Por Sofía Berardi
Costumbres uruguayas no faltaron en la casa de los Fonseca cuando vivían en Italia. Matías (21), el más pequeño, nació en Nápoli, un poco antes de que su padre Daniel colgase los botines. Pero la redonda no iba a dejar de disfrutar de este apellido tan reconocido.
Cuando tenía tres años se mudaron al Lago di Como, a unos 80 kilómetros de Milán, y a los seis Matías empezó en un club que le quedaba cerca de casa. Fue el paso previo para que a los 10 se sumara al Como. Mientras tanto y pese a tener una madre italiana, él y su hermano Nicolás (24) aprendían español y absorbían la impronta uruguaya. Su padre los llevaba a vacacionar y les contaba cómo era su país. “Fue automática (la interiorización de la cultura), poco a poco íbamos conociendo. A él le gusta que seamos italianos y uruguayos. A mí me encanta. Me siento italiano y uruguayo, estoy dividido”, expresa Matías.
Cuando le tocaba comenzar Sub 16 Inter llamó a su padre y le comunicó el interés por Matías, a partir de ahí, y por cinco años hasta que llegó a Tercera, el club fue la casa del delantero que hacía de dupla de ataque con el uruguayo Martín Satriano. También alternaba prácticas con el primer equipo y en ese entonces compartió con tres uruguayos.
“Satriano es un gran pibe. Muy buena persona y simpático, me llevaba muy bien. Más allá de lo futbolístico, anda muy bien y es un animal”. Junto a él Fonseca sentía que había otro que tenía “medio” su sangre. “Yo tenía media y el toda. Era otro que tenía la garra”, explica.
A Matías Vecino lo “conoció poco”, pero asegura que es una gran persona. “Estaba siempre para ayudarte. Un joven necesita un poquito de confianza de los grandes”, sostiene. Con el mediocampista de la Lazio llegó a jugar un partido en la Tercera cuando el Vecino necesitaba minutos para agarrar rodaje tras una lesión. Y si se piensa en uruguayos de Inter, Fonseca también compartió con Diego Godín. “Más allá de los futbolístico que todos conocemos destaco lo personal”, dice del Faraón.
Matías miró dos partidos desde el banco suplente de Primera en 2019 y pese que no llegó a debutar de manera oficial asegura que Inter fue su escuela. “Te das cuenta de que hay gente que juega bien, que la competencia es muy fuerte, pero es lindo. Llegás al máximo que puede aspirar un joven, se siente el cambio cuando pasás de un club chiquito de tu ciudad a un grande. Pero todos están ahí para ayudarte y enseñarte, porque sos chico todavía y tenés que aprender muchas cosas. Fue un lindo viaje y aprendí mucho. Le debo mucho al Inter”.
En 2022 salió en busca de minutos para jugar a préstamo en Pergolettese, donde le costó adaptarse porque “no era lo mismo jugar en el primer equipo”, pese a que no fuese en la A, y en agosto probó en Imolese, otro equipo de la Tercera División de Italia. Hasta entonces con un par de horas de auto volvía a estar en su casa, pero tras evaluarlo mucho decidió que su primera salida del país sería a Uruguay.
“Venía pensando que quería cambiar de aire y tenía a mi hermano que me contaba cómo funcionaba el fútbol uruguayo. Siempre tuve la ilusión de venir a jugar, Uruguay es mi segundo país, mi segunda casa. Siempre lo vi desde afuera y vine de vacaciones, pero nunca a jugar”.
Lago di Como dista bastante de lo que es el Prado, pero Matías está feliz con su llegada a Wanderers, donde juega su hermano Nicolás. “Llegué a un vestuario y plantel muy lindo, muy alegre, me encuentro bien con todos los compañeros. Las ideas de fútbol son diferentes a Italia, pero de a poco me voy a acostumbrar. Se entrena muy bien y todos están sonrientes. Es más familiar, no es ir a trabajar y ya está, vas a pasarla bien con los compañeros, charlar, tomar un mate. Es mucho más lindo. En Italia no funciona así. Es ir a trabajar y volvés”, sostiene Matías.
Que su hermano Nicolás, que juega de volante y con quien es muy unido, se hubiese sumado a Wanderers en julio de 2022 fue un incentivo para elegir el Bohemio. “Jugar al fútbol con tu hermano pasa una sola vez en la vida. Es una ilusión entrenar y compartir vestuario”, expresa Matías.
“Siempre me cuidó y me enseñó. Ha crecido mucho y es muy profesional. Estoy contento de poder compartirlo con él”. Otro del que aprendió es de su padre exfutbolista y actual representante de reconocidos futbolistas, que los deja “hacer su propio recorrido”. “Le podés pedir consejos porque sabe, pero nunca se metió en nuestras carreras. Te apoya y si hay algo mal te lo dice en la cara, en eso es muy sencillo", asegura sobre quien visitó la camiseta de la Juventus, Roma, Cagliari y Napoli en Italia; se destacó en Nacional y visitó la camiseta de Uruguay. "Algún día me gustaría hacer el 10% de lo que hizo él, pero ahora quiero enfocarme en Wanderers”, afirma el delantero, que en su llegada al club traza los objetivos de jugar y ayudar lo más posible al equipo. “Gozar de este cambio”, sostiene.
Entre la bota y el champion: jugar en la selección italiana o en la uruguaya
Matías Fonseca participó de varios partidos con la selección de Italia. Empezó con los amistosos cuando se convocaban 60 futbolistas italianos y jugaban entre ellos por equipos, pero no compitió hasta llegar a la Sub 19, esa vez viajó a España. Vestir la Azzurra “fue un orgullo”, expresa Fonseca, y añade: “Lo soñaba desde hace tiempo“. Matías tiene doble pasaporte por lo que podría (y desea) jugar en la selección de Uruguay.
Hasta ahora, mientras disputaba torneos juveniles, podía alternar, pero si quiere jugar en la mayor debe escoger. “Sería difícil elegir, pero hoy te digo que Uruguay”, explica Matías que siguió al equipo de Diego Alonso en el Mundial de Qatar y lamenta la rápida eliminación. Los dos países le tiran, pero hay un solo ganador: “Me siento más identificado con el fútbol y las ganas que tienen de jugar acá, por cómo lo viven. Me gustaría mucho y me ilusiona jugar con la Celeste”.