Hay episodios en los que el Frente Amplio (FA) expresa claramente su esencia. Ocurrió, por ejemplo, con la consideración en el Parlamento de la solicitud del Ejecutivo de permitir la participación de la Armada en un ejercicio militar multilateral en Rio de Janeiro en setiembre.
El FA votó en contra. Uno de sus diputados argumentó que este tipo de ejercicios tienen como “doctrina base el panamericanismo, donde Estados Unidos (EEUU) viene a promover la expansión de sus ideas y de su capacidad militar y técnica, porque nos considera usables”, y que “como latinoamericanistas tenemos que tener una posición que fortalezca la soberanía de nuestra patria y que defienda nuestros ideales como nación”. Otro dijo que se trataba de “la expresión hoy más clara del imperialismo de EEUU”.
La izquierda votó así negativamente por una convicción antiimperialista yanqui expresada en los términos de las clásicas venas abiertas latinoamericanas. En este razonamiento, quienes sí participan de tales ejercicios militares o bien se rinden frente al imperialismo, o bien no son conscientes de la mano oculta y maléfica que en ellos oculta la participación de EEUU. En cualquier caso, la vanguardia frenteamplista se ennoblece al señalar el rumbo correcto tanto en el ejemplo hacia sus hermanos del continente, como en el enfrentamiento a la oligarquía local, vendepatria y entreguista, que se arrodilla frente a Washington.
Podrá parecer exagerado y hasta ridículo pensar así, ya que cualquiera sabe que las relaciones internacionales están hechas, a la vez, de cooperaciones y competencias. Por poner dos ejemplos: nadie en su sano juicio creerá que por participar en estas maniobras militares Brasil reniegue de sus intereses nacionales; y narrar el argumento del FA en Hanói sería desopilante: Vietnam dio dura batalla contra los gringos por lustros, pero hoy Washington es su principal aliado militar frente a la amenaza de Pekín.
El problema es que el FA, de verdad, piensa así. Por muchos años el relato zurdo nos hizo creer que la izquierda contaba con dirigentes calificados y de hondos conocimientos y calidad argumentativa, y que eran muy superiores a los de los partidos tradicionales. El mito perduró. Pero hoy, este FA que repite sosamente las tonterías de Galeano, muestra ser el FA de verdad: no imposta la voz, no exagera, no habla para su tribuna. Es eso, nomás.
Sinceramente el FA cree que es antiimperialista votar en contra de esos ejercicios multilaterales. Ni siquiera es capaz de analizar que, en todo caso y en esa lógica antiimperialista, la verdadera influencia yanqui está hoy en la agenda ideológica identitaria y de género que ha surgido desde grupos radicales y antiliberales estadounidenses, y que viene suplantando a gran velocidad al viejo universalismo político izquierdista en todo el mundo.
Formando un rebaño lastimero que bala zonceras de Galeano o Benedetti y se pasea sordo y feliz en la penillanura de su mediocridad tan evidente como satisfecha; repitiendo con ademanes religiosos viejos textos del mísero traidor a la Patria Vivian Trías; y de perdida y macilenta mirada bovina, la izquierda exhibe con convicción machacona una terquedad dogmática esencial propia de necia iletrada: un porfiado recitado de consignas simplistas.