De los helicópteros Black Hawk saltaron los comandos Navy Seals que ingresaron al predio, entraron a la habitación de su dueño y lo acribillaron a balazos. El grupo de elite había viajado desde Jalalabad hasta Abbottabad, la ciudad pakistaní donde abatió a Osama Bin Laden.
Once años más tarde, en Kabul, la CIA gatilló los dos misiles Hellfir contra el balcón donde se encontraba Ayman al Zawahiri, desintegrándolo. Así fueron eliminados los dos cerebros del 11-S, en misiones bélicas encuadradas en la calificación de Organización Terrorista Extranjera (OTE) que el Departamento de Estado había otorgado a Al Qaeda y por la cual la fuerza aérea de Estados Unidos había atacado sus bases en Afganistán.
También por encuadrarse bajo la sigla OTE, los yihadistas de ISIS fueron combatidos por las tropas norteamericanas y sus aliados locales, los peshmergas kurdos, en el noreste de Siria. Y en el marco de esa guerra fue abatido Abú Bakr al Bagdadí, el líder de esa lunática organización y su “califato” en Irak y el Levante.
Desde este lunes 24 de noviembre, en esa categoría se encuentra el Cartel de los Soles. Hasta ahora, las denuncias contra el “narcoterrorismo” venezolano estaba en la boca de Donald Trump. El jefe de la Casa Blanca lleva tiempo acusando a esa fantasmagórica organización de envenenar norteamericanos con sus drogas y señalaba a Nicolás Maduro como su jefe. Pero el 24/11 esas acusaciones dejaron de ser palabras de un presidente para ser convertida por el departamento de Estado en acusación oficial con consecuencias materiales
A simple vista, no hay nada nuevo bajo el sol. Las fuerzas navales norteamericanas llevan meses desplegadas en el Caribe, haciendo tiro al blanco frente a las costas de Venezuela con embarcaciones a las que califica de narcotraficantes. Sin embargo, algo cambió desde este lunes 24 de noviembre.
Por cierto, hundir en aguas venezolanas embarcaciones sospechadas, matando a sus tripulantes, son ilegales actos de guerra. Pero las consideraciones sobre el Cartel de los Soles y sobre sus presuntos jefes ya no son sólo palabras de Trump, sino acusación oficial del gobierno norteamericano. De tal modo, lo ocurrido esta semana es un paso institucional en dirección a la guerra abierta de Estados Unidos contra el régimen chavista.
Antes de que ese conflicto estalle, Washington espera que algún general bolivariano o agente del SEBIN (aparato de inteligencia), dispare contra Maduro para salvar al país caribeño de una guerra y a la nomenclatura militar de las consecuencias que tendría que pagar si son derrotados por los norteamericanos.
A su vez, Maduro sospecha de todos los que lo rodean y, en particular”, del G-2, aparato de inteligencia cubano donde varios estrategas allegados a Díaz Canel llevan tiempo acusándolo de traicionar a Cuba. Pero si Maduro no cae, la única forma de justificar el formidable y carísimo despliegue naval en el Caribe es lanzando la operación militar que ponga fin al régimen chavista.
El documento de la Secretaría de Estado, tal como está escrito, habilita a que los próximos ataques norteamericanos ya no sean contra embarcaciones en el Caribe, sino sobre las posiciones del Cartel de los Soles en tierra firme venezolana. Y esos puntos pueden ser las bases aéreas y navales, y los cuarteles del ejército, que las Fuerzas Armadas serían el corpus de esa “organización terrorista”.
También son blancos legítimos el Palacio de Miraflores, sede de la presidencia, por ende, la guarida del jefe del cartel, y el Ministerio de Justicia y Seguridad, guarida de Diosdado Cabello, el número dos del régimen y, por ende, del Cartel de los Soles.
Todo es parte del “tic tac” que le hace escuchar Donald Trump al corrompido y calamitoso régimen que robó de una manera burda la última elección presidencial, para advertirle que cada vez tiene menos tiempo de salir con vida del poder y de Venezuela, y que si no sale caminando con sus propias piernas, los sacarán las tropas norteamericanas con los pies hacia adelante, como sacaron de su bunker en Abbottabad y de departamento en Kabul a Osama Bin Laden y a Ayman al Zawahiri.