Publicidad

Wilfredo Ruiz: La adrenalina que le falta y extraña, sus ideas para impulsar el básquetbol y los recuerdos celestes

Compartir esta noticia
Wilfredo "Fefo" Ruiz en su entrevista con Ovación

ENTREVISTA

"Fefo" dijo que el mejor jugador uruguayo que vio fue "Tato" López y puso bien arriba a los compañeros que fueron suplentes en la generación que consiguió el sexto puesto olímpico.

Wilfredo "Fefo" Ruiz no lo duda y se describe como un tirador y no como un jugador de básquetbol completo. Dice que el tiempo le dio la razón y que él entrenaba como pensaba que tenía que hacerlo “dentro del rectángulo”. Ahí no aflojaba y cada entrenamiento recién podría terminar si metía 300 pelotas en el aro, lo que le demandaba unos 500 lanzamientos. Dice que en Uruguay están matando el producto básquetbol y que urge llevar el deporte a todos los rincones del país, ayudar a chicos que no pueden pagar un club a que se enamoren del deporte, que además es formador de valores. Con mucho orgullo habla de la generación que le dio el sexto puesto olímpico a Uruguay en Los Angeles 1984. Y especialmente pondera a aquellos compañeros que fueron suplentes del quinteto que integró con Horacio López, Carlos Peinado, Luis Eduardo Larrosa y Hebert Núñez.

-¿Extrañás el cariño de la gente, la idolatría que generabas en los hinchas?
-No, eso ya se murió, porque para quien yo supe ser ídolo por un tema generacional mucha gente se murió. Tengo 61 años y los que me vieron jugar o me pueden recordar van de ahí para arriba. Lo que extraño es la competencia. Lo que extraño es toda esa adrenalina que me recorría el cuerpo y que me hacía jugar. Siempre mis partidos tenían dos cometidos: uno era ganar y el otro era superarme. Yo entrenaba para superarme. Siempre jugaba con dos metas, lo que me hacía diferente. Cuando vos jugás de la meta de ganar es un camino, pero cuando le sumás la veta de querer superarte individualmente es otro camino. Eso me permitía lograr cosas que hoy por hoy son impensadas.

-¿Sentís que te superaste? ¿Hasta qué lugar llegaste? ¿Faltó algo?
-Llegó un momento que no podía ir más arriba. La semana de noviembre de 1983, después de hacer 216 puntos en tres partidos me pregunté con qué supero eso. Era inviable. No era fácil. La gente cree que era fácil, pero no era así, aparte yo era un tipo que era juzgado a partir de los 45 puntos. O sea, a mí me juzgaban de 45 puntos para arriba y si hacía 45 decían que había jugado mal. Hoy, actualmente, el monstruo del básquetbol hace 20 puntos y hay triples. Esa semana hice 70 el lunes, 72 el miércoles y 84 el sábado con el récord.

-¿Estabas pendiente del récord?
-Cuando bato el récord de los 70 puntos yo no sabía cuántos puntos llevaba, porque el día de los 84 (13 de noviembre partido entre Neptuno y Colón) faltando tres minutos me avisan que había llegado a los 72. Ahí, cuando me avisan, inconscientemente te entra ese furor de querer más. Fui y hablé y les dije ‘muchachos, miren que me acabo de batir el récord’. Ahí ni pasaba la mitad de la cancha y se desvirtuó el jugador.

