Leonardo Haberkorn
Pocos días después de dejar su trabajo en CNN, el periodista uruguayo Jorge Gestoso, durante 16 años la cara más visible de los noticieros en español de esa cadena, respondió a esta entrevista, vía telefónica, desde su casa en Washington.
Contradiciendo la imagen creada por sus frecuentes choques con el periodismo uruguayo, Gestoso se mostró sumamente amable, prefirió ser tuteado y no hablar de usted y aceptó todas las preguntas.
Gestoso, quien se apresta a lanzar su propia productora televisiva, la Gestoso Television News, dialogó casi una hora.
—¿Ya estás trabajando en tu nuevo emprendimiento?
—Sí. Mañana iré a Nueva York, donde me están haciendo la parte gráfica del nuevo programa de entrevistas. Hoy pasé toda la mañana en una compañía de producción, donde estamos armando el estudio para el programa. También estoy trabajando en los detalles de las oficinas de la nueva empresa, que van a estar a cuatro cuadras de la Casa Blanca, en pleno centro de Washington. Creo que a fin de mes estará todo listo.
—¿Cuánta gente va a trabajar en Gestoso Television News?
—Unas diez o 12 personas, al menos en una primera etapa.
—¿Por qué dejaste la CNN?
—Decidí que ese capítulo de mi carrera estaba concluido. ¿Por qué? Porque tuve el privilegio de ser la cara de CNN en español en el apogeo de esa cadena, pero todo cambia, la vida es un cambio constante, y yo entendí que ya había llegado el momento de cambiar, de seguir hacia adelante.
—El comunicado de prensa que anunció tu alejamiento de CNN dice: "Hace casi dos décadas que me comprometí con la audiencia a llevarle independencia periodística. Tras 18 años frente a las cámaras creo que a nivel personal no fallé ese mandato". Parece haber una crítica entre líneas a la empresa. ¿Es así?
—Yo puedo hablar de mí. Durante 16 años estuve hablando siempre de una cosa que no era mía. Creo que si cualquiera pone al aire un producto televisivo que llega a toda América Latina, las personas que lo hacen tienen que representar, tienen que ser un espejo de esos televidentes. Tienen que representar su idiosincracia, su modo de pensar, de sentir, de soñar, de ver el mundo. Yo quiero, a partir de este momento, hacer lo que la gente me venía reclamando. "Jorge, ¿por qué no ponés en el aire un producto que represente nuestros valores?". Eso es para mí lo más importante. Quiero darle una alternativa al público. La alternativa de tener un periodismo independiente, sin agenda, con la visión latinoamericana. Muchas veces nos llegan de otras latitudes mensajes en nuestro idioma, pero no representan nuestra cultura. Estoy muy entusiasmado porque al fin voy a poder responder a un reclamo que me venía haciendo la gente.
—O sea que CNN en español, pese a ser en castellano, era una voz estadounidense.
—Yo escucho lo que tú decís y tenés toda la libertad del mundo para interpretarlo como te parezca. Yo no me quiero mover de lo que te dije.
—Tú también dijiste que ahora querés hacer un periodismo independiente y sin agenda. ¿Esto tampoco cabía en CNN en español?
—También lo dejo a tu libre interpretación.
—¿Cuál es tu opinión del modo en que la prensa estadounidense —no hablo de CNN en particular— ha cubierto la etapa previa a la guerra en Irak y la guerra en sí misma?
—Yo he vivido acá poco más de 20 años. Siempre he observado que cuando la prensa estadounidense trata los temas internos, son realmente muy abiertos, muy críticos. Fue la prensa la que hizo caer a Nixon denunciando el escándalo de Watergate, acordate de todo el escándalo de Clinton con Monica Lewinsky... La prensa estadounidense, cuando se trata de sacar los trapitos al sol de las cosas internas —corrupción, irregularidades—, realmente hace el papel que te enseñan cuando vas a la universidad, cumple con su deber.
Pero yo me he quedado sorprendido, por buscar una palabra, cuando después del 11 de Setiembre, de pronto el gobierno empieza a mezclar el patriotismo con los deberes de la prensa. Y lo plantea de tal manera que cuestionar al gobierno es sinónimo de antipatriotismo. Y de pronto —esto es mi percepción— la prensa en general, empieza a sentir este mensaje fuerte: "Hablar en contra de lo que estamos haciendo es ser un mal estadounidense". Y enseguida, casi como un sentimiento de autocensura de la prensa: "No voy a hablar de determinados temas porque al hablar me voy a tirar tierra encima, me van a percibir como un tipo desleal, como un antipatriota".
