El Gramillero | Montevideo
@|Resulta extraño y hasta desconcertante el afán crispado con que algunos integrantes de la coalición de gobierno se empeñan en contestar y refutar el discurso hepático del Frente Amplio. Resulta extraño porque es evidente que el discurso hepático no corre en un plano en el que se pueda rebatir. Corre por otro carril, está pronunciado y sustentado por otra lógica. No es un discurso para debatir sino para hacer calentar, para hacer entrar.

Es un trabajo no solo inútil sino contraproducente que algún integrante de la coalición se ponga, por ejemplo, a buscar ejemplos de que el gobierno no está distraído, para refutar a Fernando Pereira. El país entero ve todos los días a un gobierno ejecutando acciones y programando otras.

Buscar argumentos para enfrentar el discurso hepático es absurdo. Lo que tiene que hacer el personal de la coalición de gobierno es poner de manifiesto, desenmascarar y dejar expuesta la naturaleza del discurso hepático, cómo es, de dónde nace. No argumentar sino desarmar ese discurso mostrando su origen hepático adquirido en la derrota electoral. Contra el hígado inflamado no se razona. Hay que mostrarle a la gente las características de ese discurso y con eso se lo neutraliza. Y de paso muestran que entendieron cómo está planteada la contienda, cómo es el juego.

Porque la forma equivocada de enfrentar el discurso hepático tiene el inconveniente agregado de poner de manifiesto que no se ha comprendido la situación política básica del país a partir de las elecciones. La polémica política desenfocada produce fastidio en la ciudadanía. Produce irritación y desconcierto ¿de qué pasan hablando y gritando los políticos? Las confrontaciones pierden sentido o se vuelven ininteligibles para la gente. Todo pasa a ser un barullo que no tiene nada que ver con las necesidades de la gente y con la marcha del país real.