INFORME
Su tarea requiere un bajo perfil porque son protagonistas silenciosos de este deporte: Justo Ugartemendía, Jesús Rostán y Facundo Hernández describen cómo es el oficio de un reclutador de talentos.
Son la otra cara del básquetbol. No suelen estar en la tapa del diario ni acostumbran a tener una exuberante presencia mediática, pero representan un sostén para los jugadores y en muchos casos los acompañan desde su proceso de formación hasta el camino al estrellato o fracaso.
Facundo Hernández, Justo Ugartemendía y Jesús Rostán son tres representantes de básquetbol que escoltan a figuras de la Liga Uruguaya y también a jugadores extranjeros. ¿Qué tan rentable es su labor en comparación con otros agentes? ¿Cuál es el criterio para declinarse por uno u otro jugador? Y, sobre todo, ¿qué es lo que los motiva a ser protagonistas silenciosos de este deporte?
Las razones que los llevaron a estrenarse en la labor tienen aristas diferentes, pero a todos los une la pasión por este deporte. En el caso de Rostán encontró en el rol de agente una manera de continuar en el ámbito tras su carrera como jugador profesional; el deseo de Hernández fue por el mismo camino tras sufrir una lesión que le truncó su máximo deseo a los 27 años. Y Ugartemendía se metió de lleno en ese mundo luego de que su grupo de amigos, todos ellos basquetbolistas, le solicitaran acompañamiento. “Consideraban que hacía falta un agente que los ayudara en determinado tipo de cosas, comencé con Manuel Mayora, con Guillermo Curbelo y Nicola Pomoli, me pidieron eso y arrancamos juntos”, afirmó. Hoy cuenta, entre tantos, con la representación de otros basquetbolistas de Liga Uruguaya como Manuel Romero, Hernando Cáceres, Juan Ducasse y Federico Soto.
Primera mirada

Todo comienza con un acercamiento entre el agente y el jugador, pero ocurre de forma diferente dependiendo de la edad. Cuando es menor, los representantes consultados afirman que prefieren dialogar con sus padres. Pero si es mayor la charla ya es directa con el protagonista. “Me he dado cuenta en los últimos años que por yo tener esa premisa de no querer representar jugadores de 14 o 15 años me he perdido la posibilidad de representar a esos jugadores, entonces hoy en día la globalización hace que el primer contacto sea mediante redes sociales. Muchas veces los padres se contactan por ahí y hay un primer acercamiento, me gusta conocerlos y ver cómo es el contexto familiar, que ellos me conozcan a mí, que vean cómo trabajo, pero cuando se trata de jugadores profesionales que ya cuentan con un recorrido generalmente son por recomendaciones”, contó Facundo Hernández, quien inició en 2010 con su labor y hoy representa alrededor de 35 basquetbolistas profesionales.
Qué buscan
Para que los agentes los incluyan en su cartera de clientes deben cumplir con ciertos criterios. “Me seduce cuando un jugador joven, sobre todo, me dice: 'Mi ambición es jugar en la NBA', más allá de que su rendimiento haga que haya llegado solamente a la Primera División, pero cuando un jugador tiene metas grandes me apasiona”, remarcó Hernández con cierta exaltación. En sentido estricto, ¿cuáles son las variables que hacen que un jugador sea más elegible que otro ante los ojos de los captadores de talentos?
