A 20 AÑOS DEL FERIADO BANCARIO
En la crisis de 2002 los Serratto tuvieron que emigrar a Estados Unidos. Dos décadas más tarde, Sergio cuenta una historia que empezó mal y parece terminar con éxito.
Es una de esas historias que dejó la crisis. La familia de Sergio Serratto avizoró un horizonte negro y se preparó para emigrar. Cerraron el negocio en La Teja y el primero que viajó a Estados Unidos fue su padre. Desde allí enviaba dinero para mantener a su familia y pagar a antiguos proveedores. “Era una decisión irnos sin deudas porque podríamos volver tranquilos”, dice hoy Serrato, quien se matriculó en el instituto Anglo de su barrio para aprender inglés.
La familia tardó un año en reunirse en Nueva York. “Mi padre tuvo un accidente que lo inmovilizó (durante cinco años) y salí al mercado laboral”, cuenta. Pospuso sus estudios y se rebuscó: trabajó de todo, desde repartidor de pizza a mozo. Sus buenos modales, su habilidad para los idiomas, su buena presencia, lo ayudaron. Empezaron a llamarlo para atender fiestas en casas de magnates y creó su propio servicio de mozos. Retomó sus estudios y dejó la universidad pública, pidió un préstamo y se transfirió a una privada.
En Westchester Community College egresó de la carrera de Finanzas y Negocios Internacionales. Allí hoy es directivo de la Junta.“Un año viajé en tren de casa al campus, pero perdía mucho tiempo y empezaba a irme mal. Decidí vivir en el campus, pero como era inviable pagar un dormitorio, de lunes a jueves dormía en mi auto, Fue muy duro”, dice. Se bañaba en el gimnasio y usaba el locker para guardar cosas que no queria dejar en la valija del coche.
De viernes a domingo regresaba a su casa y trabajaba en gerenciar su empresa de mozos. Así lo descubrió el ama de llaves del empresario David Rockefeller, que le ofreció el puesto de mayordomo. “Tenía personal a cargo y una clientela estable, dije que no, que no podrían pagarme”, recuerda entre risas. Ella insistió, fui a una entrevista y me convenció, 2.000 dólares semanales por 40 horas y me concentraba en una sola casa”, detalla.
Cuando completó la carrera, se postuló a un empleo en Barclays Bank, empresa de Wall Street. Le confirmaron su contratación y lloró de emoción. Uno de los contratadores le dijo a sus colegas: “Les dije que era como el de En busca de la felicidad”. Sergio no sabía de qué hablaban. No tenía tiempo de ir al cine.
El trabajo en la bolsa lo estresó al límite y Rockefeller le ofreció ser su asistente personal, no dudó. En ese cargo organizó la reunión entre su patrón y el entonces presidente José Mujica. Tras la muerte del empresario, siguió camino. Para entonces ya habia comprado el primer apartamento para sus padres y una casa con cinco apartamentos, que refaccionó para alquilar. Trabajó en la campaña de Andrea Stewart-Cousins, actual líder del Senado. Quince horas diarias lo hacían concentrarse en el trabajo y no en la batalla legal por ver a sus hijos, Valentín (7) y Luciana (6).
El plan laboral y el personal fue irreconciliable cuando la Justicia le dio la custodia de los niños. Cambió de empleo y hoy trabaja en la fundación IntactAmeriaca. “Acá hay oportunidades si uno se esfuerza”, resume. “Fuimos los tres en febrero, a mis hijos les encantó Uruguay, ver a la familia, pero por ahora el plan es ir solo de paseo”.