La historia de Graciela Bianchi: "luisista" y combativa, dice que “el 90% del GACH es del Frente”

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Graciela Bianchi. Foto: Estefanía Leal.

PERFIL DE UNA REFERENTE OFICIALISTA

El presidente le permite un tono agresivo en redes porque dice que es su “forma de ser”. Este es un perfil de una exfrenteamplista que hoy es la tercera en sucesión a la Presidencia.

Anoche durmió algo menos de dos horas. Su rostro muestra cierto cansancio, aunque ella dice que se siente bastante bien. Es martes, un rato después de las cinco de la tarde, y la senadora Graciela Bianchitermina una larga jornada de trabajo en su despacho en el segundo piso del Palacio Legislativo. Ese en el que conviven fotos familiares con un cuadro del presidente Luis Lacalle Pou (dice “para Graciela con mucho cariño” y tiene el vidrio roto, fruto de una caída accidental), un retrato de Aparicio Saravia, otro de Manuel Oribe y de José Artigas.

Porque Bianchi —o “Grace”, como la llaman en la 404— es un personaje extraño en la política local. Una exfrenteamplista con orígenes comunistas y secretaria de Germán Araújo al regreso de la dictadura, que se recibió de docente en 1976 en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) con una monografía sobre Saravia. Que en 2009 votó a José Mujica. Que se hizo famosa por un video que se viralizó allá en 2011 en el cual cuestionaba en tono fuerte a algunos alumnos del liceo Bauzá que entonces dirigía (su “¿perdón?” quedará para la historia). Que, tras una Patria Gaucha en Tacuarembó en 2013, fue seducida por el entonces diputado Lacalle Pou para integrarse a Aire Fresco y al Partido Nacional. Y que hoy es una de las principales referentes del gobierno en el Parlamento: combativa full time, siente que su misión es defender desde allí al presidente. No solo eso, es la tercera en sucesión hacia la Presidencia después de Lacalle y la vicepresidenta Beatriz Argimón.

“Pero yo no soy blanca. Soy luisista”, dice Bianchi, y cuenta que admira al presidente. Y parece que es mutuo: Lacalle dice a El País que la relación que tienen es de respeto y afecto: “Yo la verdad que la quiero mucho a Graciela”. Luego el presidente sostiene que el tono confrontativo con el que ella se ha posicionado en redes sociales es fruto de su “forma de ser”. Y, todo indica, la deja hacer.

Pero algunos en el propio Partido Nacional están empezando a ver con cierta preocupación ese perfil combativo con el que Bianchi se ha posicionado en sus declaraciones y en redes sociales, donde dedica buena parte de su energía a cuestionar con dureza a sus excompañeros frenteamplistas, según admiten fuentes partidarias a El País. Pero eso lo contaremos más adelante.

Lo cierto es que desde su cuenta de Twitter Bianchi carga con fuerza contra la oposición como casi nadie en el gobierno (“los conozco bien”, dice respecto a los frenteamplistas) y además cuestiona seguido el trabajo de los periodistas. Calificó, por ejemplo, un informe del periodista Darío Klein para la CNN como “traición a la patria” y al conductor radial Juan Miguel Carzolio le avisó que un tuit sobre la demora en la llegada de las vacunas no estaba “a su altura”. El conductor le respondió con una ironía: “No sabía que tenía la vara para medir la altura de los tuits, senadora. La próxima la consulto antes de escribir”.

A veces se desvela y tuitea a las dos o tres de la mañana. Pero aclara que nadie la asesora, lo hace todo a pura intuición. Que publica lo que le sale en el momento.