-¿Por el ego?
-El ego te acompaña en la vida aunque no juegues a nada, todos tenemos un ego personal que te acompaña, pero en realidad era eso de la superación. Por aquellos tiempos se decía que yo no entrenaba y yo no entrenaba físicamente, a mí no me gustaba todo eso y fíjate que después el tiempo me iba a dar la razón de todo lo que yo pensaba hace 40 años para atrás. Yo les decía para qué vamos a hacer 10 kilómetros por la rambla o para qué hacemos pretemporada en la playa si todo se definía en un rectángulo de 20x18. Yo lo razonaba así, porque no iba a estar corriendo maratones. Les decía a mis compañeros: ‘muchachos vamos a jugar al básquetbol, vamos a tirar al aro’. Y yo voy a quebrar una lanza por el actual momento, porque yo me quedaba para tirar al aro, me exigía a embocar 300 lanzamientos antes de irme y eso me obligaba a tirar 500. Otra particularidad que tenía es que nunca tiraba parado, siempre en movimiento. Nadie me pasaba la pelota, yo tiraba y la iba a buscar. Ahora los clubes no tienen esa disponibilidad de cancha para que los muchachos se queden una hora o una hora y media después, porque las instituciones para poder subsistir tienen diferentes actividades en las canchas que no pasaba en la época nuestra.

-¿Te quedabas mucho tiempo tirando?
-El tiempo que quería, no tenía problemas. Le metí horas, le metí dedicación. Le metí cariño. Y a veces me colaba en la cancha de Welcome por lo de la vecina y seguía tirando. Era lo que yo quería hacer, me exigía y el tener dos objetivos te hace más poderoso. Después la suerte me tiene que haber acompañado.

El cariño de los argentinos
La diferencia con Uruguay
Fefo Ruiz en Argentina

-Hablando del cariño, ¿dónde te mimaron más: en Uruguay o en Argentina?
-Sin lugar a dudas en Argentina. Yo tengo un récord que es difícil que se pueda batir, en verdad no se va a poder batir porque ya no hay solo dobles, hay triples. Es un disparate de tantos que en algún momento la FIBA lo comparó con Wilt Chamberlain y sus 100 puntos en 48 minutos. En Argentina tengo un récord mucho menor y con triples. Acá pasa desapercibido un registro de un tipo de 84 puntos, en Argentina cuando se cumple aniversario de los 68 puntos me llaman todas las radios. Ahí tenés la pauta. ¿Recibí cariño en Uruguay? Sí, claro. A parte tuve la suerte de jugar en grandes equipos de Uruguay y con grandes compañeros con los que me sentí fantástico, pero en el reconocimiento al jugador que fue no tengas dudas que Argentina es muchísimo más grande que Uruguay. Los tipos se quedan con el recuerdo, siguen contando anécdotas. Acá es algo como que pasó y ya está.

-Muchas veces, como crítica, se decía que habías tirado para meter 80 puntos y que habías convertido 46. ¿Qué sentías?
-Es cierto que yo tiraba para meter 80 puntos, pero hay que hacer 46. No me molestaba las críticas, por el contrario me daba más fuerza para seguir trabajando. Para entrenar de la manera que yo entendía que había que entrenar. Yo siempre digo que no fui un jugador de básquetbol, yo fui un tirador. Lo mío era tirar. Me había especializado en tirar y la gran diferencia que tenía con los tiradores era que yo tiraba mejor marcado que solo. Y nunca nadie entendió que no había que marcarme. Yo me sentía raro si no me marcaban porque perdía la referencia de ese tipo que siempre tuve arriba.

-Alguna vez explicaste que tuviste una enseñanza especial en Estados Unidos. ¿Ahí aprendiste a tirar así?
-En Estados Unidos un tipo me dio una vincha con una mano. Él estaba obsesionado en cómo embocaba y me decía que nunca me iban a dejar tirar solo, así que me entregó esa vincha con la mano, la que usé toda la vida. Se rompía y la cambiábamos, a la uruguaya. Y eso me permitió tener una referencia extra que era el rival. Cuando me faltaba esa referencia yo erraba. Tengo una anécdota que lo refleja: final del Sudamericano de Medellín con Uruguay, un punto atrás contra Brasil, la pelota vino del otro lado, me encontré solo, la tiré y la erré. Es un ejemplo.

