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Qué ayuda y qué no impide

Las elecciones en Argentina siguen dando que hablar; acá y en todo el mundo. El Washington Post editorializa sobre el acontecimiento y la televisión española le dedica un programa especial de varias horas. No es para menos.

Dentro del enorme abanico de asombro quiero ofrecer al sacrificado lector dos preguntas particulares. Una, ¿cómo es posible que Massa, ministro de Economía de una economía en ruinas, haya sido el más votado? Dos, ¿cómo se explica que las encuestas, una vez más, hayan pifiado?

Siempre, en toda elección donde hay sufragio universal, resulta enigmático descifrar los motivos últimos del voto popular. Hay varias explicaciones en uso pero no tienen la contundencia que aparentan. La más común es que la gente vota con el bolsillo. El que esté tan seguro de esto que me explique la votación de Massa en una Argentina con el 40% de pobres siendo él el ministro de Economía.

El enigma -en este caso argentino pero yo creo que universal- no versa solo en los motivos, impulsos o preferencias que determinarían el voto sino también, por la otra punta, en la ninguna consecuencia o efecto negativo de los escándalos o baldones de inconducta y mala fama en la orientación del voto. En otras palabras: peor fama, comprobada y televisada, que la de las figuras políticas del peronismo kirchnerista es difícil de encontrar: sin embargo no ahuyentaron votantes sino todo lo contrario. ¡Las elecciones las ganó Insaurralde!

Uno tiende a contestarse estas preguntas enigmáticas tomando un atajo y se dice a sí mismo: es cosa de argentinos, allí nada sorprende, se trata de un país que llegó a un extremo en el que se puede esperar cualquier cosa. Pero esta es una respuesta que no da cuenta de nada.

Berlusconi, un millonario farandulero, de sonrisa falsa y pelo teñido, fue elegido gobernante en Italia, la cuna del Derecho, de Leonardo da Vinci y de Fellini. Y lo fue dos veces. En Estados Unidos, vidriera de la democracia, eligieron presidente a Donald Trump, un ricachón inculto, mujeriego despectivo de la mujer y medio racista. Lo votaron pobres, negros y mujeres y actualmente, con todas sus trampas y jugarretas a la vista en los tribunales, aparece sin embargo como el candidato del Partido Republicano con más chances para la próxima.

En consecuencia, o como dicen los bayanos en la frontera, moral du conto: no queda nada claro qué es lo que mueve favorablemente la intención del voto ni qué es lo que lo rechaza o repele. Si el sacrificado lector se anima a trasladar eso al Uruguay y sus próximas elecciones, sacará conclusiones a su propia cuenta y riesgo.

Con respecto a las encuestas de intención de voto y sus resonantes y repetidas pifias me remito a Durán Barba, asesor en muchas campañas electorales y antiguo empresario de encuestas: “En la sociedad líquida nada es muy previsible. Los ciudadanos viven en una colmena en la que existe un ruido infernal. Todos intercambian mucha información que los hace cambiar de posición. La velocidad con que se difunden las noticias es descomunal. Las encuestas no pueden ocupar el mismo puesto que antes; pueden llevar a equivocaciones si se las pretende usar para predecir el futuro”. (Perfil, 17-II-2023).

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