infección” se le instalaron en la cabeza como una sirena permanente. Finalmente, optó por pagar la vacuna de su bolsillo.

Para Rubén Campero, psicólogo, sexólogo y docente del Instituto de Formación Sexológica Integral (Sexur), estas reacciones son frecuentes. “Intelectualmente uno puede saber que estas cosas suceden, pero cuando nos tocan en lo personal se activa con fuerza lo más impulsivo, más emocional”, explica. “Y ahí recurrimos a prejuicios, estereotipos y mitos sobre la monogamia y los vínculos. De pronto, el pasado se convierte en un tercero que irrumpe en la pareja. Aunque no sepamos cuándo se contrajo el virus, aunque haya sido hace diez años, lo sentimos como si fuera hoy”.

Casos como el de esta pareja son comunes. El virus puede permanecer asintomático durante años. De hecho, según los especialistas lo habitual es entrar en contacto con el HPV en las primeras experiencias sexuales, pero las manifestaciones pueden tardar muchos años en aparecer. Todo depende del sistema inmune de la persona. Para el psicólogo Campero, este fenómeno también debe entenderse en un contexto más amplio. “En los últimos años se ha empezado a cuestionar la monogamia, que de alguna forma fue un refugio, pero también una cárcel, sobre todo para las mujeres”, sostiene. Y agrega: “La sociedad actual está cada vez más bombardeada de información, y el concepto de adultez ha cambiado”.

Campero advierte que, ante este tipo de diagnósticos, muchas veces se reacciona desde el miedo, pero también con cierta inmadurez. “Se piensa que para todo tiene que haber, de forma urgente, una solución médica”, apunta. Campero dice que es importante entender el contexto actual para leer las reacciones de las personas al enterarse que tienen un virus de transmisión sexual como el HPV. “Consumimos porno, hacemos todo tipo de chistes subidos de tono, pero en el fondo no se habla de la sexualidad; sigue siendo un tema que nos cuesta”.

El psicólogo dice que en el imaginario operan ideas como que “tener un virus de transmisión sexual es malo, promiscuo o de personas que no hacen las cosas bien”, pero eso no es necesariamente así.

Detección a tiempo.

Nuevo test es más eficaz que el Pap

Desde agosto de 2024 el tamizaje para prevenir el cáncer de cuello de útero en Uruguay cambió, ya que se incorporó el test del virus del papiloma humano (VPH). Hasta entonces, el control habitual era a a través del Papanicolau (PAP), un estudio que buscaba detectar lesiones ya instaladas. El nuevo enfoque apunta un paso antes: identificar la presencia del virus, con el objetivo de actuar antes de que la enfermedad se desarrolle.

Si se detecta que la mujer tiene el virus, se realizan más pruebas. Pero en el caso de no tener el virus, se pueden esperar hasta cinco años para volver a hacerse el test y no dos, como era con el PAP. La toma de la muestra es igual, con la utilización de un espéculo en el canal vaginal.

La enfermedad

A la clínica llegan casos que no son los esperados. “Hace dos años atendí a una mujer que murió por cáncer de cuello uterino. Tenía un hijo de cinco años y una beba de tres meses”, cuenta Natalia Pérez, ginecóloga especialista en tracto genital inferior y colposcopía, y presidenta de la Sociedad de Ginecología del Uruguay. “El padre se quedó viudo, con una bebé y un nene de cinco años. En un caso que pudo ser atendido a tiempo”, dice la ginecóloga. Y ahí está el problema, según Pérez: el mayor factor de riesgo para desarrollar un cáncer de cuello uterino no es el virus en sí o estar expuesto a él, sino la falta de controles. “Ese es el verdadero riesgo”.

Toma de muestra de HPV.
Toma de muestra de HPV.
Foto: Archivo El País.

