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A Jorge Vidart le apasiona la construcción y la bici. No se considera ciclista, pero sus tiempos dicen otra cosa

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Jorge Vidart en la Titan Desert.

CICLISMO

Empezó a competir con 44 años y no se bajó más de la bicicleta, hoy es el héroe de cien niños y a los 59 quedó segundo en su categoría y quinto a nivel mundial en la carrera contrarreloj de este año.

Llamar a Jorge Vidart por teléfono puede significar que te atienda mientras pedalea en su bicicleta o luego de terminar de bajar cuadros para una exposición en el museo Juan Zorrilla de San Martín. Dos profesiones antitéticas, pero que en él se complementan de la mejor manera.

Trabaja en la construcción y tiene una empresa desde hace muchos años. “Hacemos todo lo que es yeso y pintura, la parte interior de las casas, hace muchos años que trabajo en el mantenimiento del Zorrilla. Ahora estamos trabajando porque se viene una exposición nueva y todo es un caos. Son muchos artistas, pero ya estamos acostumbrados a este ritmo un poco loco, pasamos así, a la carrera”, expresa.

Y es que Jorge vive de carrera en carrera, literalmente. Y aunque su vínculo con las bicicletas se cortó durante un periodo, el lazo nunca se rompió. Después de esto, cuando era muy joven y “por cuestiones de la vida” se fue a trabajar a las represa de Paso Severino, desvinculándose totalmente del deporte.

Emigró del país, estuvo en idas y vueltas. Hasta que un día un compañero lo invitó a hacer una carrera de aventura. A partir de allí participaron de varias, aunque esta no era una modalidad muy habitual en Uruguay. “Una vez que me enganché, me pregunté: ¿y por qué no competir? Si siempre me gustó la bici”, y se marcó una rutina que lo llevara a cumplir sus objetivos. “Tengo que salir dos veces por semana, por lo menos ir de Montevideo a El Pinar y volver”. Todavía no existía la ciclovía, solo había una calle y la vuelta se hacía por la Costanera.

Nunca es tarde para empezar un deporte

Empezó a competir con 44 años y no se bajó más de la bici. Por lo que para él no es necesario hacer deporte desde niño para lograrlo. “Va en el espíritu de cada uno y la forma en que uno lo encare. Las dos son válidas: el que hace una disciplina deportiva porque le gusta competir y medirse con otros y otros que lo hacen por salud”, comenta Jorge que el año que viene cumple sus 60 años.

Jorge Vidart en Costa Rica
Jorge Vidart en Costa Rica

“Un día encontré una noticia en una revista llamada Ruta de los Conquistadores: una prueba que se hace en Costa Rica donde se atraviesa del Océano Atlántico al Pacífico en cuatro días. Se lo comenté a un compañero y nos embalamos para ir. Le mandé un fax a la organización”, recuerda Vidart, quien a falta dos meses iba a sacar los pasajes, pero su amigo entró en pánico con el desafío y él se fue solo.

Una carrera por la selva no era para cualquiera, pero sí para Jorge, que resultó ser el primer uruguayo en correr esta prueba. Ese fue su debut a nivel internacional y volvió a repetirla en tres oportunidades. “Hay una parte que subimos al volcán Irazú y estás por arriba de la nubes (3600 metros) entrás en una neblina que ves a 50 metros, pero son las nubes, mirás para abajo y realmente no ves nada. La primera vez que fui, cuando tuve que entrar a la selva húmeda no me animé, esperé a que viniera alguien”, cuenta Vidart, que se halló ante una pared gigante de vegetación exuberante y apretada y un caminito en el medio donde se tenía que meter.

Jorge Vidart en Costa Rica
Jorge Vidart en Costa Rica

Salió campeón nacional en varias oportunidades y gracias a la revista Uruguay Natural, que organizaba una carrera, se enteró de la existencia de la Titan Desert: una competencia que se desarrolla en el desierto de Marruecos y durante cinco días, con un recorrido de 600 kilómetros. También fue el primer uruguayo. “Cuando terminé la primera vez que fui dije, es divino, pero sufrí mucho. Nosotros somos medio masoquistas, decís ‘que mal que estoy pasando, pero me siento fantástico’. Luego volví a ir al año y a los dos años con el grupo de Ciclistas sin Fronteras”.