La conclusión que yo saco desde el punto de vista sociológico es que la sociedad ha tolerado determinado margen de disenso, y las voces de disenso se aceptan hasta determinado punto. Cuando el disenso es total, cuando el punto de vista de alguien es 180 grados opuesto a la posición del gobierno o a la visión de cuál es la misión de Estados Unidos en el mundo, esa visión de disenso no es aceptada, no ya solamente por el gobierno, es rechazada por el estadounidense común. Y el periodista ya acepta que es así y no va en busca de ese disenso categórico.
Entonces, he visto que la prensa después del 11 de Setiembre, después del ataque a Afganistán y de la invasión y ocupación de Irak, no ha ido para nada a fondo.
Esto comenzó a mejorar un poco —en cuanto a cuestionar al gobierno—cuando a mediados del año pasado el demócrata Howard Dean salió a criticar abiertamente al presidente Bush por primera vez en dos años y medio. Por dos años y medio después del 11 de Setiembre le dieron al gobierno un cheque en blanco para hacer y deshacer. Porque la oposición, incluso el Partido Demócrata, no se tiraba contra el gobierno por temor a ser percibida como antipatriota. Prácticamente no ha habido oposición, ni a nivel del partido opositor tradicional ni de la prensa. En ese sentido, yo creo que ha habido una falla importante de la prensa, que es muy, muy crítica en temas internos, pero cuando llegó este problema con el resto del mundo, tomó una actitud totalmente complaciente.
—¿Y cómo te sentiste tú, como periodista, trabajando en ese clima?
—Pésimo.
—Puede llegar a entenderse, aunque no a aceptarse, que un gobierno califique de "antipatriotas" a quienes no lo apoyan. Pero que el periodismo acepte un planteo de ese tipo no se comprende tan fácilmente.
—La intelectualidad estadounidense, gente como Noam Chomsky o Susan Sontag, ha sido sistemáticamente crítica. Y no ha bajado un decibel sus críticas. Pero esas voces de disenso no han tenido eco. Han tenido que expresar sus discrepancias en medios de comunicación secundarios y, por lo tanto, no han tenido un impacto. Por ejemplo, no recuerdo ahora el nombre, pero un periodista estadounidense dijo que para publicar una nota que cuestionaba la invasión de Afganistán y de Irak, la tuvo que publicar en Le Figaro de Francia porque en Estados Unidos nadie se la quería publicar.
Volviendo a tu pregunta, me parece muy preocupante que un porcentaje —vamos a ponerlo así para no hablar en términos absolutos— de los medios de comunicación tradicionales no hayan actuado con la misma rigurosidad para cuestionar las acciones del gobierno que cuando cuestionan acciones que tienen que ver con lo doméstico.
—¿Cómo actuó CNN en ese plano?
—Dejame ser diplomático acá. Tenés que llamar a la CNN.
—Por ejemplo, una periodista de CNN, Christiane Amanpour, dijo: "lamento decirlo pero algunas cadenas, y tal vez hasta cierto punto mi estación, fueron intimidadas por el gobierno".
—El presidente de lo que nosotros llamamos el News Group —el grupo de noticias de las distintas cadenas de CNN— se llama Jim Walton. Inmediatamente que Christiane dijo eso, él salió a decir que Christiane tenía derecho a tener su propia opinión, pero que él discrepaba 100%.
—¿Y Gestoso qué piensa?
—Dejame decirte este concepto que me parece filosóficamente muy importante. Creo que en Latinoamérica lo que estamos necesitando de una manera urgente y a gritos es una CNN, una BBC, de Latinoamérica. Nuestra. Lo que nos está faltando es una cadena que refleje —es lo que yo quiero hacer— el pensar, el sentir, el soñar, la manera en que nosotros vemos el mundo. Podemos gastar saliva en decir lo que la CNN o la BBC hicieron o dejaron de hacer. Pero creo que en vez de trancarnos en el expediente de que lo único que existe es eso, y entonces lo consumimos y lo criticamos, tenemos que decir: señores, nosotros no somos menos, ni lelos, ni lentos. Necesitamos algo que salga a nuestros televisores con lo cual nos sintamos identificados. Y si un gobierno o una cadena de televisión, sea cual sea, tiene una línea que vemos arbitraria, mi derecho es cambiar el canal y encontrar otro en el que me sienta identificado. Eso es lo que nos está faltando. Si cada vez hay más integración regional, si cada vez estamos funcionando más como una región compacta, lo que necesitamos también es esa visión de lo nuestro a través de un canal de estas características.
