La sede del Club Neptuno tiene guardia las 24 horas. El perímetro que ocupa una manzana completa de Ciudad Vieja está totalmente cerrado, se colocaron vallas, alambres, y otras medidas de seguridad para que nadie pueda ingresar en los pasillos silenciosos que no tienen luz eléctrica. Ni en sus techos, que filtran agua de las bases de las piscinas. Quedan aún miles de historias, en un espacio de encuentro deportivo y social de otro Montevideo, que hace años no existe más.
Recorrer este elefante de cemento es meterse en un laberinto, con escaleras que pueden terminar en una cancha de fútbol cinco con césped artificial o una sala de aparatos con vista a la Fortaleza del Cerro. También es como pasear por un barrio, porque se ven carteles de todo tipo, desde tintorería, peluquería y hasta enfermería. Se mantienen aún pizarras escritas con tiza con precios de la cantina, hay un piano tirado descansando entre pasillos que llevan a pequeños cuartos, donde se amontonan todo tipo de muebles: sillas, casilleros, mesas, sillones, biblioratos y hasta jarrones chinos.
En su época de oro el Club Neptuno supo tener 60 mil socios, que iban a disfrutar de las dos piscinas (una de ellas olímpica) y las cinco canchas. Además de las otras salas, y los partidos de básquetbol por los que pasaron leyendas como José Barizo y Tato López. El edificio no pierde su encanto, a pesar de las vigas dobladas a la vista, la humedad que corrompe cimientos, y vidrios de gruesas ventanas rotas por el viento de la rambla.
Detalles de otras épocas hablan solos: el logo del club pintado con los colores fuertes detrás de cintas amarillas y negras de: “No pasar”; fotos de alguna formación de fútbol pérdida que fue campeona, radios de madera, ventiladores de hierro de más de 2 metros de alto, y elegantes bancos de madera maciza. Es el decorado de una infraestructura que se fue ampliando según las necesidades de cada época, y tiene materiales originales, conjugados con otras de menos de 15 años.
Pero todo esto desaparecerá, será demolido si prospera el proyecto que tiene en mente la Intendencia de Montevideo (IMM), que mantendrá una de las canchas techadas de básquetbol y la piscina de 25 metros. En concreto proponen fraccionar el padrón, para que una parte quede de uso público y otra pase a manos de privados. En este cálculo, un 65% del espacio del club se perdería, y pasaría a manos de inversionistas privados.
El predio es de propiedad de la IMM, que lo recibió en 2018, deteriorado y con una deuda que sobrepasa los US$ 10 millones, entre los impagos a empleados, ex deportistas, al Banco de Previsión Social, al Banco de Seguros del Estado y a la Dirección General Impositiva. Se hizo primero una evaluación de riesgo de la infraestructura, un inventario de lo que había -o al menos de artículos más importantes- y después se comenzó a idear una solución.
Este proyecto tiene una inversión inicial de 3 millones de dólares, según informó Olga Otegui, secretaria general de la IMM. Sería solamente para hacer la inversión pública. Con la venta de los terrenos se prevé costear el proyecto de un nuevo club social y deportivo.
“Nosotros tenemos la custodia, eso implica una cantidad de gastos, que incluye guardia, mantenimiento y limpieza. En 2020 asumimos esta administración y en todo este tiempo hemos estado analizando varias alternativas”, explica Otegui.
El club como tal será administrado luego por la IMM, con un uso compartido por el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) de la Udelar. “Para que pueda ser usado por todos los vecinos y vecinas. La idea es reactivar esa zona, no sólo el club”, remarca Otegui. La decisión de proponer enajenar terreno público en un espacio de gran potencial tiene que ver con “jerarquizar” y “dar soluciones”, dice la secretaria general de la IMM. Pero también con “tener un Neptuno con las condiciones que tiene un club hoy en día. Tiene que ser un club de primer nivel y con las características que demandan los deportes ahora”.
Hoy el proyecto no está avanzando. Está parado, detenido en el tiempo como el edificio del club. Desde la IMM se remitió todo a la Junta Departamental de Montevideo, pero no será aún votado ni analizado por la bancada oficialista, a pedido del gobierno departamental. Las resistencias de los vecinos de la zona, más las críticas recibidas desde otros sectores, lograron que la IMM genere un espacio de diálogo. ¿Cuál es la mayor crítica? Vender suelo público en un punto clave de Montevideo.
