El desafío exterior

Independencia o muerte. Ese fue el grito que dejó para la posteridad Leandro Gómez, de cuyo vil asesinato se cumplieron esta semana 158 años. Un recuerdo que, pese al inexorable paso del tiempo, debería estar más presente que nunca en estas fechas, en las que el desafío exterior, de otras formas y en otras escalas, vuelve a ser central para el futuro del país.

El episodio de la “Defensa de Paysandú”, y en general toda la trayectoria vital de Leandro Gómez, es una parte central de la historia de este país. Una historia de sacrificio, amor a la patria, y de negarse a aceptar que los condicionamientos de vecinos mucho más grandes y poderosos, definieran nuestro destino nacional. Una historia en buena medida ninguneada por muchos “expertos” y “científicos” de esta disciplina, cuyo fin ha sido siempre privilegiar determinadas posturas ideológicas, antes que entender la naturaleza de nuestra génesis como nación.

No es casualidad que mientras que los militares brasileños, que tuvieron un rol central en la caída de Paysandú tras dos meses de resistencia heroica, habían garantizado la vida de Leandro Gómez, fueron uruguayos quienes lo llevaron al paredón.

Los desafíos, como decíamos, son hoy muy diferentes, pero no tan lejanos en relevancia. Uruguay se encuentra hoy acorralado en su economía y en sus posibilidades de desarrollo, por una región, y por un bloque regional como el Mercosur, que no sólo ha adoptado una mirada de encierro y proteccionismo suicida. Sino que pretende impedir de manera prepotente a nuestro país, que busque afuera las oportunidades que adentro se le niegan.

En este hay que ser muy claro, sobre todo ante ciertos comentarios del presidente y el canciller argentinos. Uruguay ha respetado a rajatabla en todos estos años las normativas y decisiones de organismos del Mercosur. Mientras que Argentina se ha pasado por el jopo todas y cada una de las reglas y fallos arbitrales que ha querido. El “Var” en este caso, como bien dijo el presidente Lacalle Pou, deja muy mal parado a nuestros vecinos. Hay decenas de ejemplos de como esta postura prepotente y unilateral ha perjudicado directamente a Uruguay, pero un ejemplo emblemático fue el del laudo que por unanimidad emitió el Tribunal Arbitral del Mercosur en el tema ya legendario de la fabricación de bicicletas en Uruguay, las cuales argentina jamás dejó ingresar. Laudo que Argentina, como en tantos otros casos, nunca acató.

El panorama es hoy más complejo, ya que a la postura argentina, y a la prescindencia paraguaya (justamente, el episodio de la Defensa de Paysandú debería traer algún recuerdo por allí), se suma ahora la llegada en Brasil de Lula da Silva, alguien que nunca ha sido un gran fan del libre comercio. Ni de respetar mucho la soberanía nacional de los uruguayos.

Ante este panorama, se conoció esta semana que estudios realizados por tres universidades de prestigio en Uruguay, como son la de la República, la Católica, y la de Montevideo, aseguran que la integración de Uruguay al llamado Acuerdo Transpacífico, “no presentaría grandes dificultades” a la hora de cumplir con los estándares que exige el tratado. Ni siquiera afectaría a ese elemento tan polémico y enraizado en nuestra cultura urbana que es el amor por las empresas públicas.

Es más, los estudios afirman de manera unánime que el programa de reformas y ajustes estructurales que requeriría nuestra economía y nuestra política comercial, se verían enormemente facilitadas ante la exigencia de una asociación de este tipo. De hecho, ese suele ser el efecto más beneficioso que el ingreso a este tipo de bloques trae aparejado a países como Uruguay: son una “zanahoria” que ayuda a acometer reformas que de otra forma son muy difíciles de llevar adelante.

¿Por qué es importante ingresar al Acuerdo Transpacífico? Porque éste es hoy el acuerdo comercial más avanzado a nivel internacional, ya que es una zona de libre comercio, pero con la incorporación de disciplinas comerciales en áreas muy diversas y con una amplitud y profundidad mayor a la alcanzada por la Organización Mundial del Comercio. Y une a países como Canadá, Australia, Japón, Perú o Chile, todos ubicados en el eje de la zona de mayor crecimiento del comercio en los últimos años.

Pero, sobre todo, porque es una opción más que nos permite salir de la trampa en que se ha convertido el Mercosur. Donde los vecinos mayores se siguen negando a aceptar que la realidad del mundo actual está llena de oportunidades para quien se abre y se adapta. Y siguen optando por un proteccionismo que beneficia a pequeños lobbies locales, en desmedro de los consumidores y la sociedad en general.

Uruguay, por su escala y por su vocación global, no puede aceptar esta presión y este corset a su desarrollo. El gobierno debe apurar el camino de apertura. Y la sociedad civil de apoyar para que las presiones de los vecinos, no condicionen nuestra prosperidad.

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