—Lo entiendo y eso quedará reflejado en la entrevista. Pero quién tiene razón, ¿Amanpour o Walton?
—Cada uno defiende su punto de vista. Yo pienso, ya lo dije, que respecto a cómo se ha cubierto todo el tema de la respuesta de Estados Unidos a lo que pasó el 11 de Setiembre, los periodistas estadounidenses no han aplicado la misma rigurosidad que aplican para criticar al gobierno cuando se trata de sus acciones internas.
—En algunas entrevistas que te realizaron durante la guerra de Irak ya manifestabas críticas por cómo se estaban cubriendo los acontecimientos. Protestaste porque se llamaba "antiestadounidense" a quien daba una visión opuesta a la del gobierno, y lamentaste que la televisión no pasara imágenes de las víctimas civiles iraquíes. ¿Cómo era trabajar en un lugar tan importante, teniendo esa visión tan crítica, y en cierto modo teniéndose que plegar a esas reglas que regían en Estados Unidos?
—Me estás haciendo volver al pasado, antes del 31 de mayo. Lo único que puedo decir es lo siguiente: yo tengo y siempre tuve bien claro cual era mi deber de periodista, y también el de trabajar en CNN, cuya premisa era mostrar las dos caras de la moneda, independientemente del caso. Yo tengo la conciencia totalmente tranquila. Cada vez que salí la aire, mis intervenciones siguieron esas pautas. Ahora, esta empresa no era mía. Esta es una empresa en la que Amanpour dice una cosa y Walton otra. Yo hice todo lo que a nivel personal, a nivel de mi conciencia y de mi profesionalismo, estaba a mi alcance. En el resto, la empresa, como dueña de su destino, tenía todo el derecho del mundo de hacer lo que le pareciera.
—En los últimos tiempos ha sido notorio que CNN llama "abusos" a las torturas que se han realizado a los presos iraquíes. En cambio tú usabas la palabra "tortura", aunque adjudicándosela, por ejemplo, a Amnistía Internacional.
—Exacto. En Washington hay una palabra —spin— que es parte de la vida de la ciudad. To spin es girar, como hacer dar vueltas un trompo. Acá, a los políticos y a los que hacen lobby les dicen los spin doctors: porque son los maestros en dar vueltas las cosas. Y al gobierno de George Bush también se lo señala como un gran maestro del spin. Lo que practicaron en Irak de acuerdo a lo que dice la convención de Naciones Unidas sobre la tortura, a lo que han publicado el New York Times y el Washington Post, a los informes de la Cruz Roja Internacional, tiene un solo nombre: tortura. Pero cuando en una conferencia de prensa le preguntaron a Donald Rumsfeld, dijo: yo no usaría la palabra tortura porque no soy abogado y legalmente no sé si exactamente estos son todos casos de tortura, porque en realidad si a uno lo humillan religiosamente no sé si es tortura... es decir, se amparó en el beneficio de la duda. Y la prensa, no sé si por miedo a una acción judicial del gobierno o qué, pero se plegó a ese razonamiento.
¿Pero señores qué prueba más evidente de que se ha producido tortura que la definición misma de tortura que dan las Naciones Unidas? ¿Qué prueba más evidente que lo que dice un organismo independiente como la Cruz Roja? ¿Por qué no llamar tortura a la tortura?
El corolario es que CNN no juzga lo que es tortura o no es. CNN cita los acontecimientos del mundo según como sus protagonistas los definen. Yo en todos mis reportes sobre este asunto usé sistemáticamente y sin ningún tipo de duda la palabra tortura, pero se me pidió que atribuyera a quién citaba para llamar tortura a esas prácticas. O sea CNN no decía que Estados Unidos había cometido torturas en la prisión de Abu Ghraib. CNN decía que según la Cruz Roja se cometieron torturas.
Entonces, dentro de mi deber como periodista, yo le reporté al público que allí se habían cometido torturas. Pero no lo dije como portavoz de la empresa. La empresa me pidió que citara a terceras personas para que usara la palabra tortura.
