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¿En base a qué?

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En base a qué hablan de una temporada récord?”, fue la pregunta retórica con la que inició el año político el presidente del Frente Amplio (FA), Fernando Pereira, para criticar el optimismo del gobierno y para relativizar el buen ánimo de los operadores turísticos.

La respuesta es sencilla y llegó de parte del ministro Tabaré Viera. Están los datos de la dirección nacional de migración, con el ingreso de más de 460.000 personas entre el 22 de diciembre y el 8 de enero, lo que significa una cifra que supera a todos los ingresos de la temporada estival de 2022. Luego, los propios operadores turísticos han informado de que el nivel de ocupación es cercano al 100%, y no solamente en el clásico destino del Este y sus playas, sino también en el Litoral del país o en el Interior más profundo con destinos específicos.

Además, hay datos excelentes que se suman a este panorama, como por ejemplo la cantidad de cruceros que están arribando a las distintas costas nacionales y que están siendo una cantidad récord en los últimos ocho años.

Por si fuera poco, tanto las autoridades de la Intendencia de Salto como las de Canelones, con gobiernos del Frente Amplio, han señalado que en sus departamentos se ve un gran movimiento turístico: en Salto, se trata de una excelente noticia que dinamiza una economía muy deprimida por causa de la diferencia cambiaria con Argentina; y en Canelones, los datos corroboran lo que está ocurriendo en los departamentos más hacia el Este con ofertas de playas.

Por supuesto que cualquiera que quiera hacer un balance detallado de la temporada deberá esperar a marzo. Falta evaluar, por ejemplo, lo que ocurrirá con el feriado de Carnaval, aunque ya se están entreviendo reservas que le auguran un buen desempeño.

Pero lo que parece evidente para cualquiera es que hay un consenso general que verifica, no inventa, un gran movimiento turístico que incluso ha sorprendido a los más optimistas, esos que temían que la difícil situación económica argentina retaceara los masivos ingresos de personas de ese origen.

Para cualquier distraído las declaraciones de Pereira parecen destempladas. ¿Por qué negar lo que es evidente? ¿Por qué poner en duda de que existen distintos datos que, de entrada, permiten al gobierno y a los operadores vinculados al turismo hacer una primera evaluación acerca de cómo va tomando forma la temporada 2023?

En realidad, el reflejo crítico y desconfiado de Fernando Pereira quedó en evidencia esta vez porque se trató de una actitud caricaturesca que lo llevó a quedar en ridículo.

Sin embargo, fue muy ilustrativo porque en un tema bastante obvio como es el buen comienzo de temporada, quedó en evidencia el talante agrio del FA que pretende instalar un relato que está completamente divorciado de la realidad.

En efecto, ¿en base a qué el FA se ha lanzado a decir que ha aumentado la pobreza o la desigualdad? Todas las mediciones objetivas del Instituto Nacional de Estadística señalan que luego de la pandemia la pobreza ha bajado y que la desigualdad no ha aumentado, pero la izquierda se empeña en negar la realidad y querer crear un relato falso.

¿En base a qué ha afirmado Fernando Pereira que los ingresos de los hogares están peor que antes? Todas las mediciones señalan que luego de la pandemia ha habido un repunte en los ingresos de los hogares, forjado en una mayor ocupación, y que incluso ya en 2022 retomaron al alza los salarios reales.

Pero la izquierda se empeña aquí también en negar la realidad y querer crear un relato falso.

Si salimos de los temas económicos, ¿en base a qué afirma el FA que estamos en una situación peor en materia de inseguridad, por ejemplo, con relación a 2020? Con relación a todos los delitos importantes no hay dato estadístico que no ratifique que estamos hoy mejor que cuando el FA entregó el poder en febrero de 2020.

Las ridículas declaraciones de Fernando Pereira sobre el turismo no son pues excepcionales. Pero son muy graves, porque no solamente procuran criticar injustamente la acción del gobierno en este tema, sino que además ponen en tela de juicio los datos reales y objetivos, que están al alcance de la mano de cualquiera, que son generados por diferentes dependencias del Estado y que son los que efectivamente permiten hacer evaluaciones y conocer la realidad más allá de anécdotas personales o de vivencias subjetivas.

En su afán de criticarlo todo con tono agrio, Pereira da a entender que no existen datos para juzgar objetivamente la realidad social y económica del país.

Es un profundo error que daña la seriedad institucionalidad que nos caracteriza. Y es una actitud que no por repetida deja de ser lamentable.

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