El proyecto.
En la manzana entera que está el edificio del Club Neptuno se instalaría un edificio de viviendas en altura con un primer piso de uso público, en la esquina que da a la curva de la rambla portuaria. Además, en la esquina de la rambla y el Hotel Nacional se ideó un estacionamiento vertical que tendrá en su último piso una terraza de uso público.
Lo que hoy es toda la infraestructura del club quedará dividida a la mitad, y se construirá un pasaje peatonal.
La enorme piscina olímpica que unos años se alimentó de agua del Río de la Plata y otros ya con agua de OSE, dejará de existir. Como en todo el club, en ella se ve la construcción de distintas épocas y estilos. Cuando esta piscina de 50 metros estaba al aire libre tenía un trampolín, además de gradas para ver a los nadadores y contemplar a esa altura la escollera Sarandí, que está ahora tapada por los contenedores del puerto.
Luego se le construyó el techo, con una infraestructura que se diseñó para ser usada también como piso. Esto anuló las gradas, que quedaron como peso muerto, e introdujo a toda la infraestructura unas columnas enormes, que son los cimientos de ese techo.
Para la docente del Instituto de Teoría y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura de la Udelar, Adriana Goñi Mazzitelli, el proyecto de la IMM no es el mejor. “Parece la solución más rápida y fácil, pero no puede ser que siempre se apueste a este tipo de modelos”, dice la docente.
La arquitecta, que estudió y trabajó en distintos procesos de reconstrucción de edificios históricos en Italia, entiende que enajenar predios públicos tiene que ser una solución para lugares muy puntuales. “Hay distintos tipos de grandes inmuebles abandonados, y el trato que hay que darle va a depender mucho de la localización”. Goñi Mazzitelli pone un ejemplo: dice que no es lo mismo vender un predio donde funcionó una industria y está en un lugar alejado, a vender un espacio “tan emblemático como lo es el Club Neptuno, que además desde el Estado se lo debe de pensar para responder a las dinámicas del centro histórico de Montevideo”.
Esta docente que ha recorrido el club, y que conoce también las demandas de los vecinos, dice que es interesante observar el fenómeno social que se da en este caso, al igual que con el Dique Mauá. “Son bienes que están siendo reclamados por la ciudadanía porque faltan servicios y faltan infraestructuras públicas”.
—La zona de Ciudad Vieja se está poblando con cooperativas, y además nuevas torres. ¿Este movimiento tiene algo que ver con lo que piden los vecinos?
—Son espacios que se están poblando mucho, ya la parte de la Rambla Sur no tiene más espacio, y estamos empezando a ver torres de viviendas bordeando todo el puerto. Ahí lo que se vende es la vista. Creo que cuando la ciudadanía se niega a una enajenación, a una venta de terreno público en algo que les parece que puede ser un servicio social, hay que pensar en cómo recuperar. También mirar el movimiento que hay alrededor, qué tipo de población, cómo se comporta. Entonces desde el punto de vista del urbanismo lo primero es que no se puede vender o enajenar un bien sin pensar que esos grandes edificios tienen una buena potencialidad si estamos hablando de una estrategia de regeneración urbana de un barrio.
—¿Pero cuál sería la solución para un espacio como el Club Neptuno?
—Se tiene que hacer un chequeo con las poblaciones que están ahí para saber qué tipo de servicios y qué actividades necesitan. Es lo que hace cualquier empresa, un estudio de mercado, generar una encuesta de usos actuales y posibles. El Estado puede hacer un laboratorio urbano y generar una agenda con todos los usos que pueda tener el lugar. Algunos los puede gestionar, y otros pueden ir a modalidad de explotación de privados, sea por medio de consorcios o cooperativas. Ese tendría que ser el trabajo, y pensando propiamente en el edificio la solución puede ser una recuperación por partes que permita que se usen espacios mientras que otros permanecen clausurados.