-¿Cuándo te diste cuenta en la juventud que podías tener por delante una carrera como basquetbolista?
-Cuando empecé a jugar con 15 años en Primera división. Mirá, en formativas mi fuerte era penetrar, me metía abajo y era indomable, hasta que Óscar Moglia padre, el gran Óscar, me dirigía en Welcome y en un entrenamiento me dijo: ‘Escuchá, esto que hacés en formativas no lo vas a poder hacer en mayores. Primero porque cuando vayas para abajo te van a arrancar los brazos, segundo porque son más grandes que vos, tienen más físico que vos. Vas a tener que empezar a tirar’. Yo no tiraba de distancia. Ahí empecé, él empezó a marcarme pautas, empecé a tirar a 45 grados del aro, empecé a tirar y cada vez que yo penetraba él paraba el juego y sacaba el otro cuadro. Y ahí me di cuenta que tenía un don. Que eso a que a muchos le costaba a mí me resultaba más posible de hacer, no quiero decir fácil porque a mí me costó mucho hacerlo. Me rompí el alma porque me di cuenta que era lo mío, que podía trascender. Más cuando debuto con 15 años y hago 45 puntos. Me di cuenta que uno de los objetivos podía lograrlo, que era el de jugar y ganar, después surgió el otro que era tratar de superarme. Tratar de buscar la perfección y entrené. Vuelvo a repetir: entrené dentro del rectángulo del básquetbol. La vida me dio la razón, porque hoy no existe más correr por la rambla ni por la calle.

"A la Selección de 1981 entré a lo último. Tuve un partido descollante en un amistoso de la Selección. Mirá que si no hubiera sido así quizás hubiese sido eliminado"

Wilfredo Ruiz en la Selección uruguaya de básquetbol
Wilfredo Ruiz en la Selección uruguaya de básquetbol. Foto: Archivo El País.

-¿Cómo fue llegar a la Selección para el Sudamericano de Montevideo en 1981?
-Dejame decirte que ahí es donde la gente tomó una real conciencia de lo que era esa generación. Tato (Horacio López) era, de lo que yo vi, porque a Moglia padre no lo vi, fue el mejor jugador uruguayo de todas las épocas. La gente se enoja conmigo, pero yo hablo de lo que vi. Tengo comentarios de Moglia porque soy de Welcome de toda la vida y porque mi padre era muy amigo, pero no lo vi. Yo sí tuve la suerte de ver al Tato López. En aquel equipo jugaba el Tato, Larrosa, Núñez, Peinado y yo. Yo de última.

-¿Cómo de última?
-Es que entré a lo último. Tuve un partido descollante en un amistoso de la Selección. Mirá que si no hubiera sido así quizás hubiese sido eliminado.

-¿No estaban en la consideración?
-No era titular y tuvimos un partido de despedida de la preparación con Boca, en el plantel había 14 jugadores y en aquel momento estaba convencido que podía ser eliminado si no me iba bien en el amistoso. Entré, Uruguay perdía por 7 puntos y tuve 9 minutos asesinos. Pero asesinos (risas). Mirá el saldo: de pensar que no iba a quedar a jugar de titular. Yo tenía confianza en mis condiciones, por eso me tiraba todo, porque vos no podés tirar todas las pelotas si no tenés confianza. Mirá que después de la segunda que errás ya la tercera no te animás a tirarla y yo tiraba la tercera, cuarta, quinta, la sexta, la décima. Todas. Ese partido en el Cilindro me posibilita meterme en la Selección.

Fefo Ruiz y Horacio López
Fefo Ruiz y Horacio López. Foto: Archivo El País.

-Es imposible no preguntarte por el suceso de aquella final del Sudamericano. ¿Qué fue lo que hiciste para que en la final contra Argentina, Chocolate Rafaelli te metiera flor de trompada?
-Había una connotación muy especial, Uruguay estaba saliendo de la dictadura. El Cilindro todas las noches estaba de bote a bote porque la gente acompañó a esa Selección de una manera muy especial. Todo el mundo decía que yo no lo podía marcar, pero le llené las bolas y el tipo me pego un piñe asesino. Imaginate cómo le debo haber llenado las bolas que a los tres minutos me pega. Fue una trompada fantástica, era la figura de ellos y después nosotros nos acomodamos porque éramos muy fuertes de cabeza.