—Tú has criticado mucho al periodismo uruguayo. Y, con un ejemplo ocurrido en la segunda presidencia de Julio M. Sanguinetti, has relatado cómo incluso desde la Presidencia se llama a los medios de prensa para evitar que tal o cual noticia se difunda de tal o cual modo. Esto que ahora comentas que pasa en Estados Unidos, ¿ocurre por autocensura de los periodistas o también existen ese tipo de llamadas y presiones directas?
—No me consta que existan esas llamadas, entraría en un terreno totalmente especulativo. Cuando yo dije eso de Uruguay existía gente que era absolutamente confiable que me relataba la llamada que había recibido un canal. Yo no he sido testigo de ese tipo de llamadas en Estados Unidos. Pero mi percepción es que hay una complicidad de una buena parte del periodismo masivo en cuanto a ser cuidadoso con el lenguaje, a no separarse demasiado con la línea que quiere pintar el gobierno. Por ejemplo, hoy por hoy hay, en Irak unos 800 estadounidenses muertos y unos 5.000 heridos. Pero para enterarte de que hay más o menos unos 10.000 civiles iraquíes muertos tenés que meterte quién sabe donde, porque eso no aparece en la televisión. En los noticieros de Estados Unidos los iraquíes no existen. En los noticieros en Europa o América Latina muestran que cayó una bomba en un casamiento y mataron a 40 y te muestran el entierro de un niñito que estaba allí y la mamá que llora... bueno, esas imágenes no aparecen en Estados Unidos. ¿Por qué? Bueno, yo no sé si la llamada existe, no sé si los intereses comerciales son tan grandes que el canal tiene temor a las represalias comerciales, o si el periodista estadounidense se ha metido tanto el gorro del patriotismo que no lo quiere mostrar.
Hay una anécdota superinteresante, que ocurrió una semana después del 11 de Setiembre. El periodista Bill Maher tenía un programa en la ABC, una de las grandes cadenas de televisión, que se llamaba Politically Incorrect y que iba de doce a doce y media de la noche, de lunes a viernes. Una semana después del 11 de Setiembre, Maher tenía cuatro invitados y uno de ellos, un hombre conservador, dijo: ...estos cobardes que estrellaron los aviones contra las torres gemelas... Y Maher lo interrumpió y le dijo: ¿Cobardes? Cobardes somos nosotros que enviamos misiles a miles de kilómetros de distancia y nos damos vuelta en los aviones y nos vamos a dormir a la base de Aviano. Vos a esos tipos los podés calificar de lo que quieras, pero no de cobardes porque dieron la vida por lo que creían.
Al día siguiente, muchas estaciones locales decidieron no emitir más el programa, los avisadores dejaron de avisar en él, y seis meses después la ABC lo canceló bajo la excusa de que los ratings eran muy malos.
Esto te muestra lo que yo decía: que esta sociedad, a partir del 11 de Setiembre, acepta determinado porcentaje de disenso, pero cuando entiende que el disenso va más allá, automáticamente baja la cortina y ya pasás a ser un enemigo y no te acepta. Alguien decía que las grandes pruebas de la democracia son cuando atraviesa este tipo de situaciones, que es cuando más se necesita escuchar todas las voces. Y hoy llega un momento en que uno ve que en todas las cadenas de televisión de Estados Unidos los invitados son siempre los mismos. Es muy difícil responder con seriedad si hay llamadas que calman a los periodistas, o si son los periodistas mismos los que se autocensuran, pero alguien decide que la gente y las opiniones se deben mover dentro de determinados parámetros.
—Eso se parece horriblemente a los peores momentos de la televisión uruguaya a la que tú has criticado tanto.
—Y yo pienso que es tan lamentable como eso. Yo no tengo nada personal con la televisión o la prensa del Uruguay. Tengo algo personal con los principios. Cuando uno descubre que las cosas se manejan de manera arbitraria y que todo aquello que nos han enseñado de la libre expresión y la libre circulación de opiniones no sucede, independientemente del país, me resulta urticante. Y lo critico. Cuando hay un mecanismo viciado, hay algo en mi interior que no me permite hacer la vista gorda y ser cómplice. No tiene nada que ver con el dueño de determinado canal, con determinado político o con determinado periodista.
