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El pequeño filósofo

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@|“El pequeño filósofo” es la propia consciencia del narrador y personaje de este escueto cuento, del escritor Gabriel Chalita (1969, Brasil).

El relato rememora la infancia del protagonista, a través de un viaje en tren por diferentes sitios.

En cada estación se baja, y observa la realidad social por medio de alegorías.

Se bajó en la primera estación, y se encontró con una ciudad donde no había sonidos. En la segunda estación, todos los habitantes del pueblo eran iguales.

Después halló una sociedad cuyo bullicio era perpetuo. Nadie escuchaba las respuestas del otro, se atropellaban, eran ciegos. No sentían dolor.

A sus hijos les gustaban más las máquinas, que usaban para conversar virtualmente con las personas.

Más adelante descendió en otra estación y vio un aparato que hacía gente. Había lama por todos lados. Sus ciudadanos se habían acostumbrado al cieno blando. La música era la misma en todos los lugares. Las tiendas estaban vacías.

Había un espejo gigante donde se reflejó el narrador. Se vio con los ojos cansados, ojeroso, despeinado. Las personas vivían dentro de redomas de vidrio; nadie podía abrazarse, tocarse, darse la mano.

En la última estación había cuatro grupos que andaban en círculos, sin mezclarse ni hablarse. Cuando estaban tristes entraban en una máquina y salían satisfechos. Colocaban sus corazones en cofres.

El narrador despertó del efecto de la anestesia. El médico le dijo que tendría que pasar la noche en el hospital.

El hombre comprendió los errores de su vida, y se preparó para, después de salir del sanatorio, empezar cambios en su vida.

La responsabilidad es de cada uno al escoger una cosa u otra. La libertad depende de nuestras elecciones.

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