Rostán es uno de los pioneros en Uruguay en materia de representación y ha vivido todo el desarrollo de la profesión desde que él se inició en 2006. “Ha cambiado mucho la forma, sobre todo porque nos manejamos en base a tendencias internacionales que han ido evolucionando y nos hemos tenido que adaptar. En una época, cuando arrancamos, se miraban jugadores un poco más grandes, era difícil ir a ver jugadores de 14 o 15 años, buscábamos los más cercanos a los 18, hoy ese rango de edad se ha extendido porque los clubes que reclutan profesionalmente, que son europeos o de la NBA, cada vez los buscan a más corta edad porque quieren ser ellos los que terminen de desarrollarlo”, explicó. Según entiende el agente, este patrón internacional repercutió en el tipo de jugador qué pretenden. “Hoy lo principal que vos buscás es lo físico, es indudable. Más allá de si emboca o el estilo del tiro, lo importante es si encaja en un biotipo físico que se busca hoy: brazos y piernas largas o jugadores atléticos. Hoy ya con la edad de 14 o 15 años vas viendo si puede llegar a tener un desarrollo físico importante, si tiene tendencia a sobrepeso, si los padres son altos y aspectos relacionados. Y después ya es necesario saber qué hábitos tiene, si en su cabeza está la de ser un jugador de baloncesto profesionalmente o usarlo como un arma para poder estudiar y mejorar en su vida”, añade Rostán, que contrapone estas variables con las buscadas en 2006: “Los chicos grandes que iban a tener tamaño llamaban la atención, ahí no importaba si eran físicos atléticos o pesados, lo importante era que fueran grandes, era visto que iban a tener lugar en cualquier equipo o categoría, se buscaba jugadores que ya hubieran salido del cascarón y estuvieran jugando en una competencia a nivel de mayores”.
Esa visión coincide con la propuesta por Ugartemendía, que cita a un jugador argentino que logró convertirse en estrella internacional: “Si escuchás a Ginóbili te dice que él se fue de Argentina cuando ya era el mejor, lo mismo en Italia o en la NBA, iban cuando eran los mejores de la Euroliga. Y ahora en las dos competencias quieren formarlos a los 15 o 16 años, eso lleva a que se adelante el proceso, te vas por proyección, no por nivel, sino porque tenés determinada altura, biotipo físico o talento; ya se acelera el proceso”. Y aunque está convencido de que el jugador debe demostrar parte de su nivel antes de salir, también reconoce que la cantera de un equipo europeo tiene mejor competencia interna que la de un conjunto uruguayo. “Pero no son fichas de ajedrez, hay que tener en cuenta la situación personal y familiar”, remarca Ugartemendía.
¿Y el salario?
La comparación es inevitable. Al escuchar la palabra representante la imagen visual lo asocia de forma directa al fútbol. Pero hay diferencias importantes en el rol de un agente de básquetbol.
Los tres entrevistados afirmaron que los ingresos son disimiles, e incluso Hernández aseguró que es mil veces menos lo que puede cobrar un representante de fútbol. “Cuando empecé trabajaba 12 horas en un quiosco”, dijo. La FIBA establece un 10% para el representante por la colocación del jugador y una posibilidad de otro 10% si se maneja las finanzas del jugador, pero Ugartemendía afirma que “nadie los separa y es un 10% en general”.
Al ser consultado acerca de si existe un monto mínimo o máximo a percibir por el jugador, sostuvo: “No, eso depende mucho del equipo y de la situación de necesidad. Hay fichas que ganan $30.000 y otras que ganan $400.000, son los ejemplos más extremos, pero pasa. Y más que nada con los jugadores juveniles, que generalmente al ser del club arreglan cifras que son más económicas”.

A nivel de la Federación Uruguaya de Básquetbol, aquellos jugadores que tienen 22 años deben recibir una remuneración equivalente a un salario mínimo, que a partir del año siguiente pasará a ser de dos. Sobre el vínculo del jugador con el club, Rostán afirmó: “Tienen los derechos de los jugadores hasta los 23 años y hasta ese momento el vínculo con el basquetbolista es de asesoramiento, pero no de participación directa por recibir dinero a cambio de eso; invertís muchos años de inicio y finalización del desarrollo del jugador, lo dedicás para ganarte la confianza del jugador, mostrarle que podés ser realmente productivo para su carrera, y cuando ellos realmente empiezan a producir dinero, que eso en Uruguay es siempre unos años después de los 18, recién ahí empieza a llegar una devolución económica”, finalizó el exjugador.