HACIENDO HISTORIA
Fue el Sudamericano que le costó la vida al arquero Roberto Chery, pero también el de la interminable final entre brasileños y uruguayos.
El estadio Laranjeiras del club Fluminense, en la zona sur de Río de Janeiro, es una estampa conservada en el tiempo. Allí se jugaba desde principios del siglo XX, entre altas palmeras y un palacio donde vivió la princesa imperial Isabel y hoy es sede del gobierno estadual de Río. En 1919, el club construyó un estadio de cemento armado, una auténtica novedad en su tiempo, para albergar la Copa América de ese año.
Así, Laranjeiras se convirtió en sede del tercer Sudamericano, un torneo que se volvió dramático con la muerte del arquero uruguayo Roberto Chery debido al estrangulamiento de una hernia en el esfuerzo por salvar un gol ante Chile. El certamen tuvo una definición apasionante, ya que Brasil y Uruguay debieron jugar un desempate con dos alargues hasta definir el título. Cien años después, la Copa América vuelve a Río (y a cuatro ciudades brasileñas más), pero vale la pena repasar lo ocurrido la primera vez.
En aquel 1919, los participantes fueron apenas cuatro, los países sudamericanos donde el fútbol ya había experimentado cierto desarrollo: además de Uruguay y Brasil, fueron Argentina y Chile.
La competencia debió realizarse un año antes, ya que la idea de la Confederación Sudamericana de Fútbol era disputar la Copa todos los años. Pero en 1918 registró la pandemia más devastadora de la que exista noticia: la gripe española dejó entre 20 y 40 millones de muertos. En Brasil tuvo una víctima ilustre: el presidente electo Francisco de Paula Rodrigues Alves. Entonces, el fútbol hizo una pausa para evitar más contagios.
Uruguay debutó el 13 de mayo venciendo a Argentina, el rival de siempre, por 3 a 2. Ese triunfo hizo pensar a muchos que el torneo estaba liquidado en favor de los celestes. Pero Brasil sorprendió al convertirse en candidato: goleó a Chile en el debut por 6 a 0.
Debe recordarse que el origen del fútbol en Brasil fue diferente al de otros países de la región: lo importó un brasileño de origen británico, Charles William Miller, que conoció el deporte mientras estudiaba en Inglaterra. El juego se extendió en círculos aristocráticos, como lo era Fluminense en ese entonces, sin lugar para jóvenes de condición modesta y mucho menos para los negros. Por eso, Brasil demoró más que Uruguay o Argentina en ser una potencia del fútbol.
Por la segunda fecha, el 17 de mayo, los celestes vencieron 2-0 a Chile, el día que Chery sufrió la lesión que le costaría la vida. Y Brasil venció con claridad a Argentina: 3-1.
La última fecha, el 26 de mayo, enfrentaba a los dos invictos. Uruguay se puso rápidamente dos goles arriba: un remate bajo de Gradín que se le escapó al golero brasileño a los 14 minutos y un cabezazo de Héctor Scarone a los 18.
Sin embargo, Brasil descontó a los 29 minutos, con un tiro libre cerca del corner que Arthur Friedenreich remató al arco con audacia. Apodado El Tigre, era un delantero que convirtió en su carrera más goles que el propio Pelé. Mulato de ojos verdes -padre alemán, madre afroamericana- fue de los pocos que en su tiempo pudo superar aquella barrera racial.
La crónica del enviado de El País, Gerardo Sienra, señala que el equipo uruguayo sintió el golpe del gol recibido y se tiró demasiado atrás. Brasil redobló su esfuerzo ofensivo y llegó el empate a través de Necco a los 15 del segundo tiempo. Después, la lucha se tornó pareja y el empate fue un resultado lógico, siempre según el enviado.
Fue necesario disputar una final, fijada para el 29 de mayo. A esa altura, Chery ya estaba internado, ya sufriendo peritonitis.
La expectativa en Río, por entonces capital de Brasil, fue enorme. El gobierno dio asueto y los comercios cerraron luego del mediodía para que todos pudieran asistir al partido, aunque Laranjeiras solo tenía capacidad para unos 20.000 espectadores.
Uruguay salió con Cayetano Saporiti, Manuel Varela, Alfredo Foglino, Rogelio Naguil, Alfredo Zibechi, José Vanzzino, José Pérez, Héctor Scarone, Angel Romano, Isabelino Gradín y Rodolfo Marán. Brasil lo hizo con Marcos, Píndaro, Blanco, Sergio, Amílcar, Fontes, Millon, Necco, Friedenreich, Domínguez y Arnaldo. Arbitró el argentino Barbera.
El País comentó que al comienzo Brasil se mostró “más armónico” mientras en Uruguay se apreció “falta de entendimiento”. Después mejoraron los celestes, por lo cual la lucha se volvió “perfectamente equilibrada”. Pero pasaron los 90 minutos y no hubo goles.
Se dispuso jugar dos tiempos suplementarios de 15 minutos. Al cabo, el cero se prolongó. Barbera ordenó un segundo alargue. A los dos minutos, o sea a los 122, Friedenreich tomó un rechazo corto de Saporiti y logró la conquista que le dio el primer título de su historia a Brasil. Y a la vez terminó con el invicto continental uruguayo. Se jugó hasta el minuto 150, pero los celestes no consiguieron empatar. El festejo brasileño representó un pequeño carnaval. Pero toda celebración se cortó al otro día, con la noticia de la muerte de Chery.
Uruguay tendría revancha un año más tarde, en Chile: golearía a Brasil por 6 a 0 y reconquistaría el título de América.
Cien años después, Laranjeiras ha cambiado ligeramente: una pequeña ampliación para la Copa América de 1922 y la reciente demolición de una de las cabeceras para ensanchar una avenida. Hace mucho que Fluminense no juega allí, pero se realizan partidos de juveniles.