Los periodistas filmaban videos de una parte de la hinchada y la otra, probablemente con intenciones de subirlos a sus redes sociales para hacerse eco de la “fiesta” que se vive en el país cada vez que hay un clásico del fútbol uruguayo.
La tribuna Olímpica y la tribuna América estaban divididas en dos partes iguales. La Colombes teñida de azul, blanco y rojo. La Ámsterdam en dos colores. Todo estaba servido para que fuera un domingo espléndido, de mucho folclore, y para que ganara el mejor.
Al margen del resultado final y de lo que pasó en la cancha (Peñarol gritó campeón por penales), hay muy pocos adjetivos agraciados para definir lo que se terminó viviendo ayer de tarde en el Estadio Centenario, que fue sede de una guerra bajo tinieblas entre dos hinchadas, que, una vez más, tuvieron entre sus filas a delincuentes camuflados de hinchas.
Sí, porque ni bien el árbitro Esteban Ostojich se llevó el silbato a la boca y dio la orden de empezar, la primera señal de alerta llegó en forma de bengala náutica desde la cabecera Colombes.
Nadie sabe cómo. Nadie supo explicar por qué. Ni cuándo. Ni quién había entrado tamaña amenaza que puso en riesgo la vida de un funcionario de seguridad, que debió ser atendido de urgencia en las inmediaciones de la tribuna América (contra Ámsterdam). “Dentro de las responsabilidades de la Policía, no se detectó pirotecnia”, se limitaron a decir desde la Guardia Republicana.
El herido terminó siendo operado por traumatismo de genitales -informó Subrayado y confirmó Ovación-, pero el impacto pudo haber sido para cualquiera de los que habitaban la zona destinada para la prensa, entre ellos periodistas partidarios de Nacional.
El partido siguió como si nada. De las bengalas pasaron a las bombas de estruendo, que llovieron sobre el área de Martín Campaña y volvieron al momento de la definición por penales. Ostojich fue un espectador de lujo y el avisador de los altoparlantes, salvo por algún recordatorio puntual (reafirmando que estaba totalmente prohibido el uso de pirotecnia), a esa altura ya era motivo de burlas cada vez que un jugador recibía tarjeta amarilla: “Una más y se va a hacer el surtido de Tata”, decía en un tono publicitario.
Al herido le extirparon un testículo, salió de cirugía y fue trasladado a CTI (aunque se encuentra fuera de peligro). El clásico siguió y se terminó, pero la violencia en las tribunas volvió a robarse el protagonismo. A Nacional le podrían caer duras sanciones.
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