Mujica no es gobierno

El expresidente José Mujica acompañó, junto al dos veces expresidente Julio María Sanguinetti, al actual presidente de la República Luis Lacalle Pou a la asunción de Luiz Inácio “Lula” Da Silva al acto de su nueva asunción (la tercera) como Presidente de Brasil. Esa triple presencia uruguaya en Brasilia fue destacada de manera unánime prácticamente en todos los medios y países del mundo, porque fue un magnífico ejemplo de madurez democrática-republicana, no solo en nuestra convulsionada región sino más allá de cualquier frontera.

Fue un gesto individual de cada uno de ellos, pero que significó la hidalguía y las fuertes convicciones cívicas que -más allá de las diferencias partidarias que las hay y hasta pueden ser muchas- son parte de la fortaleza, el orgullo y la comprobación de que una nación es un alma.

Hasta allí todo bien o muy bien. Pero ahora parece que, más allá del gesto de Mujica, el expresidente se ha propuesto llevar adelante un proyecto de integración regional en América Latina que incluye un himno, una bandera, una fecha conmemorativa, la libre circulación por toda la región sin pasaporte y la autorización a algunas profesiones para ejercer en distintos países son algunas de sus propuestas según Búsqueda del pasado 12 de enero.

Parecen cosas menores, pero no se sabe si terminan en esa simple lista de concordancia o si hay algo más para llevar adelante, sobre todo en un momento en que prácticamente toda la región (excepto Uruguay, Paraguay y Ecuador) responden a gobiernos populistas con barniz socialista o viceversa.

Mujica y la enorme mayoría del Frente Amplio nunca fueron amigos de los acuerdos internacionales, convenciones o tratados. Allí están los ejemplos de Tabaré Vázquez con el fracasado TLC con Estados Unidos primero y con China después. Sangre, sudor y lágrimas que le costaron a Danilo Astori y al entonces canciller Nin Novoa para firmar un “acuerdito” con Chile. Mientras que por otro lado, fue el propio Mujica el que dinamitó en forma definitiva al Mercosur, en aquel triste proceso de la suspensión de Paraguay y el ingreso de la Venezuela de Hugo Chávez por la puerta trasera.

Veamos cómo se desencadenó ese proceso de implosión del Mercosur y qué papel jugó el entonces presidente Mujica, el mismo que ahora recorre el continente para lograr acuerdos entre todos los países de la región.

El tema de las cuestiones diplomáticas de cada país son competencia exclusiva de los gobiernos, pero Mujica parece confundido y anda por la región “vendiendo” un proyecto de integración para América Latina.

Fue en el año 2012. La reunión del Mercosur estaba prevista en Montevideo y en esta misma ciudad se llevó a cabo. Hasta ahí y solo hasta ahí, hubo respeto. José Mujica era el presidente de Uruguay (y Luis Almagro su canciller). Los otros presidentes eran Cristina Kirchner de Argentina y Dilma Rousseff de Brasil. Paraguay excusó su ausencia porque el Poder Legislativo de ese país, de acuerdo a su Constitución, había destituido al entonces presidente Fernando Lugo por una larga lista de irregularidades. El rechazo a Lugo era de 115 legisladores contra 4. Su cargo lo pasó a ocupar el vicepresidente de la República, Federico Franco. Todo el proceso se llevó adelante de acuerdo a las disposiciones de la Constitución del Paraguay.

Las afinidades ideológicas de Mujica, Cristina y Dilma eran y son muy bien conocidas. Distinto era el caso paraguayo con el nuevo presidente. Ese trío, rápidamente se aprovechó lo que era un proceso excepcional en la vida de ese país como es el juicio político y destitución de un presidente para declarar que Paraguay se había apartado de la línea democrática que debía caracterizar los regímenes del Mercosur y por lo tanto quedaba suspendido hasta que tuviera nuevas elecciones. En ningún momento se le permitió al nuevo gobierno paraguayo ejercer su defensa.

Pero lo más grave, el cangrejo abajo de la piedra vino después: por la puerta de atrás, solapadamente, lograron el ingreso de la Venezuela de Chávez al Mercosur. Ese ingreso resistido una y mil veces pese a todas las presiones, por el legítimo senado paraguayo, lo llevaron a cabo tras la arbitraria suspensión de ese país (socio fundador del Mercosur y signatario como tal del Tratado de Asunción) en sus derechos. E incorporaron a Venezuela como si ese gobierno fuera una democracia y no una vulgar y sangrienta dictadura.

Fue allí donde Mujica se justificó con su famosa frase: “Lo político está por encima de lo jurídico”.

Se dirá que esto es cosa del pasado y que ahora cambió su pensamiento. Puede ser, pero no lo ha dicho. Pero además y sobre todo, el tema de las cuestiones diplomáticas de cada país son competencia exclusiva de los gobiernos. Del presidente Lacalle Pou en este caso. Él o ellos deciden lo que hacen o dejan de hacer. Mujica y su partido político no tienen nada que ver con el gobierno; es más, solo se dedican a llevarle la contra y oponerse a todas las iniciativas que presenta.

Una golondrina no hace verano.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Editorial

Te puede interesar