Trump, Netanyahu y una íntima enemistad

Fue portada de todos los diarios del mundo y será un retrato ilustrando páginas en libros de historia: Donald Trump ovacionado en la Knesset horas después del regreso de los últimos rehenes israelíes que quedaban en la Franja de Gaza.

En la primera fila, aplaudía Benjamín Netanyahu con un rostro indescifrable. En sus respectivos discursos, el visitante y el anfitrión intercambiaron advertencias poco disimuladas, aunque lograron pasar inadvertidas para el grueso de los medios internacionales. El primer ministro calificó a Trump como “el mejor amigo” que Israel ha tenido en la Casa Blanca en toda su historia y expuso tres razones para justificar esa calificación.

La primera razón es que trasladó la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén. Ligada a ésta, la segunda razón expuesta por Netanyahu es el reconocimiento a Jerusalén como capital indivisible del Estado judío, mientras que la tercera razón es que avaló la multiplicación de asentamientos de colonos en Cisjordania.

Por un lado, el premier israelí fue injusto con Nixon, cuya asistencia con un puente aéreo que llevó armas y municiones revirtió la guerra de 1973, en la que Egipto y Siria, al atacar por sorpresa a Israel, lograron una ventaja que al ejército israelí le estaba costando revertir. Pero eso que pareció un agradecimiento de Netanyahu a Trump, en realidad fue un recordatorio de sus anteriores posiciones, que estaban a contramano de la propuesta que finalmente enarboló y permitió la liberación de los rehenes y el cese del fuego en Gaza.

La propuesta que le posibilitó a Trump lucirse como el “autor” de este paso hacia la paz, fue tomada de lo que empezó a proponer al comienzo de esta guerra la Fundación del ex primer ministro británico Tony Blair, y también de las ideas que planteaba Joe Biden para poner fin al conflicto.

Netanyahu rechazaba tanto la propuesta de Blair como las iniciativas de Biden, porque abrían la posibilidad de un Estado palestino como desembocadura final del proceso, retomando las bases de negociación que tienen consenso internacional.

El presidente norteamericano también rechazaba las propuestas de Blair y de Biden, hasta que se apropió de ellas para avanzar varios casilleros en el tablero del Premio Nobel de la Paz.

Ni la capitalidad de Jerusalén ni la multiplicación de asentamientos coloniales en Cisjordania tienen aval internacional. Al contrario.

Antes de plagiar las propuestas de Biden y Blair, Trump las rechazaba y avalaba el proyecto expansionista de Netanyahu. Por eso, ahora que cambió de posición para acercarse al Nobel, Netanyahu le recordó en la Knesset cuál era su posición original al respecto.

Hace sólo ocho meses, el mismo día que sacó a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y cortó el financiamiento a los organismos de ayuda internacional humanitaria, Trump anunciaba en la Casa Blanca, ante un entusiasta Netanyahu, su intención de convertir Gaza en una posesión norteamericana, deportar a sus dos millones de habitantes para repoblarla y construir lo que llamó “La Riviera de Medio Oriente”: un paraíso turístico de alta gama.

Esa idea descabellada y oscura está en las antípodas del trayecto hacia la paz definitiva que esboza la propuesta de 20 puntos que después enarboló y que logró el cese del fuego. Por eso Netanyahu se la recordó.

Parecía un agradecimiento pero en realidad era una presión del primer ministro al jefe de la Casa Blanca, quien a su vez respondió con lo que tiene la apariencia de un favor, pero es, en realidad, una recordación incómoda: a Netanyahu lo persiguen causas judiciales por corrupción.

De haber querido ayudarlo con sus problemas judiciales, Trump habría dicho en privado al presidente de Israel, Isaac Herzog, lo que le dijo ante el pleno del parlamento y ante los medios de comunicación que llevaron de inmediato el mensaje al mundo entero: “habría que indultar a Netanyahu”.

Por cierto, al líder ultraconservador de Israel bien le vendría un indulto. Lo salvaría de pasar por el banquillo de los acusados. Pero es obvio que Trump, al decirlo en ese ámbito, no quiso ayudar a su anfitrión sino recordarle a él, a Israel y al mundo que tiene pendiente denuncias por corrupción que en algún momento lo sentarán ante un tribunal.

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