Para la arquitecta tiene que haber un trabajo profundo, porque es suelo público. “No podés esperar al privado del sector inmobiliario, que sabemos va a proponer torres de viviendas con amenities, en un espacio con una carga emotiva enorme y un gran potencial”.
Edificios que son “patrimonio afectivo”
El Club Neptuno no es el único elefante de cemento abandonado, se suma a otros emblemáticos, como el Dique Mauá, la Estación de AFE y su vecino, el hotel Nacional. Para la docente del Instituto de Teoría y Urbanismo de la Facultad de Arquitectura de la Udelar, Adriana Goñi Mazzitelli todos comparten un mismo problema: “Son grandes estructuras que marcaron una época y que nadie se anima a hacer nada. Por suerte no tiraron abajo la Estación de AFE, al menos hay una especie de respeto”, apuntó. Así, suma un elemento: “En Uruguay no trabajamos en la restauración, no hay tampoco en Facultad una escuela de restauración, o una formación clara con ese perfil”.
Para la docente la modernidad ha empujado a que muchos edificios y fachadas históricas desaparezcan, y cree que esto también tiene que ver con la mirada y formación de los arquitectos uruguayos. La opción de restaurar no tiene que ser total, ni para el mismo uso que se pensó. “Hay que estudiar los casos, pero un buen ejemplo simple es en Barrio Sur y Palermo. Las viejas casonas restauradas que se convirtieron en tres o cuatro apartamentos, pero conservaron elementos claves de la construcción original”.
Los edificios no sólo se restauran por su condición arquitectónica o urbanística, sino que también por el uso social y cultural. Y este sería el caso del Club Neptuno: “Hay un patrimonio histórico y cultural, que es inmaterial, es patrimonio afectivo, conforman identidad”, dice la arquitecta. “Cuando comenzamos a trabajar el tema de Neptuno la gente nos contaba historias: de cómo les habían enseñado a nadar en esa piscina olímpica, de la lástima que les daba no poder mandar a sus hijos ahí”.
Goñi Mazzitelli entiende que hay casos de recuperación muy exitosos en todo el país, no sólo en Montevideo, “en los que parece se puso todo, pero no hay una mirada integral”. ¿Por qué? “Toda la energía del país de la Comisión de Patrimonio en algunos puntos: salvamos el ex Frigorífico Anglo, salvamos la Calera de las Huérfanas, pero tampoco está claro por qué unos sí y otros no. La visión de salvar edificios y reconvertirlos no está instalada”.
Lo público.
Ciudad Vieja no es simplemente un lugar, es un barrio muy importante para Montevideo, y hasta para Uruguay, según opina la alcaldesa del Municipio B, Silvana Pisano, que trabaja activamente en la comunicación entre la IMM, los vecinos y comerciantes de la zona para poder “articular desde lo comunitario el diálogo, y generar soluciones que se puedan sostener en el tiempo, y que respondan a una realidad que viven los vecinos de la zona, y las personas que trabajan y habitan ese espacio”.
Los vecinos del barrio agrupados en el colectivo “Abriendo el Neptuno”, se comenzaron a reunir desde que el club cerró en 2020 en plena pandemia. Han hecho diferentes eventos, primero para consolidar el grupo de trabajo y luego para poder llegar a propuestas para el futuro del club. Pero también para que la gente del barrio y los que no también, se enteren de lo que está pasando.
Este 30 de setiembre tienen una asamblea, en la que van a poner en común lo que han avanzado. No sólo se han reunido con las autoridades de la IMM, se han asesorado con profesionales. Por el momento se encuentran elaborando un plan que votarán el 30, y que presentarán a las autoridades.
Según explicaron integrantes de “Abriendo el Neptuno” a El País están en desacuerdo no solo con la venta de los predios públicos y la demolición de parte de la edificación, sino con la forma en la que se está llevando adelante el proceso de evaluación de solución por parte de la IMM.
La Plaza de Deportes Número 1
A una cuadra del Club Neptuno y pegado al abandonado Hotel Nacional sobresale la Plaza de Deporte Número 1, que es un ejemplo de cogestión del espacio público, en opinión de la alcaldesa del Municipio B, Silvana Pisano. El proyecto final se inauguró en 2019, pero se concretó luego de un intercambio entre el Departamento de Desarrollo Urbano de la Intendencia de Montevideo (IMM), el Municipio B, la Comisión Barrial Plaza 1 y grupos de vecinos de la zona.