—¿Y no te has desilusionado del periodismo de Estados Unidos? Yo tengo aquí la entrevista que te hizo César Di Candia en este diario, donde tú contabas esas presiones que en Uruguay llegan desde la Presidencia, y que ciertamente no han sido un fenómeno exclusivo del segundo gobierno de Sanguinetti. Allí decías: "yo dentro de un rato me tomo el avión y regreso a mi universo que es el de la libertad de prensa, el de la no censura, el de la falta de presiones".
—Eso está dicho antes del 11 de Setiembre. Yo acabo de descubrir, después de muchos años de vivir acá, que hay una especie de doble estándar. Los mismos periodistas que son de los más críticos y que hacen todos sus deberes con las cosas que pasan adentro del país, no lo hacen en lo que tiene que ver con la política exterior. Y te respondo concretamente: sí, me han desilusionado. Y me han desilusionado grandemente, porque esos cánones a los que yo me refería en aquella entrevista fallaron grandemente cuando se enfrentaron a una prueba como la que vino después del 11 de Setiembre.
—En aquel artículo tú seguías diciendo: "yo represento a la cadena de noticias más importante del mundo y en la CNN se parte de la premisa de que no se puede dar información que no esté balanceada o equilibrada". ¿La CNN también te desilusionó?
—Lo único que puedo contestar es: yo fui la cara de CNN en español en su apogeo. Cuando yo hice aquellos comentarios yo estaba al frente del noticiero central y mi aporte en su contenido editorial era muy importante. Yo tenía una influencia muy grande en la manera en que se armaba el noticiero.
—No eras sólo un lector de noticias.
—Exacto. Pero en CNN en español hace poco más de dos años hubo un cambio de gerencia y también hubo un cambio en la compañía: AOL compró Time Warner (el grupo propietario de la cadena) y cambiaron las cosas. Estos cambios afectaron seriamente al equipo con que yo contaba. De repente, un día ya no tenía a mi productor, o me faltaba otro colaborador, y de pronto esa filosofía que yo tenía a mi alrededor empezó a variar, y yo empecé a ver que mi aporte comenzó a ser menor. Es posible que la gente haya visto cambios entonces en CNN. Yo no sé. Lo que sí sé, es que mientras yo pude estar en control de lo que hacía, me sentía muy identificado con los valores que enumeré en aquella cita. Las cosas cambiaron en los últimos dos años y... y ahí paro.
—¿Esa es la razón por la que tú preferiste dejar de conducir las noticias y ser corresponsal en Washington?
—Lo hice fundamentalmente porque sentí que en vez de ser el periodista que presentaba las noticias, por todos los cambios que ocurrían alrededor mío, me estaba transformando en un lector de noticias. Y no quería eso para mi carrera. Me sentí incómodo y preferí venir a hacer lo mío a la capital antes que prestarme para cumplir una función con la que no estaba identificado.
—Esos cambios parecen coincidir con lo que describe un reciente informe de la universidad de Columbia que dice que en la televisión de Estados Unidos se han multiplicado los espacios de noticias en los últimos 20 años, pero se cubren con un 33% menos de periodistas. Es decir que se llena la pantalla con información menos trabajada. Esos se repite en la prensa y en la radio, y también en muchos otros países, Uruguay incluido. ¿Cómo ves esa tendencia en nuestra profesión?
—Hace ya más de diez años el concepto filosófico respecto a las noticias dentro de las grandes cadenas de televisión de Estados Unidos era que se trataba de una función social que la empresa debía realizar porque era un deber que tenía con la sociedad. Y si la división noticias dejaba ganancias, bien; y si no dejaba también. Las noticias eran un servicio social.
El asunto empezó a cambiar porque cada vez en las empresas los contadores empezaron a ganar más y más terreno y transformaron a las noticias en otra división que tiene que ser rentable como la división espectáculos o deportes o lo que sea. Transformaron a las noticias en un producto de consumo, más que en una responsabilidad social.
Hoy los noticieros locales que suelen preceder a los noticieros nacionales, por ejemplo, se hacen todos en función de encuestas. Salen a la calle y le preguntan a doña María qué le interesa a la hora de las noticias. Y doña María dice: "a mí me interesa el tiempo, los incendios y las violaciones". Y hacen un producto a la medida de lo que le interesa a doña María, independientemente de que sea relevante o no. Es un producto que en cuanto a calidad y contenido ha perdido mucho. Pero además, los contadores dicen: esto no lo podemos hacer con 100 periodistas, sólo podemos hacerlo con 23. Y entonces se hace con 23. Por eso, la calidad de la información ha caído en todos los frentes. Los informativos cada vez los hacen menos personas, a las que cada vez les pagan menos y que cada vez tienen menos experiencia. Entonces, la tendencia muestra un deterioro significativo y preocupante.
