Trabajo y futuro

La materia prima para pensar en clave de derecho del trabajo a futuro no puede ser otra que la realidad, todo lo demás es puro dogmatismo inerte, que simulará artificialmente alivio a quienes sobrevivan aún en los estertores de un modelo económico que muere.

¿Trabajo decente? ¿Existencia de relación laboral? ¿Naturaleza jurídica del vínculo? ¿Dependencia? ¿Subordinación? ¿Remuneración? Son preguntas aún válidas en la actualidad, pero cuyas respuestas a futuro no conocemos.

Lo que si vislumbramos es que el modelo actual no nos sirve para interpretar esa realidad con solvencia. Si nos sirve, si anclados en la negación o la nostalgia preferimos congelarnos en la utopía dogmática que aún insiste en lucha de clases, mano de obra, y propiedad de los medios de producción, en una coyuntura donde el verdadero valor es la información. La subordinación jurídica no se presume, debe ser probada, nos enseña nuestra jurisprudencia, y de dicha condición - una vez acreditada - se presume el trabajo asalariado.

¿Servirán estás máximas para que nuestra justicia interprete la nueva realidad? ¿O preferiremos ser negacionistas aferrados al bloque de constitucionalidad?

Desde la IGTSS promovimos junto con Mieres, Arizti Y Arlegui tres normas que considero fundamentales a la hora de entender el arribo de estas nuevas realidades: a- el decreto 371/22 que estableció el nuevo procedimiento administrativo sancionatorio en materia laboral, b- la reglamentación de le ley de teletrabajo, y c- la ley 20.396 que establece algunos parámetros para las plataformas que desarrollan actividad de transporte.

El espíritu fue el de ofrecer al administrado garantías procedimentales en tiempos acotados, es decir, proteger derechos garantizando su cobertura o goce en tiempos razonables. Porque respetar el tiempo y por ende la oportunidad, es también cuidar los derechos de las personas.

Por otra parte, ofrecer un menú legislativo que permita a empresas y personas desarrollar sus actividades productivas en un marco de mayor libertad, donde la autonomía de la voluntad recuperara un espacio que nunca debió perder, pero donde las personas tuvieran - ante la posibilidad de la vulneración de derechos - la protección del Estado actuando en donde debe, es decir, en uno de sus cometidos principales - administración de justicia - y no en los accesorios que le son ajenos a su propio objeto - intervenir en las negociaciones y acuerdos particulares - y naturaleza.

Me hubiera gustado entre otras cosas ablandar - para no pecar conjugando “flexibilizar” - la rigidez del sistema de cómputo de los tiempos de trabajo (compensación de horas extras y fraccionamiento de licencias), pero lamentablemente aún no había madurez de los actores sociales para eso.

Los puntos de vista contrapuestos que se dieron entre Jefferson, Hamilton, los jacksonianos, los whigs, e incluso las intepretaciones de Lincoln sobre el trabajo libre y las virtudes que este acarrea para la sociedad aún no han pasado de moda. Es más, como refería al comenzar, debería retomarse la discusión filosófica en el punto donde ellos la dejaron, dado que los fundamentos son muy similares. Discutir hace muy poco tiempo la existencia del trabajo asalariado nos hubiera parecido un disparate. La nueva economía que nos jaquea nos obliga a reflexionar sobre la viabilidad futura de este tipo de vínculos y sobre la reconfiguración del mundo del trabajo.

Para la concepción republicana de la época sobre la libertad no estaba del todo claro que una persona que trabaja a cambio de un salario fuera verdaderamente libre. No se es totalmente libre si no hay posibilidad de autogobierno.

Lincoln sostenia que el trabajo asalariado como circunstancia no permanente y anterior a alcanzar el estado de independencia laboral era compatible con la libertad. Pero con esa condición, y ponía su caso como ejemplo.

Desde la filosofía, deberíamos pensar en el futuro de nuestras relaciones laborales y de lo que necesita una nación para volverse desarrollada. ¿Más vinculos laborales de dependencia? ¿Más funcionarios públicos? ¿Más trabajadores privados? ¿O más vínculos laborales que apunten a generar hombres verdaderamente libres capaces de enfrentar los desafíos que se vienen?

Como en tantos otros temas a Uruguay se le agota el tiempo. Las oportunidades no esperan, y las definiciones son necesarias. Hacer como la avestruz, en materia de economía, desarrollo, y trabajo no es buena idea. El mundo no nos espera.

Una masa asalariada sin capacidades en un escenario con un dramático avance de la inteligencia artificial es una pésima realidad. Una triste circunstancia que solo tiene un final: malas condiciones laborales para muchos.

Aun estamos a tiempo de espabilar.

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