Además, la vacuna no solo previene el cáncer de cuello uterino. Pérez explica que el virus del HPV actúa “dando cáncer de orofaringe, piso de boca, vulva, vagina, cuello, anal y perianal”. “Por eso también se tiene que vacunar a los varones, además de que ayudan a que la circulación sea más baja”, dice la ginecóloga.

—¿Cómo manejan el tema con los padres?

—En la consulta aconsejamos, no obligamos. Le explicamos a la madre o al padre lo beneficiosa que es la vacuna, pero si no quieren vacunar a su hija o hijo, o si la hija o el hijo tampoco quiere, entonces no se vacuna. Hay que aclarar que vacunarse no quiere decir que no vas a tener lesiones, o que no hay que acudir a los controles, pero sí que ayudás a tener menos lesiones o a prevenir el cáncer. No es 100% eficaz, su eficacia ronda el 60 o 70%.

—¿En Uruguay solo hay una vacuna?

—Sí, seguimos utilizando la vacuna tetravalente, que protege contra cuatro tipos del virus: dos que causan cáncer (los genotipos 16 y 18) y dos que provocan verrugas genitales (los tipos 6 y 11). Pero ahora llegó al país la vacuna nonavalente, que amplía la cobertura.

Pérez señala que la Sociedad de Ginecología tiene un reclamo de larga data relacionado con la extensión de las consultas. “La atención ginecológica lleva mucho tiempo y, sin duda, la implementación de la prueba de alto rendimiento para el HPV será muy beneficiosa. Si el resultado es negativo, se puede esperar hasta cinco años para volver a realizarla”, explica. Se refiere a la nueva técnica que se comenzó a usar para sustituir al papanicolaou porque es más precisa.

Además de estar al frente de la Sociedad de Ginecología, ella forma nuevos especialistas, porque es profesora adjunta de la Clínica Ginecotocológica B de la Facultad de Medicina. “Siempre le digo a mis estudiantes... esto es muy fácil. El cáncer de cuello uterino es un cáncer que no debería existir, tendría que ser cero”, relata. Después admite que quizás llegar a cero sea imposible, pero sí se podría a cuatro mujeres por 100.000 habitantes. Y lamenta: “Tenés un cáncer prevenible con una vacuna... Es maravilloso, de no creer. Pero la gente no se vacuna”.

Investigación.

En Salto estudian HPV en aguas residuales

Matías Victoria, investigador del Laboratorio de Virología Molecular en la sede Salto del Cenur Litoral Norte, lleva adelante un trabajo que utiliza aguas servidas para detectar la presencia del virus de papiloma humano (HPV).

Prueba de HPV.
Persona realiza una prueba de HPV.
Foto: Archivo El País.

“En lugar de realizar miles de hisopados, tomamos muestras de aguas residuales. Que son representativas de los virus que circulan en la población”, dice Victoria, quien ya trabaja con otros virus, como los que causan gastroenterocolitis. Esta misma técnica se usó en la pandemia del covid-19, para detectar las variantes. Pero es una metodología de análisis que se utiliza desde la época de la poliomielitis.

El equipo que integra Victoria trabaja desde 2010 en Salto, utilizando la llamada “epidemiología basada en aguas servidas”. Sin embargo, fue a partir de 2021 que comenzó a estudiar el HPV en las aguas residuales. “Realizamos varias colectas de muestras de aguas servidas aquí en Salto y que nos permite identificar los diferentes tipos de HPV presentes con una mayor precisión”, añade.

Los resultados de este trabajo revelaron una diversidad de genotipos de HPV, que coinciden con los que están en la vacuna que el Ministerio de Salud Pública da. Ahora están por publicar una nueva investigación, combinaron las muestras de aguas servidas con los resultados de los exámenes de Papanicolaou (PAP) realizados en la clínica. Según el estudio, se llegarían a conocer variantes del virus antes en las aguas residuales que en los casos médicos. Esta metodología ofrece una herramienta complementaria para monitorear la circulación del virus (y sus genotipos) a nivel poblacional.

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