-¿Era un equipazo por los cinco titulares?
-Es cierto que el equipo no se movía, porque jugamos 40 minutos un jueves contra Brasil los mismos cinco y el sábado tuvimos la final. Pero era fantástico por el grupo humano y porque todos eran muy buenos jugadores. Era espectacular. Los compañeros en lugar de meter run-run para querer jugar querían que nosotros siguiéramos jugando. Era maravilloso. Y raro. Ese grupo se sigue juntando y seguimos con los mismos cuentos y anécdotas. Los tipos que estaban de suplentes nos cuidaban. Eso es un aditivo extra muy importante. El run-run del banco es muy importante para generar confianza en los que están jugando. Sabés que todos están en la misma causa. Se hizo un gran campeonato, fui goleador. Ese fue el inicio de ese gran equipo que fue sexto en los Juegos Olímpicos.

El seleccionado uruguayo
El seleccionado uruguayo. Foto: Archivo El País.

-¿De lo más maravilloso que te tocó vivir?
-Hoy no vamos ni al Preolímpico, imagínate lo que es salir sexto en los Juegos. Perdimos el quinto puesto en alargue con Italia 105-101 y echado el Fonsi (Hebert Núñez). Y ellos tenían un equipo bárbaro y nosotros éramos unos corajudos que queríamos todo. Teníamos los objetivos bien claros y por eso logramos todo lo que logramos en ese período. Nos conocíamos, nos defendíamos, nos cuidábamos y por sobre todas las cosas era un equipo real. El suplente no serruchaba para ganarse un puesto, ayudaba para que al titular le fuera mejor. Eso es inconmensurable. Ese respeto es lo que permitió que lográramos cosas impensadas: ¡Sexto Olímpico! Y presencia en el desfile final de los Juegos. Mirá que cuando quedás eliminado en los Juegos automáticamente te llega el telegrama que te avisa que te tenés que ir. Hicimos el desfile final con los mejores. Ese grupo logró quedarse con los mejores en cada una de las disciplinas.

Dos anécdotas
Aquellas camisetas y un tal Jordan
Michael Jordan en Los Angeles 1984

-¿El debut contra Francia fue el partido del problema con las camisetas?
-Sí, eso fue vergonzoso. Nos dieron 20 minutos para calentar antes de empezar. Para nosotros era el partido más importante, para ese encuentro nos preparamos porque Francia era el campeón de Europa y habíamos calculado que con un partido más ganado en la serie avanzábamos. Empezamos a calentar, nos sacamos las camisetas y el número estaba desteñido. No se veían los números, era una mancha amarilla. La vergüenza fue enorme. No teníamos otra, porque había un juego blanco y otro celeste y ellos jugaban con la azul. Nos preguntaban los nombres y anotaban falta de fulano de tal. Era lastimoso. No se podía creer.

-Después vino Estados Unidos. ¿Qué recordás de eso?
-No teníamos ni idea de quiénes eran. Yo miré la lista y dije ‘yo marco a este que debe ser el peor, es un tal (Michael) Jordan’. Me acuerdo que Pirulo (Ramón) Etchamendi le dijo a (Horacio) Perdomo: ‘Parate para el foul de ataque’. Perdomo mide 1.80, pero el tipo lo pasaba limpito por arriba. Llegamos a estar 24-23 arriba, dejando el alma. Mirábamos el tablero y pedíamos que sacaran una foto (risas).

