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Lo de Sergio Rochet ya es inolvidable

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Juan Pablo Romero. FOTO: Darwin Borrelli.
Darwin Borrelli

BAJO LOS TRES PALOS

Juan Pablo Romero. FOTO: Darwin Borrelli.

Para un arquero dejar el arco en cero es lo máximo. Es terminar el partido con la tranquilidad del deber hecho. Cuando el equipo gana, con el plus de haber dejado la valla invicta, el festejo interno tiene un sabor especial.

Como lo dijo el propio Sergio Rochet en la conferencia posterior al encuentro contra Unión, el no recibir goles es un trabajo colectivo, en el que el guardameta es protagonista, pero donde la importancia de los compañeros es fundamental.

Aunque hay que tener en cuenta que a este Nacional le han creado situaciones de gol, y Rochet ha respondido en todas ellas. Al punto que, como dijo Daniel Rosa en su nota de ayer en referencia a la actuación del Chino en la Sudamericana, a esta altura es “el imbatible”.

El Chino derrocha confianza, sabe que está en ese momento dulce en el que todo le sale, en el que saca pelotas increíbles y en el que el arco se le hace muy pequeño a los delanteros, porque la figura del capitán es gigante e intimida. Eso se palpa, como también la confianza para salir a cortar centros por todo el área y no solo en la chica, o para arriesgar en los saques con los pies.

Soy un arquero amateur de la Liga Universitaria y festejo cuando no me hacen goles en un partido, no quiero ni pensar lo que debe pasar por la cabeza de Rochet, que lleva 11 vallas invictas consecutivas en dos arcos pesados como el de Nacional y el de la selección uruguaya. Más allá de la polémica por los récords, lo de Rochet ya es inolvidable.

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