La noche anterior a la conversación con El País durmió poco pero no fue por tuitear. No: se había acostado a las diez y cinco minutos, pero sobre las 12 la llamó desesperada Rossina, la esposa del ministro José Luis Falero. Resulta que Bianchi es vecina de Falero en la chacra que tiene en la zona de Estación Capurro en San José, sobre la ruta 11. La mujer del ministro quería saber si la senadora y su esposo Carlos estaban en el campo porque Faleroacababa de tener una convulsión y se había caído. La senadora se levantó de golpe, llamó al 911, al secretario de Presidencia Álvaro Delgado y a autoridades del Círculo Católico. “Le hicieron una primera atención en el Círculo de Santa Lucía y a eso de las dos de la mañana lo trajeron a Montevideo”, dice Bianchi. “Por suerte reaccionó bien. Cuando me enteré lo de José Luis no podía creerlo porque venimos de muchos golpes”.

—¿Entonces anoche cuánto durmió?

—Nada. A las doce menos diez me llamó Rossina y acá estoy.

Afuera cae el sol y la gente rumbea apurada a su casa porque en un rato juega Uruguay. La senadora accede al pedido de la fotógrafa de salir del Palacio y posa gustosa cerca de la escalinata. Allí bromea: “Ahora alguien me va a gritar ‘ponete a laburar’”. Pero eso no pasa. La gente la reconoce y la mira pero no dice nada. Bianchi vuelve a subir a su despacho (uno “de los más chicos” del Parlamento, según cuenta) y se dispone a contar su vida.

De Toscana a Rincón del Cerro.

Cuando Bianchi habla de su infancia, lo primero que menciona es a sus cuatro abuelos. Ella fue nieta única durante nueve años.

“Vinieron en 1925 de la Toscana escapando de Mussolini, porque eran militantes antifascistas, pero también escapando del hambre”, relata. Acá los abuelos de ambos lados eran jardineros y las abuelas empleadas domésticas en la zona de Rincón del Cerro. Y todos votaban a la lista 63 del Partido Comunista.

Sin el liceo terminado, su padre entró a un banco y su madre se dedicó a las tareas del hogar. Bianchi fue la primera de su familia en llegar a la facultad: estudió profesorado de Historia en el IPA, abogacía y escribanía. En 1971, con 18 años recién cumplidos, votó a la 1001. En esa época hace tiempo que militaba, primero en Secundaria y luego en el IPA, “aunque sin fanatismos”, cuenta. Se afilió a la Unión de la Juventud Comunista (UJC) pero dice que se distanció un poco tras los históricos comunicados 4 y 7 de febrero de 1973. “Para mi fueron un quiebre, con mi actual marido no podíamos creer el editorial de El Popular”, dice en referencia al apoyo a los históricos comunicados de las Fuerzas Armadas unos meses antes del golpe de Estado.

Así que entró a la dictadura como independiente, señala, pero la vida la volvería a acercar al Partido Comunista. “En la clandestinidad uno seguía colaborando con la gente que había trabajado antes, no podía lavarme las manos”, dice.

Avancemos hasta el 11 de mayo de 1984. Bianchi viajó con su familia a Buenos Aires a ver la llegada de Los Olimareños, que iban a tocar en Obras. Dio la casualidad que en una librería de la calle Corrientes se encontraron con Germán Araújo. “Nos emocionamos mucho y nos pusimos a charlar, como todo cholulo", cuenta la senadora y recuerda que luego lo llevaron al aeropuerto en su auto. El histórico político y periodista les pidió que se llevaran un libro de Convergencia Democrática, donde se reseñaban todas las actividades llevadas a cabo por el grupo contra la dictadura. Araújo pensaba que a él se lo podían sacar cuando entrara a Uruguay.

De ahí quedó una relación y la hoy senadora terminó siendo su secretaria personal en el Senado, donde Araújo asumió por la 1001 en 1985 hasta que lo expulsaron un año después. “Yo sentí que el Frente le soltó la mano”, afirma Bianchi, “pero no tenía pruebas”.

GRACIELA BIANCHI

Tiene casi pronto un libro con sus memorias

La senadora Graciela Bianchi prepara un libro sobre su vida. “Es sobre mis experiencias vitales, mi pensamiento, la parte ideológica. Está casi terminado pero no lo quise presentar antes de las elecciones para no perjudicar a Luis”, cuenta la exdocente. Luego da algunos detalles sobre cómo fue la modalidad de trabajo: ella grababa, un amigo le iba preguntando y escribiendo. “Él es un lingüista que por ahora no voy a mencionar porque ocupa un cargo público”, explica.

