Pablo Peirano se pega a la línea de cal de la cancha, sobre la que corre en puntitas de pie el primer asistente Gabriel Chade, y abre los brazos. Se mueve. Va, viene. Se lleva las manos a la boca y las junta para formar una especie de embudo que direccione el volumen de sus gritos. Aplaude al chileno Eduardo Vargas. Va, viene. Y cada vez que Nacional tiene la pelota y lateraliza el juego, se pone de cuclillas.
Sí, el entrenador que tuvo su debut en la noche de Copa Libertadores en el Gran Parque Central frente a Bahía es intenso. Así lo dijo Diego Herazo cuando a la salida del partido en zona mixta remarcó esa como una de las primeras diferencias palpables entre el actual y el anterior cuerpo técnico.
De esa misma forma lo vieron los dirigentes que lo fueron a buscar, que si bien anoche prefirieron no hablar, ya han hecho referencia al porqué de la decisión: “Es un técnico moderno”, han dicho, entre otras cosas.
De camisa celeste, pantalón ajustado, championes blancos, reloj en una muñeca y pulsera en la otra, Peirano mostró un look juvenil al que acompañó con una serie de movimientos que trillaron el área técnica de tanto que fue de un lado para el otro.
Cada vez que las acciones estaban cerca de su eje, allá se lo veía al entrenador de Nacional algo encorvado, con la mirada fija en un punto y acompañando con gritos el seguimiento de sus jugadores. Cuando no, era para darles indicaciones, como intentó -sin éxito- en medio del juego con Vargas, que en determinado momento se corrió hacia la izquierda para recibir y en ese mismo él buscó darle una orden, pero el jugador no lo escuchó y enseguida se distanció.
Para el segundo tiempo, con algún fugaz interín que le dio para el respiro, Peirano aprontó el cambio de Nicolás López y le mostró en una pizarra la zona en la que lo quería ubicar. Al rato, intentó ser alcanzapelotas y se movió para devolverla rápido, pero el joven a cargo de la tarea estuvo más atento.
También atinó a volver a ponerse los pantalones cortos en un contragolpe en el que empezó a correr a la par de Mauricio Pereyra, como si fuera un volante más. No le faltaron fanáticos en la tribuna por ese pique: “¿Vos viste la actitud del técnico?”, le comentó un veterano al otro a la salida del estadio.
Los ademanes, los gritos, el planteamiento y la posterior conferencia de prensa hacen que gran parte de los focos hoy se centren en su figura. Tanto así que algunos hinchas al salir acusaron: “Yo ya ni me caliento... Ah, y este técnico es del presidente”.
A otros, más divididos, se los escuchó decir: “No existe técnico en el mundo que venga y con los mismos jugadores haga milagros en un día”. “Con el plantel que hay, no te la llevo”, cerró un hincha que bajaba por la Delgado.
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