La Constitución saltando al vacío

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El proyecto de reforma constitucional jubilatoria conlleva peligros que en estos meses han denunciado sus adversarios: propicia el déficit ingénito, expropia los ahorros de cada persona que invirtió en la AFAP de su gusto y derriba los equilibrios que logró la ley 20.130.

Cuenta con la oposición de economistas de todos los partidos. Hasta José Mujica aseguró que la aprobación del proyecto a plebiscitar “sería un caos” para el país y previno: “Meter esas cosas en la Constitución es como meterse en cana”.

Además de esos peligros y además de concitar la oposición de la generalidad de los técnicos, la iniciativa conlleva singularidades que, en el rico historial de los ensueños reformadores de la Constitución, la convierten en “rara avis”. Rara por escasa en precedentes y rara por extravagante. Véase.

La redacción que se propone para el artículo 67 de nuestra carta fundamental contiene 348 palabras. Para un artículo constitucional no sólo resulta antiestético. Lleva al paroxismo el mal hábito de querer encajar en la Constitución temas que son materia natural de la ley. Con ello se imprime rigidez ortopédica a asuntos que, por ser de la vida, reclaman la agilidad y creatividad de la síntesis legislativas, con deba- tes abiertos a la claridad del espíri-tu ante cada circunstancia y cada época.

La iniciativa no cuenta con el apoyo de ningún candidato presidencial. Tampoco la respalda ningún partido de los que, por su volumen, disputarán efectivamente el gobierno que darán a luz las urnas en el parto cívico a iniciarse el próximo domingo y a completarse el 24 de noviembre.

Se está proponiendo una reforma constitucional huérfana de sustento político, dándole la espalda a la de-finición misma de la República Oriental del Uruguay que -artículo 1° de la Constitución- “es la asociación política de todos los habitan-tes comprendidos dentro de su territorio”.

Esa contradicción no es casual ni involuntaria. Es el fruto penosamente lógico de que este pujo reformista no nació del quehacer político sino de una organización gremial.

Sí, fue al Pit-Cnt que se le ocurrió reformar la Constitución para derogar la ley de Reforma de la Seguridad Social. Se embarcó en la aventura sin importarle la larga meditación y la honda discusión pública que precedió a la ley y sin darse por enterado de que, al ser invitada la oposición frenteamplista a contribuir con mejores soluciones, no tuvo ninguna idea y ninguna alternativa financiera que aportar.

Con semejante antecedente ¿qué tiene de extraño que ahora el Pit-Cnt defienda el proyecto, sin concretar ninguna idea con la cual pudiere el erario pagar el costo de la hibridez legal-constitucional que surgiría si se aprobare el mamotreto?

Por lo demás, el sentimiento institucional del Pit-Cnt no puede ser mejor para la Constitución Nacional que para sí mismo. Administra aportes millonarios en dólares sin tener personalidad jurídica y haciendo siempre fuerza para que la ley no se la imponga. ¿Rendir cuentas? ¡Faltaba más, doña!

En el sistema republicano, la función de los gremios obreros o patronales es defender intereses concretos de cada grupo, mientras el cometido de la política en general y de los partidos en especial, es elevar los intereses a conceptos y conciliarlos en el plano de los valores personales y colectivos que los individuos y la sociedad abrazan en libertad.

Los gremios deben defender intereses, los partidos políticos deben defender ideales y abrir avenidas a los sentimientos y el pensamiento, fuente nutricia de la legislación en serio.

La misión de la Constitución es proveer el marco de garantías necesario para que la política armonice los intereses desde los principios de justicia y libertad.

Solo en el fascismo -y en su remedo, el comunismo-, los intereses gremiales se inmiscuyen en el poder y se mimetizan hasta confundirse con el Estado y con la Constitución.

Por tanto, votar a favor de la reforma jubilatoria es no solo dar un salto al vacío en cuanto al destino de los ahorros a expropiarse y al futuro de las pasividades.

Además, votar el texto constitucional que solo propicia Pit-Cnt es dar un salto al vacío hacia un ensayo fascistizante y abrirle la puerta a los modos totalitarios de mal vivir.

Ya es bastante desgracia que el Pit-Cnt haya convertido al Frente Amplio en su furgón de cola.

Por eso y por lo que queda dicho, esperemos confiados que la ciudadanía le propine un revolcón a la malhadada iniciativa.

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