Bianchi se define a sí misma como una militante política, no como una dirigente que precisa “marcar votos”. Dice que eso es así ahora y que fue igual cuando estaba en el Frente Amplio, aunque allí no ocupaba lugares de exposición pública: “Soy independiente mentalmente. Si analizo mis elecciones políticas, además de tener una base ideológica que ha cambiado muchísimo, a mis referentes personales siempre les tuve cariño y respeto: Germán (Araújo), (Líber) Seregni, Jaime Pérez y Luis (Lacalle Pou). Todos muy distintos”.

En el siguiente período Bianchi pasó a ser secretaria técnica de la bancada del grupo Democracia Avanzada, es decir del Partido Comunista. Ella aceptó y dice que le aclaró al secretario general Jaime Pérez que no se afiliaría al partido. Pero todo cambió rápido: Araújo falleció en 1993 y un poco antes Pérez renunció a la secretaría general por cuestionamientos internos. “Yo no aguanté la situación y me fui al liceo a dar clases”, relata.

Se concentró en la educación: concursó para dirigir el Bauzá, el liceo al que habían ido sus padres, y ganó. Allí estuvo 18 años, aunque en el medio ocupó cargos políticos entre 2005 y 2010. Fue prosecretaria general de Secundaria y secretaria administrativa del Codicen, en representación de “los sectores moderados” del Frente Amplio, según sus palabras. Ese también era un lugar de militancia, dice Bianchi: “Yo no era astorista pero votaba a la 2121”. Mucho antes, a principios de 2000, se había desafiliado de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes) por lo que entiende fue un proceso de radicalización del sindicato en los años de las famosas ocupaciones contra la reforma de Germán Rama.

Aunque Mujica la ratificó en el Codicen, Bianchi afirma que solo aguantó tres meses en el cargo durante ese gobierno. “Vi el proceso de dominio de los sectores radicales, o sea el MPP, el Partido Comunista y también el Partido Socialista ortodoxo. Y me di cuenta que iba a terminar muy mal”, lamenta.

A principios de 2011 volvió al Bauzá. Y ese año ocurrió el episodio con el video que compartió en redesel entonces director general de Secretaría del Ministerio de Educación y Cultura, Pablo Álvarez, que se viralizó rápido.
Es difícil no recordarlo. Allí se ve a Bianchi sentada en su despacho, tomar el teléfono y decir muy molesta: “Vengan todos a ver de quién son estas cosas que tengo acá porque los voy a expulsar, ¿ta?”. Más tarde un alumno le dice que, si lo va echar, ya se va. La respuesta a los gritos de la hoy senadora quedó para la historia: “¿Perdón? ¿Perdón? ¿Perdón? ¿Perdón? ¿Perdón? ¿Vos sos alumno de este liceo? La que manda acá soy yo. Acá mandamos los adultos, no ustedes y menos a patoteada”. Luego les pide que se callen la boca y a otra estudiante le grita que no la tutee: “Callate la boca, punto. No estoy hablando contigo”.

Sobre todo eso, hoy dice: “Lo que hicieron ellos fue un episodio muy grave en el jardín del liceo a las 10 de la mañana y con personas extrañas a la institución. Nunca voy a decir exactamente lo que pasó pero fue un problema muy serio”. Asegura que el episodio total duró una hora y media pero que el video fue editado en poco más de un minuto: “El que lo editó fue Pablo Álvarez o alguien cercano a él, yo estoy segura que mis alumnos no lo editaron”.

—Por aquel video la conocimos masivamente. ¿Al final no piensa que la favoreció todo eso?

