Cuando esta columna se publique, tal vez, la Coalición Republicana se ha-ya roto. Sobre la hora 13 de este viernes, el senador Guido Manini Ríos le hizo un pedido público al presidente Luis Lacalle Pou, que sonó a desafío. En horas de la mañana, el jefe de Estado le había solicitado al líder de Cabildo Abierto que su mujer, la ministra de Vivienda Irene Moreira, renunciara a su cargo.
Manini, en el Palacio Legislativo, rodeado por los legisladores de su partido, y ante la prensa, leyó una declaración en la que calificó de “equivocación” el pedido de Lacalle y le solicitó que lo reconsiderara. Poco después, se supo que Lacalle Pou llamó a Moreira para pedirle la renuncia.
Se sabe que la comunicación oral no es el fuerte del líder de Cabildo. En su reconocido tono marcial, sostuvo que la entrega de una vivienda a una militante de su partido era “totalmente ajustada a derecho” y “no hubo ni siquiera una equivocación”. Allí está el meollo del tema. Seguramente no haya habido ilegalidad, pero sí una falta política grave y a la ética pública. Lo preocupante es no saber distinguir una cosa de la otra y no reconocer que se actuó mal, muy mal.
La declaración leída por Manini, bien puede ser interpretada como una arenga dirigida a los cabildantes y un grito de protesta a los otros integrantes de la Coalición. También puede ser vista como una nueva pulseada de Cabildo Abierto, que en los últimos meses parece empeñado en tensar a niveles extremos la interna de la Coalición Republicana.
Sería bueno que el senador Manini recordara por qué los uruguayos votaron en noviembre de 2019 a la Coalición Republicana. Lo hicieron por un cambio y ese cambio implica defender los intereses del país, siempre por encima de los intereses de un partido. Votaron también por una Coalición que llevara adelante la transformación del Uruguay. Votaron por una Coalición Republicana y no un pacto electoral que se rompe al acercarse el tiempo de elecciones.
Con el episodio de la entrega del apartamento a la militante de Cabildo, la gente está indignada. Y es legítima esa indignación. Se sabe que cuando una fuerza política deja de respetar los intereses de la nación que se comprometió a defender cuando obtuvo el voto de la ciudadanía, deja de representar a esa porción de ciudadanía que la acompañó en las urnas.
La propia ministra Moreira declaró ante la prensa, el miércoles último, a la salida de su reunión en Presidencia que ella tenía un “cupo de reserva (...) que muchas veces ni siquiera” ha usado.
Tener un cupo para entregar viviendas de forma privativa es algo inadmisible. Y no vale la excusa o el falso argumento de que fue moneda común en administraciones pasadas, fueran recientes o lejanas. Está mal, es uno de los tantos vicios de la política que no se puede admitir. ¿Se entiende la gravedad del asunto?
“Yo voy a seguir siendo blanca, blanca como hueso de bagual y eso no me lo va a quitar nadie. Acá es un movimiento, es una ocasión, es una circunstancia, es hoy”, declaró Moreira a El País en abril del 2019, cuando Cabildo Abierto estaba formándose y ella abandonaba formalmente el Partido Nacional. ¿Habrá que recordarle cuáles son los principios históricos del Partido Nacional?