La estrategia de seguridad

Luego de 10 meses de gobierno de la administración Orsi, el ministerio del Interior comenzó a presentar los resultados de su masiva ronda de contactos con organizaciones civiles y partidos políticos, de cara a crear un plan nacional de seguridad que podría estar pronto recién en marzo del año que viene.

Este primer paso, típico del país en asamblea permanente que tanto gusta a algunos sectores de la izquierda, trajo muy pocas novedades. Entre las prioridades que al parecer existen en la sociedad en la materia: homicidios, violencia de género, armas de fuego, narcotráfico, ciberdelito y fraudes informáticos.

El primer comentario que deja esto es, ¡chocolate por la noticia!

La realidad es que parece insólito que el ministerio haya requerido casi de un año de trabajo, de los 5 que tiene de gestión, para identificar estos problemas como prioritarios, cuando es algo que le podría haber dicho cualquier ciudadano más o menos informado, conversando en cualquier bar del país.

Con un matiz. De manera muy conveniente para ciertas miradas ideológicas, y que suelen tener una sobrerrepresentación muy poco democrática en este tipo de foros que se organizan haciendo gárgaras justamente con el espíritu democrático, hay dos temas que aparecen como prioritarios, pese a que nunca están en la boca de nadie.

El primero es el que tiene que ver con las armas y municiones.

Se trata de una obsesión de siempre de la izquierda bienpensante y aburguesada, creer que la violencia o la inseguridad se pueden atacar, restringiendo el derecho de las personas honradas a portar o poseer armas de fuego. Es algo que han intentado otros gobiernos de izquierda de la región, pero sin lograr ningún resultado. Pero que en Uruguay vuelve a ser puesto como prioridad por activistas y políticos del Frente Amplio, como si esta posesión tuviera algún vínculo con la delincuencia.

Lo que se suele obtener con políticas de este tipo, es lo contrario a lo buscado. Se desarma y se deja indefensa a la gente honesta, pero los delincuentes siempre consiguen fuentes para obtener las armas que precisan. Pero ya se sabe que para la izquierda, importa más la intención, que el resultado de las políticas.

El segundo tema que ha surgido de esta presentación, es que para la gestión del ministro Negro va a ser una prioridad combatir los aspectos financieros del delito. Y volvemos a escuchar toda la cantarina del “lavado de activos”, y la necesidad de que el estado tenga más control sobre los flujos de dinero en la sociedad.

A nadie escapa que los países avanzados tienen en la materia financiera, una herramienta importante para enfrentar al delito. Al final del día, la gente delinque para ganar plata, y esa es una vía central para enfrentar sus acciones.

Pero en nuestro debate local el tema está completamente desproporcionado en el nivel de prioridad que se le asigna. La mayoría del delito vinculado a drogas en Uruguay, el que realmente preocupa a las personas en la calle, es cometido por gente de muy escaso nivel profesional y educativo. Y ni los homicidios ni las rapiñas van a bajar de forma radical, porque se impongan controles más amplios de capitales en el sistema formal.

Por el contrario, lo que si sucede cuando se habilita al leviatán estatal a tener un control en detalle de lo que hace cada persona con su dinero, la amplísima mayoría gente honrada y obediente de las leyes, es que se genera una burocracia ridícula que conspira contra la prosperidad general.

Y en segundo lugar, se brinda más armas a la administración pública, para inmiscuirse en la vida privada de la gente, y a encontrar nuevas fuentes a las que atacar con impuestos para saciar la sed sin límites de dinero, de la burocracia estatal.

No resulta ninguna casualidad que la izquierda, siempre desconfiada del poder de los individuos de gestionar su propia vida, y con ansias de colectivizar todas las decisiones sociales, haya puesto como prioridad aumentar el control sobre la forma en que la gente maneja su plata. El delito, es apenas una justificación conveniente, para una vocación tan clara como negativa.

Como si todo lo que hemos referido no fuera suficiente para desconfiar que todo el circo montado por el ministro Negro con este proceso vaya a servir para algo, en las últimas semanas ha exhibido una soberbia y petulancia en sus declaraciones, inversamente proporcional al apoyo público que tiene su gestión.

Todas señales altamente preocupantes de cómo está enfrentando este gobierno, el tema que más preocupa a los uruguayos.

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