—Parece que lo hubieran editado para favorecerme. La gente se volcó a lo que yo dije, incluso en el Frente. Que se necesita disciplina, que tienen que ir a estudiar, que mandamos los adultos. Hubo gente que se dio cuenta que a mí me catapultaron a algo. Hasta (Daniel) Corbo me llamó por teléfono y me dijo: “Te felicito. Agradecele a Pablo Álvarez”. Yo no le di trascendencia pero me empezaron a llamar de todos los medios y de los partidos para hablar de mi propuesta educativa.

Ella se jubiló en 2012 (dice que cansada por la confrontación con las autoridades) y un tiempo después empezó a participar en reuniones con referentes educativos no alineados con el Frente Amplio. En esos encuentros en la Universidad Católica estaba el hoy ministro de Educación Pablo da Silveira, el actual presidente del Codicen Robert Silva y el hoy consejero Juan Gabito Zóboli, entre otros.

Bianchi también era panelista del programa Esta boca es mía de canal 12 y estaba interesada en volver a la política partidaria, pero ya no en el Frente, según recuerda hoy Lacalle.

Su ingreso al Partido Nacional se dio en 2013, tras un viaje a Tacuarembó para la Patria Gaucha. El edil José Rodríguez, al que todos conocen como “El Calígula”, la invitó a un asado en la barbacoa de la chacra de Sergio Chiesa. Y resulta que allí estaban Lacalle y Álvaro Delgado, a quienes ella no conocía.

Lacalle recuerda así ese momento: “Ella estaba explorando la posibilidad de trabajar en política y me hizo preguntas. Me consultó por Pablo da Silveira. Ese día fue la primera charla formal, quedó muy buena sintonía y de ahí en más fue un camino de conversaciones”.

El presidente siempre bromea que “Graciela se originó con el Calígula”.

El recuerdo de Bianchi es algo distinto. Dice que fue el hoy presidente el que le empezó a preguntar cosas sobre educación aquel día en la chacra de Chiesa. “Yo no tenía ninguna intención de ir a ningún lado. Para mí fue como una liberación cuando salí de la política. Al punto que le dije: '¿por qué me hace tantas preguntas?'. Y entonces Delgado contó que iban a formar el sector Todos”, recuerda Bianchi. Incluso dice que su primera reacción a la propuesta de integrar la lista, fue esta: “Yo con un Lacalle, ¿están locos?”.
Tenía el “esquematismo infantil y burdo de la izquierda de que los buenos estaban de un lado y los malos siempre del otro”, asegura.

El viaje de regreso a Montevideo fue en silencio, recuerda la senadora. “En un momento nos miramos y le dije a mi marido: 'estoy pensando que este muchacho me movió el piso. Qué tipo y qué propuesta interesante’. Me creerán o no me creerán pero fue así, el que me conoce sabe que no miento”. Todo se cerró unas semanas después en una comida en la casa de Lacalle en La Tahona. El resto es historia conocida.

"La deja jugar".

Su perfil agresivo e intenso en redes solo puede ser comparable al del senador nacionalista Sebastián Da Silva, pero no al de la mayoría de los dirigentes del gobierno.

Sin embargo, “Lacalle la deja jugar” y “no la llama al orden”, dice alguien que conoce bien la interna nacionalista. Otro dirigente afirma, en cambio, que le consta que más de una vez desde el Ejecutivo le han llamado la atención por sus tuits o declaraciones. “Sí, la dejan hacer pero hasta ahí”.
El presidente, sin embargo, asegura que no le ha dado consejos a Bianchi sobre su tono porque ese es su estilo.

Un experiente dirigente nacionalista, que pide no ser identificado, la define así: “No hay más fanático que un converso. Ella es de convicciones firmes y de difícil carácter. A veces se cree el centro del universo”. Y agrega que su discurso tan agresivo con la oposición genera cierta “preocupación” porque en definitiva es “funcional a la estrategia del Frente Amplio”.

Un ministro coincide con esa visión y agrega: “No tenés que darles de comer, no hay que levantarle el centro al Frente, eso ya lo hemos hablado con varios”.