La obra comenzó en agosto de 2018 e incluyó pavimentación, acondicionamiento lumínico, la construcción de un área deportiva (con canchas de fútbol y básquetbol, pista de skate), salón de usos múltiples, colocación de juegos infantiles, creación de un gimnasio al aire libre, instalación de bancos y bebedero. Además hay un baño de uso público.
Pero todo esto no hubiera pasado sin el trabajo de los vecinos, según cuenta Gerardo Suárez, uno de los referentes de la Comisión de Vecinos de Plaza 1. Para este vecino la crisis de 2002 precarizó mucho la zona, y la Plaza se vio muy afectada. Diez años después se generó una comisión barrial “y en 2014 empezamos a trabajar de forma organizada, para recuperar ese espacio público”.
En ese momento la IMM tenía “un plan de refacción que era totalmente distinto a la seña de identidad deportiva y barrial de la plaza. Cuando tuvimos conocimiento de esa propuesta empezamos un proceso fuerte de trabajo vecinal”, cuenta Suárez. Se hicieron asambleas de vecinos y luego se generó un canal formal de diálogo con las autoridades del Municipio y de la IMM.
“También trabajamos con los vecinos en el proceso de saber qué era lo que queríamos para ese lugar”, cuenta Suárez. Por eso se realizaron encuestas de uso y de ahí salieron muchos insumos que la propia IMM tocó para el proyecto que finalmente se hizo. “El trabajo de los vecinos hizo que las autoridades descartaran el proyecto inicial, y fueran por otro que estuviera más a fin con las necesidades de la gente”, dice Suárez.
Hoy la plaza no es sólo mantenida por la IMM y el Municipio B, sino que la Comisión Barrial Plaza 1 trabaja activamente detectando nuevas necesidades de las personas que usan el espacio y previniendo los actos de vandalismo que pueden ocurrir.
La alcaldesa del Municipio B dice que los vecinos quieren recuperar toda la manzana, y no solamente ese tercio de superficie que propone la IMM. “Nosotros como Municipio no participamos en la decisión, es algo que se hace desde la intendencia, es una resolución de gobierno que puede determinar la enajenación de suelo público”, dice Pisano.
La alcaldesa confía en las mesas de diálogo que se están desarrollando, dice que son claves para acercar algunas posiciones y generar “una reflexión sobre las concesiones y los bienes públicos”. Para Pisano sobran ejemplos en la ciudad: “Me pregunto qué pasa con el Club de Golf de Montevideo, son varias hectáreas de bienes departamentales en concesión y no veo a todos los vecinos yendo a jugar al golf”.
Si le preguntan si hay que vender parte del predio del Club Neptuno, Pisano es contundente: “Como una actora más en este diálogo estoy en contra de cualquier tipo de venta de suelo público”.
Por otro lado, desde la IMM se ponen paños fríos. “Nosotros lo que tratamos es de optimizar lo que tenemos, y con este fraccionamiento poder definir cuánto hay de espacio público, cuánto hay de calle y de edificabilidad. Poder tener padrones que permitan ese equilibrio. Después pensar en qué puede ser privado, y con qué tipo de uso, si es de vivienda o estacionamiento. El proyecto no es solo el club Neptuno, sino pensar en toda esa zona”.
Para la docente de arquitectura Goñi Mazzitelli lo que se está planteando “es darle al mercado inmobiliario un espacio que cada vez se va a seguir cotizando más, donde no queda claro qué será realmente de uso abierto, porque las lógicas de uso de ese tipo de torres no conviven con la de un barrio que es un centro histórico, y que para que siga funcionando lo tenés que mantener habitado”.
Mientras que los vecinos le reclaman su lugar en la punta de la escollera Sarandí, y la IMM defiende su proyecto, el club social y deportivo, que tiene al tridente del dios romano del mar como símbolo, sigue encallado en el tiempo, y a la deriva entre ideas que prometen sacarlo a flote y devolverle su gloria.