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Intelectuales "comprometidos"

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EDITORIAL

Artistas e intelectuales como Viglietti, Benedetti y Galeano fueron propagandistas de la lucha armada y corresponsables de los trágicos desvíos de un sector de la juventud uruguaya.

Las críticas de la escritora Mercedes Vigil a la trayectoria del recientemente fallecido Daniel Viglietti sirven para plantear un tema más amplio como es el daño inferido en su momento a las nuevas generaciones por las posturas políticas de intelectuales y artistas uruguayos. Viglietti, al igual que otras figuras locales tan notorias como Mario Benedetti y Eduardo Galeano, no solo adhirieron a posiciones de izquierda cuyo fracaso pudieron comprobar en vida, sino que hicieron algo mucho más grave: la apología de la violencia guerrillera dentro y fuera de nuestro país.

De los tres hay suficientes textos editados como para comprobar que fueron propulsores de la lucha armada a través de sus aportes de prosa, poesía y canciones que prendieron en un sector de la juventud, con nefastas consecuencias en la tumultuosa década del sesenta. De dos de ellos —Viglietti y Benedetti— hay evidencias no solo de su trabajo propagandístico en pro de la guerrilla sino de su actuación directa dentro del movimiento tupamaro. Es decir que ambos pasaron de la palabra a la acción sin mayores reparos.

En el caso de Galeano es sabido que se dedicó durante años a cantar loas a cuanto grupo guerrillero surgiera en América Latina, Estados Unidos y Europa, sin importarle mucho si esa lucha armada se desarrollaba contra dictaduras o democracias y hasta dónde se justificaba la crueldad de sus métodos. Su apología abarcó tanto a narcoguerrillas como las FARC, a la banda alemana Baader-Meinhof o a las Panteras Negras yanquis. Si bien era inocultable su fascinación por los alzados en armas en nombre de unas vagas ideas socialistas, no hay pruebas de que haya militado activamente en alguna de esas organizaciones, incluida la de los tupamaros.

Distinto es el caso del cantautor Viglietti y del escritor Benedetti, dos famosos que de distintas formas apoyaron en los hechos a la guerrilla uruguaya. De los actos de Viglietti se habló en estos días en medio de la polémica desatada por alguien que consideró inoportuno que se lo enterrara en olor de santidad. Aparte, como cualquier analista medianamente informado sabe, durante los años de plomo se distinguió por su belicosidad entre los tupamaros una tal "columna Viglietti" que seguramente no llevaba ese nombre por pura casualidad.

La vinculación de Benedetti con los tupamaros fue todavía más evidente. Alguna vez el mismo escritor admitió haber actuado como correo entre los alzados uruguayos y sus inspiradores cubanos. Y está además su labor al frente del Movimiento 26 de Marzo, el brazo político de la guerrilla uruguaya. En el desempeño de esas tareas políticas escribió en la prensa algunas frases que retratan su actitud ante la violencia guerrillera. "En una época la tracción de las máquinas era esencial para los cambios; de ahora en adelante lo importante será la tracción a sangre". Una frasecita, como otras muchas de su autoría que, dichas por un escritor consagrado, estaban destinadas a tener un efecto nocivo entre aquellos jóvenes ilusos que soñaban con imitar en Uruguay la epopeya triunfal de los barbudos cubanos.

Por cierto, los tres nombrados no fueron los únicos que a través de las canciones, las poesías o los eslóganes disfrazados de literatura, echaron nafta a la hoguera en condición de animadores de la acción directa como forma de resolver los conflictos políticos. De casi ninguno de ellos, famosos o no, se oyó después algo parecido a una autocrítica o alguna forma de pedir perdón por los males causados. ¡Era tan simple dar manija y que otros fueran la carne de cañón!

Son viejas e interminables las discusiones sobre el compromiso del intelectual y la posibilidad de usar su arte como un arma de militancia. El siglo XX registró a grandes artistas y pensadores negándose a ver la realidad y sosteniendo opiniones favorables a las purgas de Stalin o las masacres perpetradas por Mao. A veces por convicciones propias y en otras ocasiones por no desalinearse del pensamiento dominante en los cenáculos izquierdistas, artistas admirables optaron por defender causas indefendibles. Ahí nomás está el caso de Gabriel García Márquez alabando la obra de los hermanos Castro sin levantar jamás su voz en defensa de los presos políticos cubanos o a periodistas integrantes del socialismo uruguayo elogiando la obra del dictador rumano Nicolás Ceausescu.

Fueron decenas de jóvenes incautos los que en nuestro país pagaron con su vida, la cárcel y el fracaso personal, el crédito que le prestaron a las exhortaciones de los artistas "comprometidos". Y eso es algo que no debería olvidarse a la hora de juzgarlos.

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