Nicolás Martinelli, asesor del presidente y dirigente de la 404, admite que el perfil de Bianchi es “combativo” pero dice que eso es bueno. “En el acierto o en el error es una persona que tiene sus convicciones y va para adelante. Yo respeto eso”, afirma Martinelli. “Es muy compañera. Siempre está presente, en las buenas y en las malas”.

Carlos Camy, senador de Alianza Nacional, comparte con Bianchi el trabajo en la comisión de Constitución y Legislación, una de las que trata los proyectos de ley más pesados en el Parlamento. Se nota que Camy le tiene aprecio, algo que no pasa con todos sus compañeros de bancada y tampoco con los de otros partidos. Dice que ella es “frontal” y honesta a nivel intelectual, además de muy estudiosa de todos los temas. “Es muy buena senadora y no tiene problemas en quedar en solitario si está convencida de su posición”, resume.

Varios senadores frenteamplistas consultados por El País para esta nota prefieren no opinar. Sus respuestas, vía WhatsApp, son elocuentes: “Contribuyo a la causa de la buena política con mi silencio”, “¡pah! personaje difícil”, “aaaay… no”.

"La madre superiora".

Hoy la 404 de Aire Fresco tiene dos líneas claras: la de Delgado y la del ministro Martín Lema. Bianchi no está en ninguna de las dos (de hecho, no integra la estructura del sector) y dice que es “la madre superiora”. Ese nombre se lo puso Delgado.

Pero, si tiene que elegir, hoy está más cerca del secretario de la Presidencia. “Yo siempre intento ser el fiel de la balanza entre esas dos corrientes. Pero si vos me preguntás hoy por quién apuesto más, obvio que por Álvaro. Martín tiene 38 y es menor que mis dos hijos. Igual me parece que no tiene techo y lo quiero mucho”.

Bianchi se niega a hablar de 2024 pero dice que su única preocupación es que el Frente Amplio no vuelva al poder.

—¿Y no es crítica con la coalición de gobierno?

—Soy bastante de apoyar a Luis. Si tengo alguna crítica que hacer, se la hago a él. Muy pocas. A mí me gusta su personalidad y su liderazgo: te manda un WhatsApp y te dice “me encantó tal cosa” o “callate, pará con el Twitter”. Y yo le escribo muy pocas veces, cuando veo cosas que pueden perjudicar al gobierno o al funcionamiento de la bancada.

—¿Y sobre su papel en las redes Lacalle no le dice nada?

—No, no... A veces puede que alguna cosa le moleste —admite y sube el tono con su voz tan característica—. Pero él sabe que tengo un perfil y electorado determinado.

Graciela Bianchi. Foto: Estefanía Leal.
“Para Graciela con mucho cariño”, dice el cuadro firmado por el presidente de la República, que está contra una ventana en el despacho de Bianchi. Foto: Estefanía Leal.

—Pero usted tiene un tono muy confrontativo.

—Y... yo soy auténtica. Una mujer muy racional y, aunque parezca una contradicción, pasional. También muy libre. Dijera un amigo escritor: soy lorquiana. Porque soy de carácter fuerte e ideas firmes, pero familiera y de acercarme por los afectos.

—¿No le preocupa pasarse de rosca?

—No, porque yo decido cuando contesto.

—También es de cuestionar a los periodistas. A Darío Klein, el corresponsal de la CNN, lo acusó de “traición a la patria”. ¿Ahí no pasó un límite?

—No, no. Yo desde el principio digo que esto es una guerra, hay una similitud de experiencias y situaciones.

—Pero que una legisladora oficialista acuse a un periodista de “traición a la patria” por mostrar el trabajo de los médicos en un CTI es una forma de ejercer presión...

—Él fue tendencioso porque falseó las cifras.

—El centro del informe era mostrar el trabajo en un CTI en plena pandemia.

—Sí, pero falseó las cifras. Hablaba de más de un 80% de COVID en los CTI y todo lo demás (se refiere a las declaraciones de un intensivista del Casmu, respecto a que el 80% de los pacientes que intuban, hoy fallecen). Cuando lo hacés para el exterior es traición a la patria -reafirma-. Y no fue el único. Hay otros.