—A propósito, una nota aparecida en Zero Hora del periodista brasileño Elio Gaspari criticaba a CNN y a las demás cadenas de Estados Unidos por cómo cubrieron las últimas elecciones, sobre todo lo que pasó en la Florida. Entre otras cosas, Gaspari decía que las cadenas, sin informar al público, tercerizaron las encuestas a boca de urna, por lo cual todas daban los mismos números induciendo a la audiencia a creer que se trataba de encuestas distintas.
—Sí, las cadenas le habían encargado a una empresa en común ese trabajo. O sea que todos reportábamos lo mismo al mismo tiempo.
—Y todos reportaban lo mismo sin poder chequearlo con otra fuente.
—Exactamente. Lo insólito fue que, para maximizar el rendimiento del negocio, todos se pusieron de acuerdo en contratar a uno solo. En vez de cada uno hacer su trabajo.
—Gaspari le achacaba también a CNN el tener muchos presentadores famosos en su estudio, pero muy pocos cronistas en los lugares de los hechos.
—Absolutamente, absolutamente. Pero yo quiero volver a lo mío. Dentro de mi empresa que le puse Gestoso Television News estoy creando la posibilidad de que me encarguen del noticiero del Canal 4, del Canal 10 o del 12, si quieren un segmento desde Washington sobre lo que pasa en Estados Unidos o en el resto del mundo. Ahora yo se los voy a poder hacer con independencia, sin una agenda establecida, y con la visión latinoamericana. Nos estamos quejando de lo que hay y mi posición es: voy a lanzar una alternativa.
—Tú marcas la gran diferencia que existiría entre el modo en que hoy se cubren las noticias nacionales e internacionales en Estados Unidos. Pero si uno piensa en cómo se cubrió todo lo que pasó en la Florida en la última elección o en los negocios de la ex empresa del vicepresidente Dick Cheney en Irak... ¿la diferencia es tan clara?
—En esos casos hubo bastante críticas. Halliburton no sólo maneja buena parte del negocio de la reconstrucción de Irak, sino que también maneja la cantina, le da de comer a los 138.000 soldados en Irak. Pero de todo eso acá se ha hablado y se ha informado. Ocurre que los periodistas son supercuidadosos y el vicepresidente Cheney vendió todas sus acciones y ya no pertenece más a la empresa. Legalmente, no se los puede ligar. Se especula con que sigue teniendo influencia, pero no se ha logrado encontrar la prueba fehaciente de la tremenda importancia que tiene Cheney en los negocios del Estado con Halliburton. Y el público estadounidense no cuestiona todo esto. A mí me ha sorprendido mucho. Volvemos a los spin doctors, los maestros en dar vuelta las cosas. ¿Cómo al publico le venden esto de Halliburton y sigue sin cuestionarse? ¿Cómo le dicen que lo de Abu Ghraib son abusos y no torturas y sigue sin cuestionarse? ¿Cómo presentan una cantidad de cosas que están yendo en detrimento de la calidad de vida y no escuchás —y eso es lo que te impresiona— un cuestionamiento a fondo? Hay algo raro en todo esto. Porque cuando a Clinton lo estaban crucificando con el asunto de Monica Lewinsky, no dejaba de aparecer en la televisión la crucifixión de Clinton, 24 horas al día durante meses, durante años. Yo no sé si tiene que ver con que la maquinaria republicana es mucho más poderosa que la demócrata en cuanto al control de los medios de comunicación, pero lo que observo es que están pasando una cantidad de cosas y tú no ves en los medios masivos un cuestionamiento a fondo de estos señores.
—¿Seguís sosteniendo entonces esa comparación que hiciste famosa: que la prensa en Estados Unidos es el cuarto poder y en Uruguay es un poder de cuarta?
—Ahora le agregaría esto: la prensa de Estados Unidos es un cuarto poder en los temas internos, pero cuando tiene que ver con situaciones donde se mezcla el patriotismo, es tan de cuarta como lo que yo denuncié.