-¿Por qué Argentina tuvo un gran despegue en el básquetbol y nos sacó mucha diferencia?
-Metieron la mano en una bolsa de 45 millones de habitantes. Competimos hasta que nació la Liga Nacional y Argentina eso se lo debe a (León) Najnudel. El día que nació la Liga Nacional empezaron a aparecer jugadores debajo de las piedras. Empezaron a encontrar jugadores en todos lados. Argentina tuvo una generación dorada: fue campeón olímpica y le ganó a la NBA. Y te voy a dar una primicia: se está gestando la nueva generación dorada. Esto de la pandemia y el dólar caro que tienen le está permitiendo jugar muchos más minutos a los jugadores argentinos en la Liga y hay equipos en todos lados. Antes el básquetbol argentino estaba concentrado en Buenos Aires y Bahía Blanca y ahora en cualquier lado salen jugadores de básquetbol.

"En el básquetbol uruguayo no se cuida el producto. Se suspenden partidos por cualquier cosa"

-¿No deberíamos copiar?
-En el básquetbol uruguayo no se cuida el producto. Se suspenden partidos por cualquier cosa, la gente no sabe cuándo son los partidos. No cuidan al producto, no hay un organigrama. Meten partidos por cualquier cosa en medio del torneo, lo paran por cualquier circunstancia. La gente no se termina de enganchar. A eso hay que sumarle el bolsillo, porque los precios para mí son demasiado caros, porque el básquetbol que se juega no es uno que apetezca pagar esa plata. Están matando el producto.

-¿Cómo lo mejoramos?
-Con un calendario serio. Si la cancha no está en condiciones perdés el partido.

-¿No hay que ir a buscar basquetbolistas?
-Hicimos una Liga Nacional de corta vida. Quisimos inventar equipos de básquetbol y primero antes de eso tenemos que llevar escuelas de básquetbol a muchos departamentos donde no se practica. Somos muy pocos, somos menos que una provincia de Argentina, entonces tenemos que tratar de meter al básquetbol en las escuelas. Hay que imitar lo que hizo el rugby, que ha tenido un crecimiento grande. El rugby se metió invitando a querer el deporte. El básquetbol está a la deriva. Están matando la pasión y si matás la pasión difícilmente jugadores se quieran parece o no se quieran parecer. Y ojo, porque todavía cuentan con el apoyo de Tenfield que les transmite todo. Hay que sacarse el sombrero con la empresa porque sin ella este deporte no existiría. Tenemos la posibilidad de llegar a todos los rincones del Uruguay con la televisión, pero falta la parte institucional de llevar el básquetbol a todas partes. Hay que hablar con Codicen porque el deporte genera y enseña un montón de valores. Si hay chicos que no tienen posibilidad de pagar un club y la Federación te lleva el deporte para que puedas practicarlo, quién te diga que salgan algunos fenómenos. Pero si estamos limitados a la Liga Nacional mentirosa porque son todos de Montevideo y uno de Pando y el básquetbol en Mercedes. Sale plata, pero hay que buscar apoyos. El deporte es un gran educador de valores, hay que llevar deporte. Nos apresuramos a juzgar porque hay un drogadicto o un ladroncito, pero hay que ver ese pibe, me gustaría la historia de ese pibe para que llegue a ello. ¿Le dieron las herramientas suficientes como para que se fortaleciera e intelectualmente creciera de otra manera?

"Pensé que capaz que podía dejar algo de todo lo que aprendí, porque yo siempre me consideré un tirador y no un jugador completo. Me ofrecí para colaborar y hacerlo de forma gratuita, pero no tuve respuesta"

-¿Nunca tuviste la posibilidad de transmitir tu calidad para formar tiradores en la Selección uruguaya?
-No, nunca me llamaron. Hace unos años atrás, cuando los periodistas se quejaban de que Uruguay no tenía tiradores, pensé que capaz que podía dejar algo de todo lo que aprendí, porque yo siempre me consideré un tirador y no un jugador completo. Me ofrecí para colaborar y hacerlo de forma gratuita, pero no tuve respuesta. Y un montón de dicas para poder tirar al aro tengo, algunas tengo. Creí que podía ayudar y sin pedir nada, porque quería hacerlo por la pasión que tengo por este deporte.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad