Violencia, género y banderas

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Martes, 13 horas, y en el Centro de la capital la habitual caminata en procura de un almuerzo frugal, chocó con un panorama distinto. Decenas de banderas palestinas flameaban rumbo al acto del Pit-Cnt, donde Marcelo Abdala declamaba con igual pasión sobre los excesos del régimen “nazi-sionista-israelí”, que contra la patronal de la pesca.

Ni Abdala ni la mayoría de quienes agitaban las banderas, parecían ser grande lectores de Albert Hourani, ni de Leon Uris precisamente. Con lo cual volvía a la cabeza la misma pregunta con que cerrábamos este artículo la semana pasada: ¿cómo puede ser que tantos uruguayos opinen con tanta suficiencia sobre un conflicto tan lejano y complejo?

La respuesta la tuvimos esa noche cuando nos enganchamos a ver la última edición de StosselTV. El ex presentador de 20/20, dialogaba con un señor llamado James Lindsay, quien había logrado algo tan gracioso como deprimente.

Lindsay contaba que hacía años se había indignado con la deriva ideológica de las ciencias sociales, y en especial con las cosas ridículas que se publicaban en revistas académicas. Su punto de ebullición llegó tras un estudio que había ganado un fondo de 412 mil dólares, con el titulo de “Glaciares, género y ciencia: Un marco de glaciología feminista para la investigación del cambio climático”. El proyecto estudiaba “la relación entre el género, estructuras de poder y cómo se lleva a cabo la ciencia de los glaciares, con objetivos como la integración del conocimiento indígena, la teoría poscolonial feminista y las interacciones entre humanos y glaciares en la investigación climática”.

Esto, que haría chorrear saliva a nuestra directora de Cambio Climático, indignó a Lindsay. Que se dijo a sí mismo “si publican estas estupideces, hay que hacer algo”. Y se dedicó a fabricar estudios falsos, lo más disparatados posibles, y los envió a revistas académicas.

Para el primer “paper” tomaron el capítulo 12 del libro “Mi Lucha” de Adolf Hitler, y lo reescribieron con criterio “feminista”. Intercambiaron las referencias “al Partido” o “nuestro movimiento” por términos como “feminismo interseccional” y reemplazaron las referencias a “judíos” por términos como “hombres blancos”.

Presentaron esta versión modificada, titulada “Nuestra lucha es mi lucha: El feminismo solidario como respuesta interseccional al feminismo neoliberal”, a Affilia: Revista de Mujeres y Trabajo Social. Y, para sorpresa de nadie, ¡fue seleccionado para publicación!

Entonces, fueron por más. Redactaron otro “paper” titulado “Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad queer en parques urbanos para perros en Portland”. Supuestamente documentaron casos de perros machos que se “montaban” con otros perros, y afirmaron que dicho comportamiento era una manifestación de la “cultura de la violación” y que reflejaba la dinámica de la agresión sexual humana. Sugirieron que los perros que mostraran agresión sexual deberían ser violados para “corregir” su comportamiento, todo empapado de lenguaje sobre la performatividad queer, el análisis interseccional y la masculinidad tóxica. El artículo fue publicado en Gender, Place & Culture, una revista de geografía feminista. Sí, porque hay una geografía feminista.

Esto puede parecer gracioso, pero es muy serio. Porque estos son los estudios que luego publican medios masivos, que no tienen tiempo ni gente capaz como para analizarlos.

Un ejemplo claro pasó en Uruguay hace poco, incluso en este diario, donde publicamos un estudio de ONU Mujeres,, que supuestamente demostraba que no hay casi denuncias falsas de violencia basada en género en Uruguay. Un editorial publicado días después mostraba que el estudio no cumplía con el mínimo rigor científico. Por ejemplo, se decía que se había entrevistado de forma aleatoria a “25 actores del Poder Judicial”. Pero la realidad es que se había intentado entrevistar a 52, de los cuales 14 no respondieron y 13 se negaron a participar. ¿A nadie se le ocurre que quienes sí contestaron esa encuesta tenían un sesgo de base que impide sacar cualquier conclusión seria?

Esta es apenas una de las carencias básicas que tiene el estudio. Más allá de la casuística que cualquier abogado de familia le puede contar en voz baja, por miedo a cancelación. Pero volviendo a Lindsay, este decía que a la gente que publicó esas cosas, no le importa que todo sea un disparate. Están tan desesperados por llegar a la conclusión que buscan que todo lo demás es secundario. “Son como fanáticos religiosos”, dice Lindsay, que ahora analiza lo que llama “la derecha woke”, que actúa de manera similar. Tienen tanto odio al sistema y a la cultura occidental, que todo sirve con tal de intentar minar sus bases. Eso explica la falta de rigor científico, de sentido del ridículo...

Pero también el fanatismo acrítico de muchos que empuñan banderas, que hasta hace 15 días ni sabían qué representan.

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