Jorge Vidart en la Titan Desert.
Jorge Vidart en la Titan Desert.
Las carpas de los ciclistas en la Titan Desert.
Las carpas de los ciclistas en la Titan Desert.

Los atardeceres en el desierto son increíbles cuenta Jorge, y el sol es una bola naranja, cielo naranja y rojo refleja el terracota de la arena. "Podés ver tan lejos que te corta la respiración, no puede ser tanta belleza junta. Pero la noche en el desierto se te ponen los pelos de punta, no tenés ciudad, no tenes esa cúpula de luz, de una ciudad, no hay nada, lo único que ves son constelaciones. Yo me tiraba de noche a verlas. El desierto de Atacama también es increíbles, ahí es donde la NASA tiene su centro de estudio", recuerda Jorge sobre los deslumbrantes paisajes recorridos.

Jorge Vidart en la Titan Desert.
Jorge Vidart en la Titan Desert.

Pese a sus logros, Jorge no se define como ciclista. “En ese momento éramos un grupo de amigos que nos apasionaba la bici y andábamos en ella, pero yo no me considero ciclista. Somos deportistas amateurs que les gustas andar en bici, hacemos estas locuras y no salen muy bien”, dice. Jorge quería sacar provecho de lo que sus compañeros y él hacían, así que decidió antes de su vuelta a la Titan comunicarse con el periodista Pepe Mansilla para que hiciera la cobertura del tema y que sirviera para algo. La propuesta fue crear una ONG para entregarles bicicletas a los niños de escuelas rurales.

En 2020 consiguieron 100 bicis nuevas y las repartieron en alrededor de 42 escuelas. “Ciclistas sin Fronteras” está cerca de funcionar al 100% como una ONG luego de una cantidad de meses de papeleo. Una de las escuelas fue la de San Javier, a la que había ido su mamá, en donde casi todos los alumnos hablaban en ruso y desconocían los celulares. “Era estar en otro país en otro mundo”, asegura Vidart. En Río Branco los esperaron con carteles de bienvenida y torta que habían hecho las madres. Pero hay una que recuerda mejor. “Llevaba al nene cinco kilómetros ida y vuelta a la escuela caminando todos los días y ahora tiene un bici. ‘Ustedes cayeron del cielo’, nos decía la madre. Luego de que nos contó su historia con mi amigo Alejandro Rodríguez estuvimos 10 kilómetros sin hablarnos de la angustia”. Desde ese día 100 niños tienen un transporte gracias a Jorge y sus compañeros.

Continúa pedaleando

En 2019 se anotó a su primer campeonato mundial de 24 horas y quedó afuera, pero se fue a correr la carrera de 24 horas contrarreloj en Brasil y ahí quedó tercero en su categoría a nivel mundial en bicicleta de montaña. En 2020 lo aceptaron en Borrego Sprint (se corría en un pueblito chiquito en el medio del desierto de danza) carrera en la cual participaban 250 corredores en un circuito tiene 30 km.

"De allí sale todos los años el campeón mundial. En mi categoría (50-59 años) largaron 43 competidores, yo estoy casi saliendo, el año que viene cumplo 60, así que también estaba dando un montón de ventajas", explica el ciclista que no se considera ciclista, pero que en esta carrera quedó segundo en su categoría y quinto a nivel mundial, nada más ni nada menos que ante ciclistas profesionales que solo se dedican a ello. "A los 160 kilómetros pinché, pero faltando dos horas pude pasar al americano que venía adelante en 50 segundos”, sostiene y de eso se concluye que aún hay Jorge sobre ruedas para rato. 

Jorge Vidart en bici
Jorge Vidart en bici

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