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Cuando se hacen cosas raras

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El Consejo de Derechos Humanos de la ONU es un organismo que vigila y sigue la situación de los derechos humanos de todos los países miembros a través de un “examen periódico universal” al que cada país es convocado cada tantos años.

Distintas organizaciones, grupos, individuos, partidos, presentan allí sus denuncias respecto al país al que le toca ser examinado sobre situaciones en las que sienten que sus derechos fueron vulnerados. El Consejo estudia los casos y el país en cuestión procura defenderse o al menos justificarse.

Como es obvio, los países donde rige un Estado de Derecho relativamente aceitado reciben menos críticas y por lo general no tan graves. Distinta es la situación donde hay dictaduras.

Lo normal es que la sociedad civil y otras organizaciones hagan sus planteos y que sea el país quien se defienda. No suele ser al revés.

Sin embargo, siempre hay una primera vez y Argentina acaba de inventar un antecedente. Queriendo acusar a otros de violar derechos básicos que (dice) afectan la marcha de su gobierno, en los hechos terminó autoincriminándose.

La Argentina presidida por Alberto Fernández, que ha demostrado una capacidad infinita para inventar situaciones que lindan en el disparate, sostiene que la Justicia y en especial la Suprema Corte persigue políticamente al gobierno con sus fallos. Alude a uno referido a como debe ser la distribución de recursos provinciales. A otro, aunque no de la Suprema Corte, que condena a la vicepresidenta Cristina Fernández por delitos de corrupción cuando fue presidenta, y otro, de la Corte provincial de Jujuy que confirma las sentencias por delitos graves a la agitadora Milagro Sala. Dice que todo eso es lawfare y que viola derechos de la gente. La acusación agrega la complicidad del poder mediático y “hegemónico” y la actuación perversa de la oposición partidaria política.

En otras palabras, y por si no quedó claro, el gobierno argentino mandó un documento nada menos que al Consejo de Derechos Humanos de la ONU donde se queja de tres cosas. 1) Que la Suprema Corte de Justicia toma decisiones que no le gustan al gobierno y por lo tanto quiere hacerle un juicio político para deponerla. 2) Que hay una conspiración mediática en contra de ese gobierno y lo que el gobierno desearía es acallarla de una buena vez. 3) Que la oposición política no le da respiro (para colmo ganó las elecciones de renovación parlamentaria de mitad de período) y por lo tanto sería saludable bloquearla. No lo dice en tales palabras, pero si hubiera que resumir el largo documento, terminaría en eso.

Es como si el gobierno argentino le estuviera pidiendo a este organismo, permiso para liquidar los pilares sobre los que se sostiene una democracia.

Es tan descabellado que en el hipotético caso que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU interviniera, sería para decir: “señores, respeten la independencia del Poder Judicial, dejen que los medios actúen libremente aunque no les guste lo que dicen y respeten la libertad y los derechos de los partidos opositores”. Suponemos, además, que ante el estupor por el reclamo recibido, agregaría una línea que diga “y no nos hagan perder más tiempo”.

Ante un documento de esas características habría que advertirle al gobierno argentino que se equivocó de destinatario. Que el trabajo del Consejo es atender los reclamos de quienes sienten que sus derechos están siendo violados y no de quienes piden autorización para violar derechos de otros.

Para eso hubiera mandado el documento a alguna institución que defienda la violación de derechos humanos, no su defensa. A un organismo que esté de acuerdo con aquello que va contra los principios de una democracia.

Como un país que valora el significado profundo de una democracia constitucional, republicana, representativa y liberal, Uruguay debería estar preocupado por lo que está haciendo Argentina, en la medida que es un vecino tan cercano en tantos sentidos.

Impresiona ver la desubicación, la incompetencia y la mediocridad de tantos responsables en cargos claves en el gobierno. Es realmente alarmante.

Hace tiempo que la causa, noble y necesaria, de los derechos humanos viene siendo manoseada por regímenes que jamás los respetaron. Algunos, en el colmo de la paradoja, llegaron a presidir este consejo de la ONU. Pero con este documento, estamos viendo algo que causa genuino asombro. Diría el reconocido periodista Jorge Lanata, “todo esto es muy loco”.

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