No sería mala idea evitar publicar las razones por las cuales algunos sindicatos decretan paros. Sí informar sobre el paro, pero por una cuestión de pudor, no citar textualmente los argumentos que despliegan ciertos sindicatos. De ese modo se impediría que hagan un papelón; y a los lectores se les ahorraría sentir vergüenza ajena.
Este razonamiento, peculiar como puede parecer (o en todo caso irónico), surge a partir del nuevo enfrentamiento entre Ancap y el sindicato.
El asunto es simple. Ancap tiene una planta de abastecimiento de aerocombustible en Carrasco y otra en Laguna del Sauce. Sumadas ambas, cuenta con un personal de 20 funcionarios. Pero el negocio es deficitario. Pierde unos 700.000 dólares al año por la planta en la Laguna del Sauce y un monto parecido por la de Carrasco. La intención del directorio es parar ese drenaje y para eso quiere alquilar ambas plantas a privados. La empresa estatal lograría cortar la pérdida, contar con un ingreso por el alquiler y un extra al establecer un monto por cada litro de combustible vendido. No parece una mala idea. Por cierto, el combustible para los aviones seguiría siendo el de Ancap.
La empresa estatal tiene pensado qué nuevas tareas darle a las 20 personas que trabajan en las dos plantas. No está previsto ningún despido. No existe tal cosa en las empresas públicas.
Es tan lógico, que a nadie se le ocurriría trabar una solución así. Sin embargo, el sindicato (Fancap) se opuso y la semana pasado hizo un paro en la planta de La Tablada.
Lo curioso es que el directorio de Ancap estudió cinco propuestas alternativas que los sindicalistas le hicieron llegar. Según informó la prensa, todas ellas ofrecían soluciones más caras respecto a la situación actual, que es la que se pretende corregir.
A eso se agrega el comunicado de Fancap en que sostiene que “las empresas públicas deben asegurar los servicios esenciales a la sociedad sin una visión mercantilista que prioriza la búsqueda de ganancias y el interés privado por sobre el interés general”.
Por lo que decíamos al principio, quizás no divulgar razonamientos de este tipo los salvaría de quedar mal parados. Es obvio que hay una dificultad para discernir realidades.
La solución que ofrece Ancap no es mercantilista. Simplemente pretende terminar con un drenaje de dinero que mucho le serviría para otros fines. Al alquilar ambas plantas a privados no está priorizando “el interés privado”, sino el suyo propio. Sin duda, una empresa no estatal será la que brinde el servicio, pero con ello Ancap saldrá muy beneficiada.
Por otra parte, Ancap es una empresa, pública es verdad, pero empresa al fin. Por lo tanto, importa que tenga ganancias. Con ellas podría continuar la baja del precio del combustible en la medida que la cotización internacional lo permita.
Además esas ganancias tendrían otros usos. Lo que en el mundo empresarial se llama distribuir dividendos entre los accionistas, en las empresas públicas son las “rentas generales”, dinero que permite que los gobiernos inviertan en políticas que muchas veces los propios sindicatos reclaman.
Por lo tanto, sostener que las empresas públicas no deben tener ganancias, no solo es una contradicción respecto a tantos reclamos hechos (más dinero para la educación o para la salud) sino que es un planteo ingenuo e ignorante, en el mejor de los casos, o hipócrita en el peor.
Como ocurre con otros sindicatos de empresas públicas (aunque es más notorio en Fancap), los trabajadores afiliados se creen dueños de las empresas públicas y quieren tener más poder que los directorios designados por el gobierno surgido de las urnas y confirmados por un parlamento también electo.
Cuando dicen que las empresas “son nuestras” hacen creer que hablan de todos los uruguayos, pero ese “nuestras” se refiere solo a ellos.
La capacidad de argumentación de algunos dirigentes sindicales es cada vez más limitada. Hay perversión ideológica, sin lugar a dudas, y eso los lleva a desnudar su ignorancia y desconocimiento de la realidad.
Fancap hace rato está demostrando estos problemas. Lo cual es grave. Aunque no tan grave como lo que ocurre en Fenapes (el sindicato de profesores de Secundaria). La semana pasada uno de sus dirigentes denunció en las redes que un espía (alguien que caminaba detrás suyo con un gorro en la cabeza) lo siguió en su recorrida por el Mercado Agrícola, al parecer para ver que tipo de tallarines comía.
Bastaba ver su twiter para comprobar lo absurdo de la situación. Pero a delirios así, Fenapes hace rato que nos tiene acostumbrados.