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A 20 años: una crónica del 2002, sus lecciones y consecuencias

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Foto: El País

OPINIÓN

Cómo marcó a los uruguayos aquel cimbronazo sin precedentes, base de muchos cambios que hoy están vigentes.

En el año que acaba de comenzar, se cumplen 20 años de la última gran crisis económica que sufrió nuestro país. Como todo hecho de la historia reciente, cada uno ha sido testigo vivencial, y su memoria guarda su propio relato de aquellos tiempos. Recordar (de recordis) significa volver a pasar por el corazón, evitar su olvido, y en ese camino hacer presente aquellos hechos para capitalizar sus aprendizajes.

Los gérmenes

Durante enero de 1999 se produce en Brasil una importante devaluación de su moneda, el real, que cotizaba a 1.20 por dólar, llegó en muy pocas semanas a pasar los 2 reales por dólar. El llamado “Plan Real” había sido la respuesta del país norteño para estabilizar la economía y pulverizar la hiperinflación en los primeros años de la década del ´90. Fijó inicialmente la paridad de R$ 1 - US$ 1, pero a diferencia del plan de convertibilidad argentino (que tenía los mismos objetivos), en Brasil no fue sancionada una ley.

Este hecho no fue menor, la principal economía regional se adelantó, y dejó en offside a sus socios comerciales menores, Argentina y Uruguay. Por entonces, Brasil era el principal destino de las exportaciones uruguayas, con algo más del 30% del total exportado (promedio década 1990). En ambas márgenes del Plata, era año electoral, pésimo momento para tomar medidas con costos políticos, como podría haber sido una devaluación. Sin embargo, fue un tema que perforó las campañas de los distintos candidatos, con fuertes compromisos anti-devaluatorios.

Ese año la economía uruguaya entraba en recesión, cayendo 1,94%. En el 2000 caería otro 1,93% y en el 2001 se profundiza la caída, con una variación del PBI de -3,85%. Por tanto, arrastrábamos, a nivel doméstico, una larga recesión económica previo al crítico 2002.

En diciembre de 2001, colapsa Argentina, con un fuerte deterioro institucional. La ley de convertibilidad había terminado por ahogar financieramente a una economía encarecida, endeudada, sin crédito, con elevado desempleo y una profunda crisis social. Para enero, la devaluación de, por entonces, nuestro segundo socio comercial, era un hecho; el peso argentino pasaría a cotizar rápidamente 1.4 por dólar.

Digamos entonces, que no estuvimos frente a un “cisne negro”, frente a un hecho inesperado. La tormenta no era segura, pero sí probable.

El fatídico 2002

Por entonces, el sistema financiero uruguayo tenía un alto porcentaje (40%) de depósitos de no residentes, en su mayoría argentinos. Con las restricciones impuestas en la vecina orilla, comenzó el drenaje de depósitos en nuestro país, que a su vez vino a desnudar su anacrónica supervisión financiera. Los fraudes de los bancos Comercial y Montevideo, retroalimentaron la caída de reservas del Banco Central que ya no podía comprometer recursos para sostener las bandas de flotación del tipo de cambio y disparan el riesgo país, que alcanzará los 3.100 puntos básicos. Sobrevino la peor corrida bancaria de la historia, feriado bancario y liquidación de varias instituciones, con reprogramación de depósitos en los bancos públicos. La cotización del dólar pasará de 14 pesos en enero de aquel año a 28 pesos en setiembre.

Además, el abril del 2001 se había desatado la crisis de uno de nuestros principales productos de exportación. El resurgimiento de la fiebre aftosa provocó el cierre automático de varios mercados internacionales.

Los desajustes sistémicos generaron deudas impagables, cierre de empresas, y desempleo que salta del 10% al 17%. El ingreso de los hogares tuvo una fuerte caída, y recién en el año 2007 se recuperaron los niveles pre-crisis. La pobreza saltó del 27% de la población al 41%. La caída del PIB ese año superó el 7%. En el 2003, el 66% de los niños menores de 6 años vivían bajo la línea de pobreza. Más de 50.000 personas emigraron. La inflación alcanzó al 26%, y los combustibles tuvieron un aumento del 63%. La deuda pública ascendió a más del 100% del PIB, su manejo evitando el default, fue clave para la recuperación.

Surgieron un sinfín de dificultades que cada uno recordará a su manera. Y también iniciativas en diferentes ordenes tendientes a paliar situaciones de dificultad.

Un cimbronazo sin precedentes.

Sus lecciones y consecuencias

a) La pobreza es multidimensional. Si bien su medición es por el ingreso del hogar, abarca mucho más. No es una puerta giratoria a la que se entra y se sale rápidamente.

b) La relevancia de calzar la moneda de endeudamiento con la moneda de los ingresos. La herramienta de la unidad indexada ha sido de gran utilidad.

c) La diversificación comercial internacional como escudo frente a crisis regionales o focalizadas en mercados específicos.

d) La necesidad de diversificación productiva en verticales con potencial, acompañado de un sistema educativo moderno e inclusivo.

e) Ha dejado un sistema financiero rígido y concentrado, con ausencia de banca nacional privada. Los mecanismos de supervisión financiera deben concebirse como dinámicos.

f) En campaña electoral, la tajante amputación de parte del instrumental de gobierno, no sólo restringe márgenes de actuación, sino que puede llegar a ser un violento boomerang.

g) En crisis, tan importante es entender la dimensión de la caída como desde dónde se cae. Para gracia de nuestro país, no fue lo mismo caer algo más del 7% en el 2002 que casi un 6% en 2020. No pasaron en vano 18 años.

h) Honrar los compromisos de deuda y el respeto a los contratos ha cimentado las bases confiables de la recuperación.

i) Instituciones democráticas fuertes. Recordemos: en todo momento, un sistema político a la altura de las circunstancias hace la diferencia.

(*) Decano de UCU Business, Universidad Católica.

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