—Alguien lo puede tomar como un ataque a la libertad de prensa.

—Si la libertad de prensa depende de mí, estamos en el horno

¿Presidenta?.

“No por casualidad ocupo el lugar que ocupo”, dijo el año pasado en el Senado durante un debate. Bianchi es la tercera en la sucesión presidencial.
Dice que ella se enteró del lugar en la lista el día que estaba impresa. Y se enteró por Lema: “Felicitaciones senadora”, le escribió él. Ahí averiguó y le dijeron que iba tercera en la lista detrás de Lacalle y Delgado.

—Sabiendo que teníamos grandes posibilidades de ganar, alguien me puso ahí —dice Bianchi—. Yo puedo ser vicepresidenta en cualquier momento. Y no lo fui todavía por la pandemia.

—O presidenta.

—Sí.

—¿Le genera nervios?

—Para nada: es meramente protocolar. A mí la gente no me votó para ser vicepresidente ni presidente de la República. Sé ubicarme. Yo soy senadora, soy una roca para el gobierno. Sé que están dejando la vida literalmente. Mirá Jorge y mirá José Luis. Y estoy de acuerdo con la libertad responsable.

—¿No tendrían que haber apagado la llave unas semanas, como dijo Rafael Radi en el semanario Búsqueda?

—Yo le avisé a Luis cuando se formó el grupo: tené cuidado porque el 90% del GACH es frenteamplista. Esto ya lo conté una vez en Desayunos Informales... Todos salieron de la Udelar y son adoctrinados por el Frente, soy consciente. Yo fui adoctrinada por el Frente, pero antes era con otro nivel. Ahora te adoctrinan básico —dice y lanza una carcajada—. Primitivo.

Su confrontativo perfil en Twitter
El análisis de una especialista
Foto: Leonardo Mainé.

La senadora nacionalista Graciela Bianchi tiene un perfil “confrontativo” en Twitter, única red fiscalizable en la que se encuentra activa. Así lo resume la politóloga Victoria Gadea, directora de Redes y Política en la consultora Ciudadana, dedicada a la comunicación estratégica. Bianchi, analiza Gadea, “utiliza Twitter para posicionarse y definirse por oposición al otro, que en algunos casos pueden ser actores puntuales, periodistas, políticos o sindicalistas”.

Según la especialista, Bianchi es una usuaria que aprendió rápido cuáles son las prácticas que generan mayor exposición pública e interacción: “Así apela a su indignación propia y ajena para conseguir mejor posicionamiento. No tenemos forma de saber si esto lo hace de manera estratégica o si es producto de la propia dinámica de las redes y lo hace de manera inconsciente”.

Las redes, explica a El País la especialista, determinan la actuación y pensamiento de los usuarios por la forma en que están diseñadas. “Recordemos que internet y las redes sociales en particular están diseñadas de forma tal que buscan que la ciudadanía esté el mayor tiempo posible allí (así sustentan su negocio con los anunciantes). Y es sabido que una persona tiende a estar más tiempo cuando el contenido es polarizado, límite (casi al borde de la desinformación) y refuerza nuestra línea de pensamiento. En este sentido, no sabemos si Bianchi aprovecha el funcionamiento algorítmico para posicionarse o si el funcionamiento de la red ha determinado -también- su manera de expresión”, dice la politóloga.

La senadora solo tiene cuenta en Twitter. Ese no es un hecho menor, según Gadea. “Es la red social que posiciona temas en la agenda pública tradicional por excelencia. Podemos decir que Bianchi busca tener impacto en medios tradicionales y en el ámbito político esencialmente. Lejos de otras redes donde puede encontrar movimientos ciudadanos o sociales”, dice la politóloga. Y alerta que hay varios aspectos de la forma de comunicar de Bianchi que preocupan, al igual que sucede con otros políticos. Eso pasa por “la elección del camino polar y la falta de conversación entre las elites políticas”, lo que puede conducir, entre otras cosas, “al deterioro de instituciones de nuestra democracia”.

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